Jesús Reyes Heroles G.G.
En medio de la crisis de la relación México – Estados Unidos de América (EUA) se llevó a cabo la tercera reunión (“Convocation”) de exembajadores de Estados Unidos de América en México y de México en aquel país. La convocatoria fue auspiciada por la Fundación México-Estados Unidos, en Palo Alto, California. A diferencia de las reuniones anteriores, la agenda se siguió puntualmente, quizá por el ánimo de cautela de todos los participantes. Sin embargo, dos temas dominaron las conversaciones.
Primero, la grave crisis que se vive en materia migratoria y sus implicaciones para el presente y el futuro de la relación bilateral. Los números de la tragedia en migración hablan por sí mismos (alrededor de 560 mil migrantes) han cruzado el país en 2022. Los EUA utilizando todos sus recursos para evitar que ingresen a ese país y México sufriendo sus efectos de conglomerados de migrantes que cruzan el país y se agolpan en la frontera norte. Para ninguno de los dos países esta situación es sostenible, si bien ninguno tiene soluciones potentes para resolverlo; parecería que se agotó la imaginación institucional de ambos países.
Segundo, el tema de la seguridad pública vinculado con la presencia y acción del crimen organizado, en especial en México, y el tráfico de fentanilo.
Estos dos temas que se intersectan crean una problemática de falta de confianza y control, que padecen primero los propios migrantes y sus familias, segundo los mexicanos que habitan la frontera norte y la frontera sur, pero también regiones a lo largo del país, tercero la población estadounidense, que reside en ciudades fronterizas y también aquellas de algunos de los puntos de destino más socorridos por los migrantes.
El grupo identificó otros conflictos que en lo individual son de menor importancia, pero que en conjunto presentan una situación aún más grave. Incluso los participantes no recordaban una crisis bilateral de la magnitud de la actual y mucho menos de la que se está fraguando. Tampoco se vislumbraron acciones bilaterales capaces de atenuar el conflicto social y político que se avecina. Con elecciones en México el próximo junio y en junio del 2024 y la elección en Estados Unidos de América en noviembre, el caldo de cultivo político no podría ser más adverso.
La problemática bilateral ya está exacerbada por los atisbos electorales en ambos países. En EUA los republicanos tienen muy claro el rendimiento político – electoral que les puede dar el tema migratorio, y lo están abonando. En México, ya desde ahora se dan sucesos que se insertan en el centro del debate político, pues la oposición subraya la incompetencia del gobierno para manejar la situación; el mejor ejemplo es el incendio en el “centro de migrantes” en Ciudad Juárez. En EUA destaca la estridencia del gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, que ya ha tomado medidas de contención físicas, con el uso de la fuerza en su frontera con México.
En materia de seguridad la tendencia es la constante expansión en el territorio por parte organizaciones criminales. La presencia y el control de cárteles y bandas en ciertas regiones es tan extensa que anulan los gobiernos constituidos democráticamente y generan un proceso de extraterritorialidad, que el gobierno de México no reconoce plenamente. En la reunión se subrayaron los efectos dañinos de la radicalización del Gobierno Federal y locales para la relación bilateral. La DEA fue señalada como una agencia descontrolada. Se subrayó la falta de intervención del Departamento de Justicia para dictar los lineamientos de la acción de las autoridades estadounidenses, incluyendo la DEA.
La reunión “Convocation 2023” no pudo liberarse de la camisa de fuerza que le impusieron estos dos temas, como sucede también en la relación bilateral.
Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA
(El Universal)