Un amigo francés que conoció muy bien a la URSS y conoce también a la Rusia que quiere ser su heredera, me dice que, en los últimos 120 años, Rusia lo echó todo a perder, o casi, para desgracia suya y nuestra. Para empezar, la Rusia imperial fracasó en su entrada en el gran capitalismo mundial, a pesar de todo el dinero que Europa le dio (los famosos “empréstitos rusos” que arruinaron a tantos pequeños ahorradores franceses), de todos los expertos que Europa le mandó. De la familia de mi amigo, en los años 1900, un ingeniero de minas trabajaba en el Donbass, campo de batalla presentemente, y otro ingeniero en la cervecería de Odessa. En la segunda etapa, la Unión Soviética echó a perder su socialismo, “el socialismo real” que mi amigo conoció in situ y que no hacía soñar. En cuanto a la tercera etapa, lo que pasó después de 1991, y que cuento en mi Rusia y sus imperios, mejor no hablar de ella.
En lugar de lanzar un proceso de desimperialización para construir un Estado nacional ruso post-imperial, el presidente Vladimir Putin cayó en el espejismo de que el pasado es el futuro, que el futuro de Rusia es imperial, “el mundo ruso”, uno y trino, Rusia, Ucrania, Bielorrusia. Tomar control de aquel imaginado “mundo ruso” es la utopía que empezó a formularse a partir de 1993, o sea antes de la llegada de Putin al poder, lo que impide decir que Putin es “el culpable”. Hay que recordar que a las naciones que fueron alguna vez imperiales, les costó trabajo renunciar a un pasado calificado de “glorioso”. Vean los casos de España después de 1821-1825 y 1898, y de Francia después de 1945 con sus guerras de Indochina y de Argelia que pesan todavía sobre el inconsciente colectivo y la vida política francesa.
Por desgracia, el presidente ruso y el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Moscú y de todas las Rusias viven sinceramente esa utopía. Por eso la guerra va a durar en Ucrania, si no es que se extienda a más espacio. Va a durar 1- Porque los dirigentes rusos, Estado e Iglesia, no pueden sufrir una derrota. El régimen de Putin, desde la guerra de Chechenia, es la guerra. 2- Porque, en el marco del enfrentamiento sino-americano, China tiene interés en una guerra larga que le permite hacer de Rusia su vasallo (de hecho, ya es su colonia económica) y, al mismo tiempo, frenar a los Estados-Unidos que meten mucho dinero y material para que Ucrania pueda defenderse. 3- Porque Ucrania, la Unión Europea y los Estados Unidos no pueden poner fin a la guerra sino haciendo la guerra hasta derrotar a Rusia. Sólo la guerra acaba con la guerra.
Todo esto tiene consecuencias deplorables para una Europa occidental –la Europa que no perteneció al bloque soviético– que no quiere ver esa dura realidad y pagar el costo necesario para vencer a Rusia. La primera consecuencia es el regreso de los EEUU a Europa, cuando se había alejado de ella. ¿Qué pasaría si regresa Trump? Mejor no pensarlo.
Por desgracia, los que tomamos en serio las ideas del presidente Putin y describimos su régimen como un régimen fascista, teníamos razón. Rusia ha ido de mal en peor. Putin hace la guerra a Ucrania, pero también al pueblo ruso, en particular a la juventud rusa. La guerra de Argelia (1954-1962) traumatizó a 2,500,000 muchachos franceses, conscriptos del servicio militar obligatorio. Putin mandó ya más de 300,000 jóvenes a su loca Operación Militar Especial.
Los amigos de Rusia, del pueblo ruso, de la cultura rusa que es patrimonio de la humanidad, deseamos la derrota militar, no de Rusia, sino del régimen de Putin. La Europa de hoy es una Europa postcolonial y, contra todas las predicciones de los que defendieron a capa y espada el imperio, a Francia, Holanda, Bélgica, Portugal, España, les fue mucho mejor, les fue muy bien cuando, derrotadas, perdieron sus imperios. Solamente una Rusia postcolonial podría, por fin, vivir mejor. La guerra que emprendió Putin, podría ser la salvación de Rusia, siempre y cuando fracasara el proyecto imperial.
Historiador en el CIDE