El reencuentro con José Carlos Méndez Trujillo se dio en el 2009 y con motivo del homenaje que se les hizo a sus tíos, los hermanos Méndez Plancarte.
Teníamos un buen tiempo de no vernos y de platicar sobre sus andanzas y trabajo en Monterrey; dos o tres ocasiones más platicamos y en una ocasión comimos en casa y posteriormente tomamos un café; fue la última ocasión que nos vimos.
En la plática surgió el tema de un ensayo que estaba realizando para un catálogo del pintor coahuilense, radicado en Monterrey: Gerardo Rodríguez Canales (GEROCA).
Tiempo después pude obtener un ejemplar de dicho catálogo y hoy comparto la introducción que hace José Carlos Méndez a la obra de Geroca:
“UNA MIRADA BREVE AL MUNDO DE GEROCA
José Carlos Méndez
Guionista
Aunque Gerardo Rodríguez Canales, Geroca, siempre anda muy lejos de las galerías, los museos y las pinacotecas, todos los que han vista su obra saben que es un gran pintor. En la memorable exposición 100 años a través de 100 artistas: Las artes plásticas de Nuevo León, presentada por el ahora extinto Museo de Monterrey en noviembre de 1999, se incluyeron (gran acierto del seleccionador) tres magníficos cuadros de Geroca que avalan su calidad: Barrio Antiguo, Table dance y Arco.
Estos tres cuadros, de formato mayor al que suele utilizar, tienen el mismo estilo, un tanto expresionista, con dominio de los colores primarios, los favoritos de Geroca: el rojo, el amarillo, el azul… Con unos cuantos colores, y con una extraordinaria composición, pinta todo un mundo. O mejor dicho, los elementos, los rasgos esenciales de este mundo. Son cuadros de magnífica factura, muy trabajados, en los que puede apreciarse el oficio y el talento del pintor. Table dance pudiera ser el cuadro insignia de la ya célebre serie “antropológica”-por aquello de los antros- que el artista viene pintando desde hace muchos años, “antropología” de la que también forman parte Barrio Antiguo, aunque ésta no sea un área predilecta de Geroca, quien prefiere una “antropología” más popular y callejera, como la que expresa en Arco.
Arco ocurre en la avenida Pino Suárez y su cruce con la avenida Madero, donde se ubica el arco de cantera conmemorativo del Centenario de la Independencia. Ocurre, sobre todo, en el espacio de Pino Suárez que arranca a la altura de la calle Reforma y se prolonga hacia el sur hasta perderse en el horizonte. Quienes conozcan el lugar de los hechos apreciarán la agudeza de Geroca para captar la atmósfera que se vive en horas de la noche en esa zona acotada, y su talento para abstraerla y reproducirla con unos cuantos elementos pictóricos. Para quienes no conozcan la zona señalada, lo que hay es una magnífica pintura que muestra una escena en movimiento de la vida nocturna en un ámbito urbano en el que no todo lo que ocurre es precisamente apacible. Aquí se conurban antros, comercios, trozos de banqueta donde ofrecen sus servicios mariachis y fara-faras, ese legendario billar-bar que nunca cierra y donde en la madrugada muchos meseros hacen escala técnica mientras amanece y empiezan a circular los autobuses urbanos. Y todo esto está en Arco.
El cuadro está organizado en torno al gran arco de cantera, y Geroca lo utiliza muy bien para reforzar la perspectiva y darle una gran profundidad al cuadro. Atraído por el arco, el espectador concentra su mirada en esa calle que se alarga hasta perderse en esa especie de bruma ligera y fantasmal lograda con tenues pinceladas blancas sobre previas capas rojas y azules.
En el primer plano del cuadro están el lugar de los hechos y la acción. El punto de vista del conjunto está al centro y ligeramente escorzado, uno de esos escorzos ligeros en picada que tanto le gustan a Geroca, y que le permiten componer simultáneamente varios planos y varias escenas de un mismo lugar, lo que a la vez le da a sus obras un gran movimiento, un tanto cinematográfico.
En Arco la escena es nocturna y la acción principal la desarrollan los automóviles que recorren la avenida a gran velocidad, atropellando a quien encuentren y lanzándose hacia el arco, que ahora funciona como una especie de gran puerta de un alto horno que irradia hacia el fondo un torrente de luz blanca, una incandescencia que lo absorbe todo. La velocidad y la agresividad de los automovilistas están dadas por la forma deformada –valga aquí la expresión- en que están pintados, por el ligero escorzo con que están vistos y por los chorros de luz blanca de los faros y las franjas rojas que dejan en el piso sus luces traseras; franjas de luz blancas y rojas entre las que sobreviven un par de ciclistas y un motociclista.
El resto de la escena constituye el verdadero tema del cuadro: la vida nocturna de esa zona donde lo que se busca es alcohol y mujeres. Vista como a través de un lente gran angular, Geroca pinta la calle de manera que podamos ver ambas aceras de modo completo y veamos así los varios mundos que en ellas se desarrollan.
Pictóricamente, Geroca equilibra el cuadro con dos anuncios luminosos blancos, uno a cada lado de la calle y en lo alto de los edificios. Abajo, divide el cuadro en dos colores: amarillo y rojo. Amarillo a la izquierda, dado por un automóvil y por la luz del interior de los billares, luz que sale por una enorme puerta sin puerta a través de la cual podemos ver jugar a un billarista. A la derecha el rojo, dado por otro automóvil y por la entrada también sin puerta de un bar por la que entra una mujer casi desnuda. En la esquina un establecimiento comercial que suelta luz blanca. Entre las manchas de color hay músicos a la espera de clientes, algún transeúnte, hombres de obvia vida nocturna recargados sobre la pared, esperando lo que esperan. Hay también una mujer galante caminando entre el ruido, los claxon, las rocolas en acción y los ruidos ambientales propios de estos sitios. Pero sobre todo, hay pintura”.