Todo el mundo habla de monseñor Víctor Manuel Fernández, nuevo Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Y sobre todo de sus «besos». Pero hay mucho más en su libro, incluida la violencia de un caso Rupnik.
Por: Simone Varisco
(ZENIT Noticias – Caffe Storia / Roma).- «Beso, en inglés kiss, en italiano bacio, en francés baiser, en alemán kuss, en portugués beijo. De acuerdo con la forma que se haga, se lo suele llamar también “piquito”, “chupón”, “taladro”, etc».
Así es como inicia «Sáname con tu boca. El arte de besar», un polémico libro de Monseñor Víctor Manuel Fernández, Obispo de La Plata (Argentina), nombrado el 1 de julio por el Papa Francisco nuevo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional.
Un texto que de repente vuelve a ser noticia después de casi 30 años y un nombramiento que casi se da por hecho, pero que se hace curioso por la carta del Papa que lo acompaña y por el hecho de que el propio Fernández ha vivido en el pasado en primera persona la política de control y disciplina en materia de teología: nombrado para dirigir la Universidad Católica argentina en 2009, hubo que esperar casi dos años hasta que el Vaticano validó el nombramiento, debido a las objeciones que llegaron a Roma, muchas de ellas anónimas desde Buenos Aires. Incluso entonces, el apoyo del ahora Papa Francisco fue absoluto.
De Aparecida a Amoris laetitia
Amigos desde los años 90, la relación entre Bergoglio y Fernández se ha estrechado con el tiempo, alimentada también por el papel de esta última en la coordinación de los más de 200 autores del «Documento de Aparecida» de 2007, inspirador del pontificado de Francisco que comenzaría seis años después. Su contribución a la redacción de Amoris laetitia, la exhortación apostólica de 2016 del Papa Francisco dedicada al amor en la familia, tampoco fue ni mucho menos secundaria.
Precisamente en los temas de la vida en pareja y la sexualidad se han centrado las críticas a monseñor Fernández en los últimos años. Juzgado de vez en cuando como excesivamente fluido en cuestiones lgbt+ y demasiado rígido en su condena del aborto, el obispo de La Plata parece tener en común con su amigo el Pontífice su capacidad errante para agradar y al mismo tiempo desagradar a todos, empezando por progresistas y conservadores (por muy cándidamente que se le cuente entre los primeros).
El arte de besar
Sin duda, un prelado que no pasa desapercibido, «Tucho» Fernández, apodo heredado de su padre Emilio. Teólogo, en los últimos años ha opinado sobre prácticamente todos los temas candentes de la agenda de la Iglesia para el próximo otoño, periodo en el que Fernández tomará posesión de su nuevo cargo: desde la flexibilización de las estructuras eclesiásticas a la adopción de procedimientos más eficaces en la lucha contra los abusos, desde la abolición del celibato sacerdotal a la ordenación de mujeres, desde las parejas homosexuales al aborto, e incluso el matrimonio y la moral familiar. Hay, sin embargo, uno entre los más de 300 libros y artículos científicos escritos por monseñor Fernández que está acaparando la atención -sobre todo crítica- de medios y comentaristas en estas horas posteriores a su nombramiento por el Papa: el ya mencionado «manual» sobre el arte de besar.
Francamente, leyendo íntegramente las 79 páginas publicadas hace 28 años por la editorial bonaerense Lumen, uno parece escuchar más los consejos de una anciana un poco al límite que las declaraciones de un «hereje». Casi sólo la Introducción, que sirve también de contraportada, circula insistentemente por la red:
«Te aclaro que este libro no está escrito tanto desde mi propia experiencia, sino desde la vida de la gente que besa», escribe Fernández en una excusatio non petita. «En estas páginas quiero sintetizar el sentimiento popular, lo que siente la gente cuando piensa en un beso, lo que experimentan los mortales cuando besan. Para eso charlé largamente con muchas personas que tienen abundante experiencia en el tema, y también con muchos jóvenes que aprenden a besar a su manera. Además, consulté muchos libros, y quise mostrar cómo hablan los poetas sobre el beso. Así, tratando de sintetizar la inmensa riqueza de la vida, salieron estas páginas a favor del beso. Espero que te ayuden a besar mejor, que te motiven a liberar lo mejor de tu ser en un beso».
Sin embargo, sería una pena detenerse ahí, porque el libro ofrece momentos de sana reflexión, junto con algo de comedia. «El beso es el encuentro de los dos en un momento en el que no hay nada más que ellos, y nada más importa», escribe Fernández en el libro. «El beso es el amor hecho carne, es el punto donde confluyen todas las características del amor humano: ternura, pasión, alegría, admiración, dulzura, fuerza, descanso, desahogo, entrega, comunicación. […] Y si el cuerpo se alimenta de comida, el intelecto de libros y conferencias, y la voluntad de esfuerzo, el amor se alimenta de besos».
Por eso, la receta de Víctor Manuel Fernández pasa, sobra decirlo, por besar más, porque «cuando no hay besos –»¡alerta roja!»– tenemos la mejor señal de que el amor está en peligro. Se puede tener sexo, aliviar instintos y satisfacer una necesidad, pero si no hay besos de verdad –profundos, tiernos y frecuentes– es porque el amor ya no existe o está moribundo, «herido».
Destierra los reencuentros entre las sábanas: mejor los que se producen entre los labios. «El beso es el termómetro del amor. Por eso, cuando las cosas no se resuelven entre los dos, en lugar de pretender arreglarlas en la cama, hay que seguir los caminos que llevan al beso. ¿Cuáles pueden ser esos caminos? Los más importantes son estos cinco: «hablar, mirar, tocar, crear, buscar». En resumen, nunca te vayas a dormir enfadado y sin intercambiar un beso (o al menos una caricia): también lo dijo Francisco y ya lo decía la Biblia.
Mal aliento y taladros
Por supuesto, el enfado podría ser el último obstáculo para el intercambio de un beso. Pero monseñor Fernández se confirma ingenioso, porque «todo puede tener solución si se detecta a tiempo y se aborda. Por ejemplo, puede ser que uno de los dos tenga mal aliento, lo que puede ser profundamente desagradable y quitar todo el encanto al beso. Pero se soluciona cepillándose los dientes y masticando unos granos de café o enjuagándose con bicarbonato; si es más grave y persistente, se resuelve visitando al dentista o revisando el aparato digestivo. Puede ser el perfume que uno usa; o un olor molesto, que se resuelve duchándose más a menudo o cambiándose de ropa más a menudo. Puede ser el molesto bigote, que podría recortarse un poco más para no tener que evitarlo tanto”.
No es que Víctor Manuel Fernández desdeñe detenerse en los detalles, a medio camino entre la marquesa Colombi y Giovanni Della Casa, también arzobispo. «También puede ser la posición del cuerpo, y los dos podrían descubrir cuál es la postura más cómoda para ambos. También puede ser la forma de besarse, que a uno de los dos no le guste tanto. Hay mujeres que prefieren un beso lento y suave, pero su pareja le pone demasiado movimiento y velocidad. También ocurre que uno de los dos está muy tenso y aprieta demasiado los labios: él libera su tensión, pero ella siente como si le metiera un taladro en la boca».
Incluso las fotos que acompañan al libro, en las que se alternan efusiones entre estatuas, jóvenes, ángeles y conejos (y el beso de Juan Pablo II en la frente de un niño), parecen más kitsch que escandalosas. Hay en el libro muchas citas de autores de la Edad Media y de la literatura (un estilo que, una vez más, recuerda al de los documentos del Papa Francisco), junto con poemas del propio Fernández. Con gusto nos habríamos ahorrado, sin embargo, leer versos como: «Qué cruel fue Dios / al darte esa boca… / No hay quien resista, / bruja, / escóndela».
Sexualidad y violencia
Decididamente más interesantes, sin embargo, son los pasajes de monseñor Fernández sobre la excesiva sexualización de las relaciones, un tema sobre el que recientemente se pronunció incluso el Papa Francisco, nada menos que para la audiencia de Disney. «Cuando el sexo está fuera de control, y queremos más, más placer, más intensidad, la otra persona se convierte en una esponja que queremos exprimir totalmente, hasta la última gota. Y así perdemos la magia, la veneración, la adoración», escribe Fernández. «La presencia de esos besos apasionados, pero llenos de respeto y ternura, es lo que mejor indica seriamente un amor capaz de respetar y tratar al otro como algo profundamente sagrado, como alguien libre, del que no soy ni dueño ni señor. […] Porque así lo entienden, muchas prostitutas se prestan a todo tipo de juegos sexuales, pero no se dejan besar por nadie».
Precisamente al beso como posible forma de violencia dedica Víctor Manuel Fernández unos pasajes, escritos en tiempos no exentos de suspicacia. Porque si hasta la Iglesia tiene experiencia de besos desastrosos, éstos no acaban ciertamente con el caso de Judas. «Es como si besar me hiciera entrar en la intimidad de quien beso, como si expresara lo más íntimo de mí mismo. Esto requiere cierta audacia, confianza y un «permiso» especial. Y por eso, al besar a otra persona, cuanto más cerca de los labios, más se requiere honestidad, respeto, «permiso». Requiere pureza de intención para asegurarme de que no estoy invadiendo la intimidad del otro ni abusando de su confianza. El beso que expresa la verdadera entrega, la capacidad de dar la vida por el otro, puede ser lo más hermoso de la vida. Pero también puede desperdiciarse, desgastarse, maltratarse, distorsionarse, y puede revelar la peor depravación y el egoísmo más profundo de una persona; el egoísmo de quien se cree dueño de lo más sagrado y domina al otro a través de lo más sublime».
Palabras que, para acercarnos más a los «besos de la noticia», no pueden dejar de evocar el grave caso de Marko Ivan Rupnik, artista y ex jesuita acusado de abusos por parte de varias mujeres, incluidas consagradas. Un caso que precisamente en los besos –extorsionados– encuentra una de sus nefandades, junto a la violación del sacramento de la confesión, el abuso de conciencia y el maltrato psicológico y prácticas que, de confirmarse, sobrepasarían con creces el límite del sacrilegio. La suerte de Rupnik, por el momento sólo expulsado de la Compañía de Jesús, pende actualmente –todavía– de un hilo, a la espera de no se sabe qué. ¿Podemos esperar una nueva represión de ésta y otras formas de abuso, o tendremos que despedirnos juntos de la doctrina y de la fe?
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT. Algunos párrafos fueron tomados directamente de la obra citada y otros han sido traducciones directas del artículo original en italiano.