Cuando en 2003 Gustavo Jiménez Aguirre, Eliff Lara Astorga y Carlos Ramírez Vuelvas reeditaron el libro “Mañana del Poeta” de Amado Nervo con un texto escrito por Alfonso Méndez Plancarte, gracias al apoyo de CONACYT, y al proyecto “Amado Nervo: lecturas de una obra en el tiempo», realizado en el Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México; recordamos, de manera inmediata, el esfuerzo por preservar la memoria del poeta, que está realizando el profesor Francisco Franco Cárdenas, en la escuela que lleva el nombre del nayarita en la vecina Jacona; pero también recordamos la meticulosidad que caracterizó al filólogo zamorano Alfonso Méndez Plancarte en la recopilación de la poesía de Amado Nervo, con los vínculos afectuosos que creó en Zamora, y lo que realizó con Sor Juana Inés de la Cruz.
Parte sustancial de la labor realizada por Alfonso Méndez Plancarte, respecto de Amado Nervo, nos la recuerdan los editores del “Mañana del Poeta”, de la siguiente manera. Y sobre todo las menciones que hace de los primeros amores del nayarita, radicados en Zamora:
“La difusión de la obra de Amado Nervo debe mucho al tesón filológico de Alfonso Méndez Plancarte (1909-1955). Sacerdotes militantes en las filas del renacimiento cultural católico posterior a la Cristiada, Alfonso y su hermano Gabriel (1905-1949) perpetuaron en sus ediciones y ensayos nervianos la amistad que su padre, Perfecto Méndez Padilla, y el poeta nayarita iniciaron en 1886 en el Seminario de Zamora, Michoacán.
Aquel año inaugura el quinquenio durante el cual Nervo escribió una precoz autobiografía, ocho cuentos y tres prosas diversas. Junto con la iniciación del prosista, en Mañana del poeta (1938) Alfonso Méndez Plancarte recogió una muestra considerable de la primera poesía nerviana escrita en Zamora. En primer lugar, siete poemas que el editor agrupó en “Del alma y de Dios”, después los poemarios titulados por el autor: “Plegarias a María” y “Cantos a la naturaleza”, el fragmento de una composición extensa: “Olvido y constancia”, así como otros tres poemas insertos en el apéndice II del libro. Estos autógrafos, estudiados en las extensas “Notas preliminares” de Alfonso, estuvieron al cuidado de Gabriel para las prensas de Ediciones Botas. La fortuna del título, Mañana del poeta, procede de un poema inconcluso de Nervo que documenta su lectura de la novela René de Chatobriand: “La mañana de la vida, a semejanza de la del día, se ostenta llena de pureza, de imágenes y de armonías”.
La constancia nerviana de Alfonso fue más lejos que la de su hermano. En 1943 preparó dos tomos de Poesías completas para la sede argentina de Espasa-Calpe. Su edición incorpora 63 composiciones a las primeras Obras completas de Nervo (1920-1929) establecidas por Alfonso Reyes en Madrid, además de los 27 poemas de juventud ya comentados. Para 1952, cuando Alfonso Méndez Plancarte concluye su ciclo filológico nerviano en las Obras completas de la editorial Aguilar, sus hallazgos hemerográficos y documentales sumarán otros 43 poemas no recogidos. Entre éstos sobresalen los escritos en Zamora: siete de una sección inédita, “El albor de un idilio”, unos versos de filiación guadalupana y tres poemas incorporados a las páginas iniciales del apartado “Mañana del poeta”, título de referencia, desde la última edición de Obras completas, para las prosas y poemas de juventud.
Acaso convenga saber algo más sobre los 38 poemas que ahora presentamos. Editor escrupuloso, Méndez Plancarte recogió en Mañana del poeta el testimonio de su tía Josefa Padilla Méndez, depositaria celosa de aquellos manuscritos hasta que Alfonso los tuvo a la vista: “Las prosas, en pliegos sueltos de carta o en hojas de cuadernos; los versos, en dos libritos empastados en piel, jaspeado el uno de rojo y el otro de amarillo obscuro” (Mañana del poeta, 15). Estas primeras letras son una parte considerable de la producción zamorana; la otra fue destruida en 1891 por su autor, estudiante de teología, temeroso —afirmó su confidente— de que “rodaran por el mundo, entre las gentes, versos suyos de amor profano” (54). Con ese celo, “arrancó páginas y más páginas —unas 150 hojas—, y sólo trató de compensar sus mutilaciones añadiendo algunas poesías nuevas, casi todas religiosas. Por lo demás, aun a través de las que no juzgó pasto de la hoguera, pasó su pluma regando tachaduras celosas. Más bajo muchas de éstas se alcanzan a leer en la primera redacción, y de allí las variantes que he copiado también y que son a veces curiosísimas”.
Pese a sus arrebatos, el estudiante de teología conservó versos y prosas elocuentes de dos amores mundanos. El inicial de Dolores Arceo, la adolescente seráfica de sus “Páginas autobiográficas”, y el de otra zamorana: Antonia Méndez, cuyo nombre grabó el amante en el acróstico “Niña del corazón”, así como en cuatro cartas fechadas entre mayo y julio de 1889 (Obras completas (1952, II, 1127-29). Por la retórica efectista de aquéllas (“Si ves algunas manchas en esta carta [ciertamente se aprecian], son de alguna que otra lágrima que he vertido al escribírtela”), por la petición versificada de “un rizo de tu pelo” y por la entrega de esta “prueba de amor” al poeta, puede concluirse que el amante aprendía con rapidez el arte de la seducción. Pese a ser mucho más “profanos”, Nervo conservó todos esos textos, incluido el rizo y una fotografía de la amada (ambos en el archivo personal de Alfonso Méndez Plancarte que custodia el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey).
Por más de sesenta años, Mañana del poeta fue el único testimonio sobre el origen de unavocación literaria escasamente estudiada. Graciasa Rafael Padilla Nervo, esta perspectiva se modificóen2003con la publicación de Ecos de una arpa y otros textos inéditos, en cuyo prólogoGustavo Jiménez Aguirre afirma: “El poemarioque da título al libro y los ‘Cantares y plegarias aMaría’ son piezas tan valiosas para conocer elprimer taller de Nervo como aquellas que localizóMéndez Plancartepara Mañana del poeta […]Las que ahora salen a la luz llevan, también, lasmarcas del aprendizaje retórico escolar y lasesquirlas de la conformación modélica de la poseía sagrada que cultivaron Manuel Carpio, JoséJoaquín Pesado y una pléyade de árcades deenorme influencia dentro y fuera de los seminariosmexicanos. El sincero fervor mariano de estospoemarios enriquece la historia textual de Mañana del poeta”. Afortunadamente hoy sabemosque tanto ese librocomo Ecos de una arpa matizanla “vagainspiración”temprana de unpoetaen busca de su propiavoz.Paraencontrarla,Nervodebió salir del recintoclerical de Zamoraafinales de 1891,volvera la monotonía ruraldeTepicpor unos meses, y trasladarse —a mediadosdel año siguiente— a Mazatlán,Sinaloa,unpuertocosmopolita del Pacíficomexicano.Peroesees otrocapítulo de la Poesía dispersa deAmadoNervo.
En las “Notas preliminares” a su edición de 1938, Alfonso Méndez Plancarte señaló respecto a estas primeras composiciones nervianas: “Las transcribo intactas y cabales —sin ponerles mano sino en la corrección ortográfica, divertidamente desvalida—, y hasta recogiendo con el mayor cuidado las variantes que hallo en su texto”. Aquellas versiones de Botas no sufrieron mayores alteraciones en las Poesías completas de 1943, pero en las Obras completas de 1952 el editor mejoró sus criterios para la presentación de los textos. Por tratarse de la edición más completa y representar la última voluntad filológica de Méndez Plancarte, optamos por la versión de “Mañana del poeta” de la editorial Aguilar”.