P. Jaime Emilio González Magaña, S. I.
Uno de los aspectos que más agradezco a Dios en la vida que Él me ha regalado y que me ayuda en la lucha por ser fiel a mi vocación y a mis ideales, es el recuerdo de mi familia alrededor de una mesa, compartiendo los alimentos, las tareas escolares, la lucha diaria de mis padres para que no nos faltara nada, sobre todo el amor. En ocasiones, había correcciones y momentos de discusión por cuestiones que no eran compartidas por todos. ¡Mis hermanos y yo somos tan diferentes! Pero, aun en medio de las dificultades, había respeto y todos sabíamos que lo que más querían nuestros padres era nuestro bien y la felicidad común. La diferencia incluía a nuestros padres y ahora me doy cuenta que, seguramente por eso, se amaron y se respetaron tanto. Precisamente por eso, en el terrible cotidiano, en la lucha diaria por encontrar y vivir la vocación personal, los miembros de la familia pueden ofrecer sus diferencias como «sacrificios espirituales agradables a Dios» (1Pe 2,5) mediante «la vida de oración, con el diálogo suplicante dirigido al Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo» (Familiaris consortio N° 59).
Es más, la familia reunida para orar hace que Jesús habite en medio de ella (Cf. Mt 18,20). Ésta es una de las razones por las que las familias de antaño perseveraban y eran fieles, a pesar de las dificultades, de las diferencias y de las penurias económicas. Por eso eran capaces de frenar las intervenciones dañinas de personas inmorales y sin escrúpulos que, desafortunadamente, siempre las ha habido. Algo que se echa mucho en falta es que los recién casados inicien una práctica de esta oración familiar desde el principio del matrimonio. Pese a que no siempre es fácil desvelar los secretos de la propia intimidad con Dios delante de otra persona, aunque sea el cónyuge, es importante iniciar la oración en familia e ir perseverando, poco a poco. Por esto, es muy necesario y conveniente que los esposos aprendan a vencer un cierto respeto humano, una reticencia lógica a entregarse en su más íntima intimidad. Esto, sin duda, favorecerá a que se incremente el amor y en gran medida en que esta individualidad se profundice y se respete en su diversidad.
El diálogo orante y confiado beneficia el conocimiento mutuo, tal vez con mayor fuerza que la intimidad física, ya que invita a llegar a lo más secreto de cada uno y abandonar una cierta reserva que, muchas veces, permanece, aunque hayan pasado muchos años de vivir juntos. Se trata de una intimidad que confirmará el deseo de mutua fidelidad porque ayuda a entrar en los aspectos más personales, humanos y, tal vez, más hermosos porque es ahí donde se toca la debilidad y donde nace el deseo de amarse más, a pesar de conocerse “así”. Cuando la pareja dedica un tiempo a la oración, nace y se fortalece una amistad particular que, no solo les permitirá vivir una relación física hermosa y plena, como el verdadero amor, sino que vinculará el uno a la otra de una manera tan misteriosa como real, hasta tal punto que subsistirá incluso más allá de la muerte. Esto es tan cierto y posible que basta con recordar la práctica de nuestros padres, abuelos, familiares o amigos que nos han dado ejemplo. Igual que ahora, había muchas necesidades; se tenía que luchar por llegar al fin de mes y pagar las deudas, pero, a diferencia de hoy, había más tiempo para las cosas esenciales que, en nuestros días, o las hemos descuidado o, simple y sencillamente, hemos dejado en el olvido.
Y no hay que ser expertos en la oración ni hay que pensar que es difícil, tediosa o que nos quita mucho tiempo. Tal vez perdemos el tiempo, desaprovechamos momentos preciosos en los que, en lugar de interesarnos más en el otro, nos dedicamos a leer y responder a tantos mensajes sin sentido que recibimos en Face Book, WhatsApp, TikTok o cosas semejantes. La oración familiar puede iniciarse con el rezo tranquilo del Padrenuestro o el Ave María, con una simple jaculatoria, con la lectura de un salmo, con expresar una reflexión personal sobre un texto bíblico, o, simplemente, con compartir el examen del consciente sobre cómo nos ha ido durante el día, nuestros sentimientos positivos y negativos, de frustración y fracaso o de felicidad al haber superado situaciones de prueba y tensión en el trabajo, la escuela, con los amigos, etc. Al mismo tiempo, es necesario ser consciente de que, con el tiempo y las circunstancias, se tendrá que adaptar la oración, sobre todo, cuando se avance en edad, sus capacidades se modifiquen y cuando la pareja se conozca más. Será continuar este camino orante cuando los hijos sean adolescentes, cuando se casen o, no, y los problemas, en vez de disminuir, aumenten y, con ello, la vida se complique más de lo esperado.
Domingo 30 de julio de 2023.