Thubten Wangchen
Monje budista Tibetano en el Exilio
Estamos viviendo en el siglo XXI, una era de alto desarrollo tecnológico y material, pero también hay crisis de valores, de comprensión de la espiritualidad y de respeto a la naturaleza.
En general, podemos decir que el mundo es maravilloso, y que la vida humana es preciosa y tiene mucho valor. Los humanos somos responsables de esta tierra que nos da la vida: debemos respetarla, controlar los daños a la naturaleza, evitar la destrucción, las guerras y el sufrimiento.
Estamos experimentando graves acontecimientos como terremotos, tsunamis, incendios, cambio climático y una pandemia que se ha llevado a millones de vidas; vidas que se han ido sin el consuelo de estar acompañadas por sus seres queridos. Debemos sentirnos afortunados por haber escapado del COVID19. ¡Estamos vivos! ¡Agradezcamos tener un día más en nuestra vida!
Estamos asistiendo impotentes a invasiones como la de Ucrania, entre otros conflictos interminables como los de Siria, Afganistán, Líbano, Yemen, Ruanda, Jingyang …
Hace 64 años en Tíbet pasamos por lo que, lamentablemente, está viviendo ahora Ucrania. Cuando nos llegó la noticia de que Rusia invadía Ucrania, mi corazón dio un vuelco y mi mente se quedó inquieta. Sentí la necesidad de ir a ver personalmente cómo estaban los refugiados ucranios. Tenía un gran deseo de ayudar. Fuimos hasta la frontera y, a través de ONGs que están haciendo una importante labor en la zona, llevamos un poquito de bienes de primera necesidad, pero, sobre todo, teníamos la motivación de llevar un mensaje de paz, de ánimo y de esperanza. Pude estar tan solo tres días, pero lo suficiente para constatar el sufrimiento, la tristeza y el miedo.
Agradezco mucho a las ONGs y a los voluntarios y voluntarias que están ayudando a salvar la vida de quienes huyen de la guerra, ofreciéndoles un poco de confort, sobre todo a las mujeres que con sus niños tuvieron que dejar atrás a los hombres de la familia que no pudieron salir del país.
Todos esos desastres no han sido creados por Dios, ni por Alá, ni por el Buda. Somos los humanos los responsables de todas esas cosas negativas, pero no debemos olvidar que también somos los impulsores y responsables de todas las cosas positivas.
La vida no está libre de conflictos y sufrimiento. Todos los seres vivos, incluso los animales, buscamos poder vivir plenamente, con paz, felicidad, salud y éxito.
En este mundo hay diferentes tradiciones espirituales y religiones. Todas nos transmiten un mensaje común: ser buenas personas, tener buen corazón, hacer el bien a todos y no hacer mal a nadie.
¡Qué maravilla! Debemos recordar que somos grandes hermanos y hermanas espirituales, con mutuo respeto, para vivir en armonía. Nadie debe sentirse superior o inferior a nadie. Somos iguales. Tenemos el derecho de vivir bien y de dejar vivir bien.
Los pueblos originarios de todos los continentes, nos transmiten su sabiduría, cada uno a su manera. En la diversidad está la riqueza y todas las culturas han contribuido y siguen contribuyendo al desarrollo de la sabiduría universal. Pienso que nuestros ancestros nos están mirando y que, si actuamos mal, sentirán pena de este mundo moderno en el que vivimos.
En el budismo hablamos de compasión y sabiduría en el camino espiritual, y utilizamos la palabra sánscrita Karuna para la compasión, entendida como la motivación para ayudar a disminuir el sufrimiento de los demás.
Hay que tener gran compasión y amor hacia todos los seres, pero también la perfección de la sabiduría para eliminar todos los engaños mentales y la ignorancia. Y, ante todo, sobreponernos a las adversidades.
Nosotros, los tibetanos y tibetanas, hemos podido preservar nuestra cultura, idioma y filosofía, es decir, nuestra identidad, a pesar de estar sometidos a la opresión y persecución por parte del Gobierno de China. La resiliencia del pueblo tibetano es, a mi modo de ver, un ejemplo de que, a través de una lucha no violenta, se puede mantener viva una nación. ¡Tíbet sigue vivo! Gracias a la visión del Dalai Lama, su carisma, su mensaje de paz, su reconocimiento internacional, Tíbet es conocido en todo el mundo.
Con mis mejores deseos y la esperanza de que este mundo sea mejor, ojalá todos y todas tengáis paz interior, felicidad, ánimo, salud y nunca perdáis la sonrisa.
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