Analistas dicen que la situación “aún no toca fondo”; redes ecuatorianas, CJNG, De Sinaloa y surtidores colombianos controlan alijos de cocaína de Colombia, que se traslada al país y se reexporta a Centroamérica, México, EU, Europa y otros continentes
San José.— Una fotografía de hoy de Ecuador no sería de ninguna de sus famosas referencias geográficas en el volcán Chimborazo, en el punto que marca la mitad del planeta o en la riqueza natural del archipiélago de Galápagos.
Hoy la imagen de Ecuador es la de tierra de luto y en desconsuelo, postrada a un féretro por un asesinato político, rodeada por los principales productores mundiales de cocaína—Colombia, al norte, y Perú, al sur y el este—e infiltrada por los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG), las más poderosas mafias del narcotráfico global, para contrabandear drogas a Centroamérica, México, Estados Unidos, Europa, Asia y Oceanía.
Al explosivo mapa se sumó la ubicación de Ecuador, con Perú y Colombia, en un borde de un corredor marítimo al oeste con el Océano Pacífico para traficar estupefacientes del sur al norte de América en sincronía con los trillos aéreos y terrestres, en una explosión criminal que derribó fronteras.
El incendio político de Ecuador se agravó con el magnicidio ocurrido anteayer en Quito del periodista ecuatoriano Fernando Villavicencio, candidato presidencial del opositor Movimiento Construye, en un ataque de sicarios que, de acuerdo con indicios preliminares y sin descartar sorpresas, estarían al servicio de algún cártel mexicano y de sus operadores locales en redes de muerte, sangre y miedo.
“A mi esposo lo asesinaron porque fue el único que se enfrentó a las mafias políticas y a los narcotraficantes de este país”, tuiteó ayer la ecuatoriana Verónica Sarauz, esposa de Villavicencio.
Ecuador, que ayer cumplió 214 años de independencia de España y 44 de retorno a la democracia por la vía electoral luego de que en el siglo XX se caracterizó por tener gobiernos de facto, interinos, provisionales y juntas militares en golpes de Estado, amaneció al jueves con un duelo popular por el homicidio el miércoles de Villavicencio, con una población en desconcierto.
“Mi país se desangra. Estamos conmocionados”, narró la abogada ecuatoriana Marianella Irigoyen, especialista en Derecho Ambiental y coordinadora de Animal Libre Ecuador, organización no estatal de América Latina y el Caribe que combate el maltrato animal.
“Ecuador está de luto. Estamos viviendo una época muy oscura que tal vez nos tome muchos años salir”, dijo Irigoyen a EL UNIVERSAL al advertir que la creciente violencia contra perros, gatos y otros animales en su país solo es una inquietante referencia social que refleja el panorama de agresividad entre seres humanos que se propaga por esa nación.
“Todo está muy complicado: la situación no es nada alentadora”, agregó, al recordar que la zozobra se agudizó en momentos en que Ecuador se alista para acudir, el próximo 20 de agosto, a elecciones presidenciales y legislativas.
El crimen de Villavicencio colocó a Ecuador ante las horas y los días de mayor confusión sociopolítica en el siglo XII.
“El asesinato de Villavicencio no es más que un indicador de que Ecuador todavía no toca fondo”, afirmó el politólogo ecuatoriano Sebastián Mantilla, director ejecutivo del (no estatal) Centro Latinoamericano de Estudios Políticos (CELAEP), de Ecuador.
“Esto sólo es el inicio de lo que ya se ha venido diciendo: Ecuador se ha convertido en un narcoestado. Si a este escenario se añade la penetración del narcotráfico en la política y en las próximas elecciones, la situación es todavía más delicada aún para este país”, describió Mantilla a este diario.
“Por un lado el incremento de la actividad criminal del narcotráfico con influencia de los carteles mexicanos. Por el otro, un gobierno débil e incapaz para combatir al crimen organizado y un Estado penetrado por estos actores. El régimen de impunidad ha ayudado mucho a ello”, subrayó, al admitir que Ecuador se exhibe como un país “atado de manos”.
Pese a su vecindad con Colombia, primer productor de cocaína, y con Perú, el segundo, y a estar en la misma zona de Bolivia, el tercero, Ecuador logró sortear en el siglo XX las infiltraciones criminales de las fuerzas del narcotráfico.
Pero la situación varió en el transcurso del siglo XXI con un progresivo deterioro de la seguridad ecuatoriana que se agudizó al menos desde 2017 y 2018 para profundizarse, sin control y sin fructíferos resultados de las políticas, a partir de 2020 y hundirse en 2021 y 2022.
Las cadenas narcotraficantes de CJNG y Sinaloa consiguieron afianzarse en el conflictivo escenario ecuatoriano de la delincuencia organizada: Ecuador se convirtió en un crucial trampolín de salida del tráfico internacional de la cocaína producida en Colombia y en menor cantidad en Perú.
Las redes ecuatorianas, el CJNG y Sinaloa y sus surtidores colombianos controlan los alijos del estupefaciente elaborado en laboratorios clandestinos de Colombia, para trasladarlos a Ecuador y reexportarlos a Centroamérica, México, EU, Europa y otros continentes.
En la temible alianza participan múltiples factores colombianos en la línea de siembra, producción y recolecta de hoja de coca, materia prima de la cocaína, y en la de procesamiento, transporte y distribución del alcaloide.
Entre las organizaciones irregulares colombianas asociadas a los dos cárteles mexicanos para las distintas modalidades de contrabando están la insurgencia comunista del Ejército de Liberación Nacional (ELN), el cártel con germen paramilitar derechista del Clan del Golfo, las disidencias de la disuelta guerrilla comunista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y las restantes bandas criminales.
Entre las rutas aéreas, marítimas y terrestres tradicionales originadas en Colombia están las que van a Panamá, Venezuela, Brasil y otros destinos, pero también se forjó la de Ecuador como eslabón clave para un tránsito anual de unas 580 toneladas de cocaína por tierra desde suelo colombiano, de acuerdo con datos oficiales ecuatorianos.
“Las pandillas (ecuatorianas) están luchando por control territorial y han aumentado sus actos de violencia”, aseguró ayer Human Rights Watch (HRW), organización no estatal global de Washington de defensa de los derechos humanos.
Sinaloa y CJNG llevaron a Ecuador a su peor crisis de inseguridad sin precedentes en un despliegue de violencia en componenda con sus socios ecuatorianos: Los Tiguerones” y “Los Lobos”, con CJNG, y “Los Choneros”, con Sinaloa, según fuentes policiales y militares ecuatorianas.
HRW precisó que la tasa de homicidios de Ecuador aumentó de 13,7 a 25 por cada 100 mil habitantes de 2021 a 2022, se colocó como “la más alta” en su historia, emergió como “significativamente superior a la media mundial de 6 por cada 100 mil habitantes y alimentó un pronóstico acerca de que “aumente aún más” en 2023.
Al alertar que “el aumento” del crimen organizado amenaza “la vida de los ecuatorianos y sus instituciones”, la abogada colombiana Juanita Goebertus, directora para las Américas de HRW, citó que dos de cada tres ecuatorianos se sienten inseguros “al caminar solos por la noche”.
Por eso, la fotografía de hoy en Ecuador no es Chimborazo o Galápagos ni mitad del mundo: es de honda amargura.