Sólo en Casa Tochán, un refugio para indocumentados al oriente de la CDMX, no cabe nadie más; hay 125 personas y 71 lugares para dormir, pero siguen llegando…
En el sillón ya no cabía un niño más. Todos con un plato hondo en mano, lleno de cereal con leche, escuchaban la plática entre los adultos.
Así como el sofá, en Casa Tochán, al poniente de la Ciudad de México, ya no cabe nadie.
El albergue es conocido por recibir a todos, pero la saturación los obligó a poner un letrero: “Lo sentimos, ya no hay espacio. No insista”.
Esta asociación civil sobrevive de la solidaridad de la gente. No tiene lazos con el gobierno o con la iglesia, a pesar de haber sido fundada por el padre Monseñor Romero en los 80.
La directora del lugar, Gabriela Hernández, una señora de pelo corto y sonrisa permanente, detalla que hay 125 personas en un espacio con 46 camas y 25 colchonetas. “(Antes) decíamos ‘bueno, a ver dónde (los acomodamos)’, pero ahorita no tenemos ningún espacio libre”.
Y esto se hace evidente al caminar por el lugar. Hay colchones y colchonetas recargados en todas las paredes, listos para ponerlos en el suelo una vez que llegue la noche.
Entre enero y julio de 2023, el Instituto Nacional de Migración (INM) ha reportado 317 mil 334 extranjeros no documentados en México, de los cuales se ha deportado a 2 mil 988, y se ha devuelto por retorno asistido a 28 mil 366.
En todo 2022, el INM contabilizó 441 mil 409 migrantes que ingresaron sin documentos, de los cuales se deportó a 4 mil 143 y se devolvió por retorno asistido a 104 mil 900.
El flujo de migrantes que atraviesan México hacia Estados Unidos va en aumento otra vez pese a una caída inicial tras el fin del Título 42, advirtió en junio Dana Graber Ladek, jefa de misión de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) en México, en entrevista con la agencia EFE.
“Estamos viendo un aumento paulatino de las personas, de los flujos”, aseguró la directiva.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) detalló que en la frontera con México hubo un aumento en los arrestos de migrantes entre junio, que se detuvo a 144 mil 556 migrantes, y julio, con 183 mil 503.
En Casa Tochán, la saturación es tanta que se vieron obligados a rentar un departamento para las mujeres. “Ya nos lo van a quitar porque la señora lo renta para cinco personas y nosotros hemos metidos hasta a 22 mujeres”. La dueña no está contenta y Gaby no sabe qué hacer.
El fin de semana pusieron una carpa en la banqueta, con la esperanza de que eso ayudara con el sobrecupo y 22 personas tuvieron que pasar la noche en este espacio, que, lejos de ayudar, perjudicó más.
“Llegaron más migrantes y exigían que les diéramos servicio”, cuando ya no cabe nadie más.
Pidió al gobierno de la capital y a la alcaldía Álvaro Obregón que ayuden con este problema.
Entre los migrantes, unos están esperando la cita del CBP One, programa del gobierno de Estados Unidos con el que buscan organizar los flujos, y otros simplemente buscan llegar al país norteamericano.
Lucía, una joven venezolana que viaja con su hermana y cinco niños, aseguró que “lo peor de todo el viaje ha sido desde Tapachula (Chiapas) hasta la Ciudad de México. Eso y el Darién”. Lamenta que en su trayecto por México se ha tenido que enfrentar constantemente a la extorsión.
Relata que a los migrantes nadie les quiere vender boletos de autobús, por lo que tienen que buscar combis y además del costo del boleto, en cada localidad a la que llegan tienen que pagar a quien controla el territorio.
Ya en Casa Tochán, los problemas no han faltado. Antes del refugio, para alimentar a los menores, la hermana de Lucía pasó cinco días sin comer, por lo que terminó en el hospital; ya fue recibió su alta médica, pero Lucía no pudo ir a su primer día de trabajo en labores de limpieza, para cuidarla.
Las enfermedades son comunes entre los migrantes. Hendry, otro venezolano que encontró refugio en el lugar, relata que viaja con sus tres hijos y que a todos les ha dado diarrea y vómito.
A diferencia de Lucía, él se muestra más cansado. No tiene ansias por salir, sino que prefiere esperar a tener la cita por parte de las autoridades estadounidenses, aunque reclama que es un proceso lento.
Dice que ya con la cita debería poder moverse libremente por México. Aunque los rumores que le han llegado le preocupan, por los gastos que va a tener que hacer.
“El boleto sale entre mil 400 y mil 600, pero aparte hay que llevarse como 3 mil o 4 mil porque van a martillar mucho los policías, los retenes”.