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Stefan Vanistendael expone cinco factores que los investigadores han encontrado en historias de vida resilientes, lo que llamamos “factores protectores”. Son antídotos contra la derrota, la fuente de nuestra capacidad de resistencia y adaptación.
El primero es el apoyo social. El soporte social nos habla de relaciones humanas, de gente que nos ayuda, que nos aconseja o escucha en los malos momentos. Pero no es suficiente con su disposición a echarnos una mano. También juega un papel nuestra capacidad para dejarnos querer y cuidar a los demás.
El segundo factor protector es la capacidad de dar sentido a lo vivido. Es tener respuesta a las grandes preguntas como: ¿qué hago en este mundo? Pero también en las pequeñas preguntas cotidianas. Esta capacidad se pone a prueba en las situaciones complicadas y nos ayuda a encontrar razones para no rendirnos o, incluso, para entender que existen dolores inútiles y otros que nos ayudan a crecer.
El tercer factor protector es la autoestima. La forma en que nos miramos a nosotros mismos ante las dificultades incrementa o disminuye las posibilidades de salir adelante. Lo que pensamos sobre nuestras capacidades, cómo nos sentimos, cómo nos cuidamos… Todo esto también activa o desactiva nuestra energía ante la adversidad.
El cuarto factor protector es tener competencias o capacidades prácticas… Ser hábil construyendo algo, saber cantar, bailar o cocinar… Tener habilidades, en general, y, de manera especial, tener habilidades sociales. Saber comunicarnos, saber escuchar, pedir perdón, dar las gracias, hacer o recibir críticas… Todo esto nos hace más fuertes.
El quinto factor protector es el sentido del humor. Nos ayuda a aceptar la fragilidad como parte de nuestra condición humana y a distinguir lo fundamental y lo accesorio.
Las personas con resiliencia personal favorecen la resiliencia comunitaria que necesita el compromiso con uno mismo y con los demás, la confianza, una comunicación clara, cooperación, aprender de los errores, ofrecer soluciones conjuntas frente a un problema y un fuerte marco ético.