“Genocidio” es la palabra que acaba de emplear Luis Moreno Ocampo, ex procurador de la Corte Penal Internacional, a propósito de lo que está haciendo el gobierno de Azerbaiyán con los armenios del Alto Karabaj. En derecho internacional, ese pequeño territorio, grande como el estado de Aguascalientes, poblado de armenios, pertenece a Azerbaiyán desde la definición de las fronteras de las repúblicas soviéticas en el seno de la URSS. A la hora de la perestroika, cuando las naciones despertaron, los armenios del Karabaj pidieron su incorporación a la Armenia vecina. Incapaces de lograr un acuerdo, los dos países entraron en una guerra que no termina. En una primera etapa los armenios fueron victoriosos y ocuparon, en 1994, distritos azeríes para establecer la continuidad territorial entre Armenia y el enclave. Casi treinta años después, el 27 de septiembre de 2020, el ejército azerí rompió el precario alto al fuego y en 40 días puso de rodillas a Armenia. La victoria absoluta le tocó al rico Azerbaiyán, apoyado por Turquía, sobre la pequeña y pobre Armenia, abandonada por su protector, Rusia. Putin no había apreciado que un movimiento popular derrocara al gobierno que era su vasallo.
Putin intervino en el último momento para evitar que la guerra pasara del Karabaj a Armenia misma. La rendición armenia implicó la devolución inmediata de los territorios ocupados: el 9 de noviembre 2020, Rusia, Armenia y Azerbaiyán firmaron un acuerdo de cese de hostilidades. El acuerdo no dice nada del futuro del enclave, pero garantiza la existencia de un corredor (llamado Lachin) de 5 km de ancho, para asegurar la conexión del Alto Karabaj con Armenia. Un contingente ruso de 2,000 soldados con armas pequeñas debe proteger el corredor durante cinco años, con prórroga automática…
Azerbaiyán recuperó legítimamente sus provincias, pero desde que Putin lanzó su Operación Militar Especial contra Ucrania, ha dejado de respetar el corredor. En diciembre de 2022, empezaron a instalar barreras; luego, al comprobar la impotencia total de la pequeña fuerza de paz rusa, instauraron progresivamente un bloqueo que, desde el 7 de julio pasado, es total, hasta para la Cruz Roja Internacional. Entrevistado por Le Monde (9 de agosto), Elchin Amirbayov, diplomático de carrera, encargado de las negociaciones sobre el Karabaj, justifica así la decisión de su gobierno: “El corredor debe ser utilizado exclusivamente a fines humanitarios, como lazo importante entre Armenia y Karabaj en Azerbaiyán. Por desgracia los armenios hacen un uso abusivo de esa ruta para meter armas y exportar minerales. La cifra de 120,000 armenios es muy exagerada. Estimamos que no hay más de 50,000, de los cuales 10,000 están armados”. Tenemos otros datos para el encargado.
Lo que no dice es que el 14 de junio la Cruz Roja Internacional ha entregado el último gramo de pan, y la última aspirina el 7 de julio. Un mes después de la entrevista, el 15 de agosto, se registró el primer muerto por malnutrición crónica en el enclave. La penuria es total: alimentos, medicamentos, gasolina… El 16 de agosto el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió urgentemente, pero fue incapaz de conseguir algo, a pesar de que EEUU y Rusia estuviesen de acuerdo. El hambre es el arma utilizada por el gobierno azerí, “la hambruna es el arma invisible del genocidio en curso”, dice Luis Moreno Ocampo.
En su editorial del 5 de septiembre, Le Monde afirma que el bloqueo del Alto Karabaj debe cesar cuanto antes. Comenta que el presidente azerí Ilhan Aliev quiere acabar de una vez con la cuestión armenia en Azerbaiyán. Se da cuenta que nadie puede o quiere, lo que da lo mismo, ayudar a esos armenios. Que mueran o que se vayan. Aliev les ofrece escoger entre la maleta o el ataúd. Así se realizará la soñada limpieza étnica sin un balazo, sin que corra sangre. Fortalecido por la impotencia del Consejo de Seguridad de la ONU, el presidente azerí no le teme a la Corte Penal Internacional. Recuerdo la canción de Charles Aznavour sobre los armenios que cayeron, ante la indiferencia del mundo, “convertidos en minúsculas flores rojas, cubiertas por un viento de arena y después por el olvido”.
Historiador en el CIDE