Jesús Álvarez del Toro // Las advertencias de Luis Gustavo Franco

Luis Gustavo Franco

                Muchas han sido las voces que se levantaron en contra del ecocidio que, paulatinamente, hemos cometido con nuestras tierras de cultivo. En diversidad de ocasiones, hombres y nombres de esta prolífica tierra se desgañitaron en pos de la armonía que requería nuestro entorno para un crecimiento ordenado.

          Desde principios del siglo XX se nos dijo que la ciudad debería crecer, en el futuro inmediato, hacia el oriente; pero tozudos y ambiciosos, hicimos lo contrario. Hoy sufrimos las consecuencias y lo más lamentable del caso, es que continuamos encementando las poquísimas tierras de cultivo que nos quedan.

          Hace poco más de cuatro décadas que un cura lugareño nos advirtió, con la fortaleza de sus palabras, del triste futuro que ya nos alcanzó.

          Con pluma en ristre, como moderno quijote, no se amilanó ante las diversas manifestaciones que causaban sus escritos; 43 años después, transcribo uno de los artículos de quien marcó el destino de varios zamoranos. Me refiero a Luis Gustavo Franco, de quien transcribo su ilustrador artículo sobre el fraccionamiento “Generalísimo Morelos” y que subtituló: “Así se aplasta al pueblo”.

“La tierra no es negociable, es patrimonio del hombre. Tierra de pan llevar se llamaron estas de nuestro fértil valle, roturadas y cultivadas con cariño, con amor. Hasta que llegaron los vándalos a hacer pedazos el campo de trabajo, el pan de todos. Con una corta inversión, el enriquecimiento, rápido y fácil. Los pobres se quedaron con su azadón inútil, su miseria y su tequila, la desgracia por herencia. En los bancos las cuentas engruesan y las casas de los nuevos ricos se llenan de cosas inútiles, sangre de pobres.   

De la mejor tierra era ésta que ahora se cubre de cemento y basura en lo que ya se escuda bajo el altísimo nombre del Siervo de la Nación, del libertador, Generalísimo Morelos. Porque hay que resguardarse para la injusticia y el atraco detrás de un héroe o un político prominente.

A orillas de esas tierras, entre el desagüe y la carretera, un gobernante dotó de un pedazo de tierra para sus míseras casas a algunos pobres. Medio año polvo, medio lodo, siempre la porquería corriendo por el desagüe, pero al fin un pedazo donde caerse muerto, un desagüe para la inmundicia, un pedacito donde criar un animal.

Pero un mal día llegó el fraccionador con mucho dinero y dijo esta tierra es mía, compró gritos y calumnias de periódicos chantajistas, influencias y jueces. Contra leyes y declaraciones se borró el desagüe y se lanzó a los vecinos contra la carretera.

Los vecinos pueden seguir un largo pleito judicial, pero no se asuste el fraccionador, no lo harán, son gente que trabaja para vivir, que no cuenta con influencias políticas, a quienes hacen esperar días enteros en desesperantes antesalas en Morelia, gente de nada al fin con quien se puede comerciar como objetos, a quienes se puede aplastar con un montón de billetes.

No volverán a hablar, se sumirán en su desgracia y su impotencia. Yo les presto hoy mi escasa voz para gritar esta injusticia, para decir que es ésta la violencia que luego estalla desesperada, que es ésta la sangre de pobres que clama venganza al cielo, que así es como se aplasta al pueblo”. (Febrero 13 de 1977. GUÍA Página 13)

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JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO

Jesús Alvarez del Toro, licenciado en Historia. Director del Museo de Zamora, Cronista de la ciudad de Zamora.

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