Para el escritor, que publica nuevo libro, América Latina está papando moscas. La felicidad en México sólo es una excusa, dice, para disimular el fracaso económico
Las revueltas populares en Chile, de 2019, que ocurrieron en un momento en que esa nación había mejorado bastante su situación económica, llevaron al periodista y escritor argentino Andrés Oppenheimer a preguntarse ¿por qué ocurrían esas revueltas? y, sobre todo ¿cómo puede ser que Chile, el país que más había crecido económicamente y más había reducido la pobreza, tuviera tanta gente infeliz que saliera a las calles pidiendo un cambio total?
La inquietud era profunda, no sólo porque a las revueltas populares en Chile le siguieron manifestaciones en otros países de América, como Perú y Colombia; pero, además, Oppenheimer se dio cuenta que así había comenzado la Primavera Árabe en el norte africano, en Túnez, el país donde empezó la revuelta en África, aunque se tratara, al mismo tiempo, de la nación que más crecía económicamente y más reducía la pobreza.
Aquel detonador social y económico dio lugar a una investigación periodística que Andrés Oppenheimer realizó durante seis años en países como Gran Bretaña, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Bután, India y China, y que derivó en su libro ¡Cómo salir del pozo! Las nuevas estrategias de los países, las empresas y las personas en busca de la felicidad, que acaba de publicar con Debate y en el que el periodista explora esta ola de descontentos, al tiempo que confirma que el crecimiento económico —que es el parámetro usado para medir el progreso— es necesario, pero no suficiente para incrementar la felicidad de los seres humanos.
“Cada vez más gente tiene carros, cada vez más gente tiene televisores con pantallas gigantes, cada vez más gente tiene tabletas, pero somos cada vez más infelices”, asegura a EL UNIVERSAL el periodista que en 1987 fue ganador del Premio Pulitzer junto con el equipo de The Miami Herald por descubrir el escándalo Irán-Contras, que conduce el programa Oppenheimer presenta, en CNN en Español, y que es autor de varios libros, entre ellos: Cuentos chinos, ¡Sálvese quien pueda! y ¡Crecer o morir!
¿Existen gobiernos donde hay políticas públicas con base en la felicidad?
Los hay. Fui a los países escandinavos, que salen en los primeros lugares de los ranking de felicidad; fui a Israel, que salió número cuarto en el nuevo ranking del Reporte Mundial de la Felicidad que hacen para Naciones Unidas; fui a Gran Bretaña, donde están haciendo cosas muy innovadoras para aumentar la felicidad; fui a India, donde están las escuelas públicas de la felicidad; fui a Bután, que es un reino budista que queda en la frontera entre India y China, que es el primer país del mundo que adoptó el producto Interno bruto de la felicidad en lugar del Producto Bruto Interno.
Y después entrevisté a los máximos gurúes de la felicidad en las empresas, porque me di cuenta que gran parte de la infelicidad es laboral. Hay una encuesta que cito en el libro, también de Gallup, que dice que el 20% de la gente se siente miserable en su trabajo y otro 60% se siente indiferente. El número de gente que está feliz en su trabajo es 20%. Ahí surge mucha de la infelicidad que tenemos en nuestros países hoy en día.
¿A los gobiernos latinoamericanos les interesa hacer felices a sus sociedades?
Los nuestros están papando moscas, si hablan de la felicidad es para tratar de esconder o de justificar sus fracasos económicos, como diciendo “bueno, no crecimos, pero somos más felices”. Eso es un cuento chino, eso no funciona. Los países tienen que crecer para reducir la pobreza; sin crecimiento no hay reducción de la pobreza verdadera. Pero, de la mano del crecimiento tienen que adoptar políticas para aumentar la felicidad.
¿Cree que esa concepción de felicidad sea entendida por el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando habla de la felicidad del pueblo?
El Presidente de México prometió durante la campaña, que México crecería 4% anual, bueno, está lejísimos de haber logrado eso, entonces ahora dice que no, que lo importante es la felicidad. Eso es una excusa para disimular un fracaso económico, eso no ayuda para nada a la felicidad.
Y como él, Alberto Fernández, en Argentina. Muchos otros se escudan en el argumento de la felicidad para disimular sus fracasos económicos, pero además no es cierto que seamos felices. Los latinoamericanos no estamos entre los primeros lugares de la lista de la felicidad, de hecho, no hay ningún país latinoamericano. Los rankings que los expertos toman más en serio son lo que ellos llaman los rankings de satisfacción de vida, en que te preguntan: “En una escala de 1 a 10, cuán satisfecha estás con tu vida” y cuando te preguntan eso tú incluyes, si vives en una vivienda digna, si tienes comida para llegar a fin de mes, si ganas un salario digno, si tienes un trabajo más o menos que te satisface.
Además, al presidente López Obrador no le gustan las estadísticas y menos mira hacia afuera.
El de México es un gobierno que se quedó dormido y que se quedó mirándose el ombligo, y es tristísimo porque el gobierno de México no ha hecho un desastre como el de Venezuela, o sea, no acabó con el país, pero se está perdiendo la oportunidad del siglo, y quizás de milenio, porque lo que está ocurriendo ahora en el mundo es una estampida de las multinacionales, de China, que era la fábrica del mundo hacia otros países; las multinacionales están buscando países cerca del mercado de Estados Unidos, donde poder trasladarse y México es el país que más podría beneficiarse de esto y no lo está haciendo.
¿Considera que México ha perdido oportunidades de crecer y dar felicidad?
Mira lo que pasó a principios de este año en el Foro de Davos, ahí van los grandes dueños de las multinacionales más grandes del mundo, ahí tendría que ir el Presidente de México y decir: “Señores, vengan a México, vengan a invertir, estamos al lado de Estados Unidos, se pueden ahorrar un dineral en costo de transportes, estamos en la misma zona horaria, pueden producir muchísimo más y mejor”, pero no fue, ni siquiera mandó al secretario de Relaciones Exteriores; o sea, se están perdiendo la oportunidad del siglo.
¿Cree que es posible aplicar estrategias para la felicidad en un país con altísimos índices de corrupción, de impunidad, de violencia y de feminicidios?
Yo elegí las cosas aplicables a nuestros países, por supuesto que no estoy diciendo que hay que dejar de hacer todas las cosas que hay que hacer, pero, por ejemplo, en materia de corrupción, que es uno de los grandes problemas que tenemos, en Nigeria, que es un país tan corrupto o más que México o que Argentina, en las escuelas se está empezando a enseñar a los niños a cómo combatir la corrupción y lo hacen con historias ejemplares, por ejemplo, en los libros de texto.
Hay muchas cosas que podemos aprender en nuestros países, pero debemos tener una visión periférica, no podemos estar ensimismados, creo que es uno de los grandes problemas de México ahora, sino ver las cosas que se están haciendo en otras partes del mundo, miremos lo que están haciendo. Tomemos lo que funciona, no tomemos lo que no funciona.
¿Cómo revertir la insatisfacción, la desesperanza y la infelicidad?
Tenemos que empezar a poner el tema de la felicidad en el centro de la agenda política y periodística, porque de qué nos sirve hablar del crecimiento económico y de la democracia y de todo lo demás, si no ponemos todos estos instrumentos al servicio de mejorar la felicidad. Yo no digo que una cosa reemplace la otra, yo digo que el crecimiento económico es indispensable, pero no es suficiente para aumentar la felicidad, tenemos que crecer económicamente como países, pero, además, tenemos que adoptar estrategias para aumentar la felicidad.