El impulsor de los Premios Nobel amasó su fortuna gracias a la invención de la dinamita
Alfred Nobel (1833-1896) creó los galardones que llevan su nombre para reconocer grandes descubrimientos que se hicieran cada año en beneficio de la humanidad. Pero, ¿quién era Nobel y qué lo empujó a crear los premios más importantes y prestigiosos del mundo?
Alfred era hijo de Andriette Ahlsell e Immanuel Nobel, un empresario sueco que hizo fortuna en Rusia construyendo fábricas, maquinaria y armamento para el gobierno ruso. Alfred estudió ingeniería y química y creó también sus propios inventos: ¡a lo largo de su vida registró hasta 355 patentes!
Nunca se casó y no tuvo hijos. Por ese motivo, decidió que parte de su fortuna se usara para crear unos premios que premiaran a grandes pensadores y científicos en el campo de la física, la química, la medicina, la literatura y la paz.
El inventor de la dinamita
Alfred era un chico tímido, curioso y muy inteligente. Le gustaba mucho leer y hablaba cinco idiomas: sueco, ruso, francés, inglés y alemán. Cuando era pequeño, se imaginaba siendo poeta (le gustaban mucho Lord Byron y Shelley) pero su padre quiso que entrara en el negocio familiar.
Se formó como ingeniero y químico con algunos de los científicos más importantes de la época. Siguiendo los pasos de su padre, que había inventado minas y torpedos, Alfred realizó experimentos con la nitroglicerina, un material altamente inestable y explosivo que se había descubierto en 1846.
A raíz de sus investigaciones inventó la dinamita, un explosivo que, desgraciadamente, tuvo mucho éxito. La gran demanda de dinamita durante las guerras europeas que se sucedieron en los siguientes años convirtieron a Alfred Nobel en un hombre muy rico.
¿Un dilema moral?
Alfred Nobel siempre se consideró a sí mismo un pacifista, aunque su principal fuente de ingresos fue la producción y comercialización de dinamita, un explosivo que se utilizaba sobre todo en las guerras.
Aunque su biografía oficial no lo recoge, la historia cuenta que Nobel creó los premios para compensar el daño que –indirectamente– había causado al inventar la dinamita. Sin embargo, esta versión no está confirmada y la verdad es que Nobel nunca renegó del negocio de la guerra.
En una carta a la activista pacifista Bertha von Suttner, Alfred Nobel aseguraba que las armas tenían un efecto disuasivo mayor que las manifestaciones y las campañas por la paz.
El día en que dos ejércitos se enfrenten y se aniquilen en uno al otro, estoy seguro de que todas las naciones civilizadas del mundo retrocederán con horror y desarmarán a sus tropas”
Alfred Nobel
Nobel murió en 1896. No llegó a presenciar la terrible destrucción de la Primera Guerra Mundial para darse cuenta de lo equivocado que estaba.