Tras golpes del gobierno, el CIDE sufre éxodo académico

La desaparición de fideicomisos, cátedras y el control de la agenda de investigación contribuyeron a que una tercera parte de los investigadores de tiempo completo decidiera dejar la institución

La declaración del presidente López Obrador sobre el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), en enero de 2022, cuando lo describía como una versión “muy parecida” y “de segunda” del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) fue una descalificación que antecedió el embate que se ha cristalizado en el éxodo de cerca de una tercera parte de los profesores-investigadores de tiempo completo del Centro en esta administración.

Para Pablo Mijangos, quien de 2009 a 2023 fue profesor-investigador de la División de Historia del CIDE Santa Fe, la crisis coincide con la llegada del gobierno actual y sucedió de una forma gradual. En un principio, la Ley de Austeridad Republicana afectó los ingresos del Centro, pero con el estado de alerta que desató la pandemia, “vino el asalto al fideicomiso del CIDE, que era una bolsa de ahorros autogenerados por la institución y servían para pagar prestaciones laborales, apoyar a estudiantes y diversos gastos de la institución, lo cual no se podía cubrir con el presupuesto anual porque es limitado por las reglas de Hacienda. Esa limitación se compensaba con el fideicomiso”.

Mijangos, por cierto, es un ejemplo muy concreto de la fuga de maestros; actualmente trabaja en el Departamento de Historia de la Universidad Metodista del Sur (SMU), en Estados Unidos.

Pero en el camino hacia este éxodo también hubo motivos ideológicos. “Alguien convenció al Presidente de que los fideicomisos eran una bolsa que podía salvarnos tras la pandemia y decidió extinguirlos», recapitula Mijangos para explicar las razones que lo llevaron a abandonar la institución y Alejandro Madrazo, exdirector del CIDE región Centro, abunda: “La extinción de los fideicomisos de los Centros Públicos de Investigación es un error, pero en particular, en el caso del CIDE, es algo grave. El CIDE había logrado hacer de su fideicomiso un vehículo eficiente y transparente para obtener y administrar recursos de fuentes distintas al presupuesto federal, lo cual le daba una enorme agilidad para poder desplegar investigaciones sobre los temas oportunos”.

Ambos coinciden en que el CIDE surgió con un espíritu excepcional, que permitía la investigación con una agenda innovadora y con autonomía de los espacios políticos. En otras palabras, la puerta estuvo abierta a la pluralidad ideológica.

“Cuando empieza el golpeteo de los fideicomisos, para mí fue una señal de alerta fuerte y clara. Yo recuerdo que, cuando entré al CIDE, 40% del presupuesto del CIDE era dinero autofinanciado a través de los fideicomisos, dinero que el propio CIDE conseguía y que le permitía tener independencia frente al gobierno”. A la decadencia del CIDE le siguieron las acusaciones de María Elena Álvarez- Buylla contra Sergio López Ayllón, director del Centro, indica Mijangos, señalándolo como la cabeza de la oposición y bloqueando la actividad del CIDE, lo cual presionó la renuncia de Ayllón. Sobre el posterior nombramiento de José Antonio Romero Tellaeche como interino, cuenta que lo vio, en primeras juntas, decir que no sabía que el CIDE estaba organizado por divisiones. “Él venía con la consigna de purgar a la institución de enemigos de la 4T”.

La desaparición de fideicomisos devino, por cierto, en programas que iban de la mano de las divisiones abandonadas: la de Administración Pública, la de Derecho; la desaparición del Programa de Periodismo.

Madrazo, por ejemplo, tenía un diplomado del Programa de Política de Drogas y durante ocho meses no pudo pagarles a los docentes porque el gobierno los ignoraba.

A los cambios estructurales se unieron las diferencias ideológicas, algo que demuestra bien el caso de Madrazo, quien, tras haber grabado un video en favor de las Cátedras Conacyt (fundamentales para construir la sede de la Región Centro) éstas empezaron a ser atacadas por Álvarez-Buylla; el video en el que fue cuidadoso de no atacar a nadie, fue tratado con animadversión por Romero Tellaeche. Un conflicto que se alargó hasta la destitución de Madrazo y después su renuncia. “Visibilicé el enorme valor de las Cátedras Conacyt para construir los programas; daban el 35% de los cursos en la licenciaturas en políticas públicas del CIDE Centro. Habíamos llegado a tener 12 plazas de cátedras Conacyt, que eran casi la mitad de investigadores de la sede (…) El intento de control político tenía que ver con la agenda de investigación que desplegábamos en el CIDE y no era afín en algunas cosas al gobierno. Nuestras investigaciones demuestran que la intervención del Ejército en el combate a la delincuencia organizada ha sido contraproducente. Eso no le gusta al gobierno”. Entonces, fue la fuga también de Madrazo: presentó un sabático de un año, que permite un retiro en pos de la profesionalización sin perder la plaza; hoy es director académico en un sistema de universidades privadas.

De las 184 plazas sindicalizadas que tiene la institución en su sede en Santa Fe, 120 corresponden a profesores-investigadores de tiempo completo. De los que, al menos, 40 se han ido de la institucional y 20 de estos han decidido tomar un año sabático o licencia. Las demás plazas pertenecen a un esquema diferente: profesores invitados, personal administrativo con plaza de maestro, cursos con los autogenerados de los fideicomisos. Mientras que la sede Centro, que llegó a tener 30 profesores activos, hoy tiene, entre profesores-investigadores, asociados, invitados y visitantes sólo 13. “Para reconstruir la sede del Centro habría que invertir los 12 años que lo llevaron a construirse”, abunda Madrazo.

Para Catalina Pérez Correa, quien fuera Profesora e Investigadora de la División de Estudios Jurídicos de la región Centro y parte del Comité de Ética, la gran pregunta no es sólo sobre lo que pasa con la gente que renuncia o pide licencia, sino quiénes llegan. Cuenta que quien sustituyó a Madrazo es la regidora por Morena de Calvillo, Aguascalientes; la directora de maestría de Periodismo y Políticas Públicas fue destituida para poner a alguien afín ideológicamente a John Ackerman, continúa: “Vemos a Romero contratar a su amigo de la Universidad Autónoma de Guanajuato que está jubilado y que no tendría por qué estar allí”.

 “Si a Romero lo tratan de someter a las leyes del CIDE te denuncia, te amenaza, hace lo que quiere con las plazas. Metió a gente sin concursos; hizo todo de forma ilegal y violatoria a los estatutos. ¿Qué hago en un lugar donde el director se comporta como un pequeño dictador?”, pregunta.

Un profesor que pide guardar anonimato y que ha visto de cerca el éxodo atribuye la fuga, además, a las condiciones laborales: “Los profesores del CIDE hemos sido pacientes, no hemos estallado a huelga. Los pagos a profesores no se han regularizado desde que desapareció el fideicomiso, por eso se va la gente, por eso renuncian”.

Un problema central es que profesores reconocidos por grandes universidades (Pérez Correa, por ejemplo, se formó en Stanford) abandonan la educación pública, la Ciudad de México o el país. “La fuga de cerebros representa la pérdida inmediata de ese capital humano y la incapacidad de construir una masa crítica de primer nivel. He visto alumnos de Harvard Oxford desistir de volver porque no ven las condiciones de tener una carrera académica libre del golpeteo del gobierno«. concluye Madrazo.

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