La conmovedora procesión a lo largo de las 14 estaciones que discurren entre el santuario de la Flagelación y el Santo Sepulcro se llevó a cabo en una jornada particular: la elegida por el papa Francisco para el ayuno, la oración y la penitencia por la paz en Tierra Santa.
Silvia Giuliano
(ZENIT Noticias / Jerusalén).- En Jerusalén, frailes y religiosos han vuelto a implorar la paz y esta vez lo han hecho celebrando y rezando el viacrucis por su tradicional recorrido de la Vía Dolorosa. La devoción se había suspendido desde que comenzó el conflicto.
El viernes 27 de octubre, la conmovedora procesión a lo largo de las 14 estaciones que discurren entre el santuario de la Flagelación y el Santo Sepulcro se llevó a cabo en una jornada particular: la elegida por el papa Francisco para el ayuno, la oración y la penitencia por la paz en Tierra Santa. Estaban invitados a unirse “todas las hermanas y hermanos de las distintas confesiones cristianas, los que pertenecen a otras religiones y todos aquellos que desean la paz en el mundo”.
Habitualmente concurrida por peregrinos y fieles, que en este momento no pueden llegar a Tierra Santa, el viacrucis contó principalmente con la participación de los fieles locales y los franciscanos. Estuvieron encabezados por el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, el Patriarca Latino de Jerusalén, cardenal Pierbattista Pizzaballa, el nuncio apostólico para Israel y delegado apostólico para Jerusalén y Palestina, monseñor Tito Yllana, y por el vicario patriarcal para Jerusalén, monseñor William Shomali.
La vigilia de oración en San Salvador
Al final del viacrucis, en la iglesia de San Salvador, tuvo lugar la vigilia de oración, casi simultáneamente con la hora de oración convocada por el Santo Padre en Roma, en la plaza de San Pedro. El Custodio de Tierra Santa presidió la vigilia bajo la mirada del Ecce Homo de Arcabas, pseudónimo del artista francés Jean Marie Pirot cuya obra, de un fuerte impacto emocional, estaba expuesta al pie del altar.
«Me gustaría recordar las palabras proféticas del evangelio de las Bienaventuranzas (Mateo, 5,1-12) que acabamos de leer – subrayó fray Francesco Patton –, en las que Jesús propone algo a contracorriente respecto a la mentalidad común: hoy ese mensaje radical se llama perdón. La vigilia quiere recordar las palabras de San Juan Pablo II: “No hay paz sin justicia y no hay justicia sin perdón”, porque el perdón es lo que nos identifica como cristianos. Siempre es necesario hablar del perdón, sobre todo en entornos dominados por el odio y la venganza, donde es difícil lograr la reconciliación. Pidamos al Señor que abra nuestros corazones al perdón, semilla de la paz, para sembrar a través de nuestra oración esta semilla también en el corazón de las personas que viven en esta tierra desgarrada y en el de los que tienen el poder de tomar decisiones que afectan a la vida de los demás».
La oración se hace “signo”
Durante la vigilia, la meditación se hizo signo cuando cada uno de los asistentes fue invitado a echar un grano de incienso en el pebetero encendido «para expresar el deseo de que suba al cielo el aroma de la oración que une a los creyentes – en lugar del humo de las bombas y los misiles que destruyen vidas humanas».
Durante la oración nocturna la iglesia de san Salvador permaneció siempre en penumbra, solo rota – al final de la liturgia – por la luz de las velas encendidas por todos los fieles presentes: llama extraída del cirio pascual, signo de Cristo resucitado, raíz de la paz que cada uno de los asistentes «está comprometido a llevar los hogares y al mundo».