“En el mar luché, pero hubo un momento en el que me cansé, me empezaron a dar calambres”, relata marinero desaparecido.
Cuando sintió que las fuerzas no le daban para luchar contra las olas de hasta seis metros que provocó el huracán Otis, y que lo tenían a la deriva en la bahía de Acapulco, Eduardo Rosales se encomendó a Dios, hizo una oración y se despidió de su familia.
“En el mar luché y luché, pero hubo un momento en el que me cansé, me empezaron a dar calambres, y me despedí de mis hijos, y obviamente de mi mamá, de mi papá y de toda mi familia. Ya nada más lo que quería es que si llegara a morir ahogado, que hicieran todo para encontrar mi cuerpo”, narró a El Financiero.
Pero el destino de este marinero de 37 años no era igual que el de muchos de sus compañeros que murieron o siguen desaparecidos desde la madrugada del 25 de octubre, cuando Otis golpeó Acapulco y provocó lo que es ya el peor desastre natural en la historia del puerto.
“El mar hundió nuestro barco y nos sacó. No se veía nada, me traté de mantener a flote, traía chaleco y me encontré un cojín que flotaba y me aferré a él. Y a soportar las olas y torbellinos. Así estuve desde la medianoche hasta como las cinco de la mañana”, relató.
Explicó que todo ese tiempo quedó a expensas del mar, en medio de escombros, palmeras, madera, y muchas otras cosas que flotaban.
Detalló que vio cuando Acapulco quedó a oscuras. La lluvia y el viento eran tan intensos que no le permitieron ver dónde quedó su capitán, Pedro Espinoza, la única persona que estaba con él en el yate. “Yo le grité y sólo una vez me respondió… ya no supe más de él”.
-¿Además de tu capitán, otros conocidos tuyos están perdidos?
-Sí, los tripulantes de la embarcación Tollón, que eran con los que almorzaba diario; el capitán Leonardo Leiro, que gracias a él tengo este trabajo; mi mejor amigo, con el que almorzaba diario y nos íbamos de parranda, Marcos, la Niurka, le decíamos. Mi compañero, el capitán Andrés, con el que tirábamos pláticas largas, consejos; su marinero Gustavo, con el que jugaba futbol”, contó Eduardo aún conmocionado.
Recordó que el viento se calmó como a las 3 de la mañana. “Fue cuando empecé a nadar”.
Agregó que tras cinco horas de luchar por su vida en el mar finalmente llegó a un remolcador de Pemex que estaba en la base naval, el único que estaba a flote. “Ahí grité por ayuda y me salvaron”, comentó.
Llamó a las autoridades a que no cesen en la lucha por buscar a sus compañeros. “Sea como sea encuentren a la mayor parte de los compañeros para que sus familias estén tranquilas”, pidió.