El modelo energético popular y sus principios

Alois Arencibia Aruca
Cuba

El Movimiento de Afectados por Represas en América -MAR busca el desarrollo de un modelo energético popular que rompa con la lógica del modelo monopólico de generación y venta de energía, basado en la concentración de recursos de alta demanda en el mercado, como lo son los combustibles fósiles, carbón, petróleo, combustible nuclear o fuentes renovables de energía (FRE).

Aquí, presentamos un ejercicio de reflexión colectiva para identificar principios que no deben faltar en la construcción de este modelo. Este ejercicio no es definitivo y su sistemática revisión, actualización y contrastación con las experiencias prácticas permitirá contribuir con propuestas teórico-prácticas al catálogo de soluciones para esta construcción. Los 15 principios identificados son:

Para satisfacer las necesidades. Con la apropiación popular de la tecnología. Sustentabilidad. Que priorice el valor de uso. Con uso racional. Con amplio derecho. Para hoy y para el futuro. Considerado como un bien común. Desde lo que existe. Considerar las diferentes escalas – descentralización. Opción preferencial por las fuentes renovables. Con solidaridad. Con equidad. Con autonomía y soberanía. Diversificada.

La energía en sus diferentes manifestaciones es el fenómeno que anima a todos los procesos físicos, químicos, biológicos, sociales y espirituales de la naturaleza, incluidos los seres humanos. Por esta razón, las fuentes de energía son recursos clave para el trabajo material, intelectual y espiritual. El trabajo es la actividad humana a través de la cual se obtienen las riquezas materiales e inmateriales que permite el desarrollo.

Desde el siglo XIX, el físico inglés James Prescott Joule, un estudioso de la termodinámica, estableció la relación entre trabajo y energía y nos llega, hasta hoy, una definición de uso en las normas internacionales ISO 50001 para la gestión de energía en la que se expresa “La energía puede definirse como la capacidad de un sistema de producir una actividad externa o de realizar trabajo.” Por esta razón, se afirma que no hay trabajo sin gasto de energía y se puede considerar esta relación como un catalizador del desarrollo humano.

Históricamente, los modelos energéticos han respondido al modelo económico social domínate, el cual se irradia coherentemente a las distintas escalas territoriales y sociales: local, nacional, regional, mundial. Esto significa que, en un mismo país, pueden coexistir más de un modelo, pero hay uno domínate. Son las transiciones energéticas las que han propiciado las revoluciones tecnológicas, puesto que el tránsito de una matriz energética por otra genera gran impulso científico tecnológico, acelerando el desarrollo humano.

La primera transición ocurrió en los albores de la humanidad, cuando las antiguas comunidades incorporan las fuentes exógenas de energía a su entorno socio-técnico. En el siglo XIX con el desarrollo industrial de la minería del carbón mineral, se inició la primera revolución industrial y se realizó la segunda transición energética, esta fue hacia los combustibles fósiles, carbón y petróleo y ya en el siglo XX la energía nuclear. Esta transición permitió un desarrollo científico técnico en el que se dieron otras revoluciones industriales, saltos radicales en la innovación tecnológica, de productos, servicios, organizacional, social, o sea, de productividad y plusvalía.

El desarrollo científico técnico y social ha sentado las bases para regresar a las FRE, ahora se desarrollan tecnologías cada vez más diversas y eficientes que permiten extraer un mayor potencial energético a las fuentes tradicionales, superando la eficiencia alcanzada con los combustibles fósiles. En estos momentos, ya se está experimentando la tercera transición energética, pero el cambio de matriz no acabará con el modelo económico social extractivista y depredador del capitalismo, lo que mantienen en peligro las condiciones de vida en el planeta, incluida las vidas humanas.

Un modelo de gestión energética es un conjunto de herramientas, cuya función es concretar el propósito de la política energética a cualquier escala, según consagra la Norma Internacional ISO 50001 del 2011. La política energética debe ser formulada adecuadamente y en ella se debe expresar una concepción del mundo, la lectura del contexto, el diagnóstico socio técnico y una prospectiva con escenarios a los que pretende avanzar. Con ello se definen los objetivos, se identifica todos los actores relevantes, espacios de actuación etc.

En un acercamiento inicial a los principios para la construcción del modelo energético popular se ha agrupado estos en tres unidades con el propósito de hacer una lectura muy general atendiendo a: 1) La energía como un derecho humano. 2) La sostenibilidad energética. 3) El modelo energético popular.

  1. La energía, como ya se ha explicado, es un recurso clave “para satisfacer, de forma directa o indirecta, todas las necesidades humanas”, las consagradas en el derecho internacional y las que no, pero forman parte del acervo de los pueblos. Es un eje que atraviesa todas las esferas de la vida y las sustenta, es un derecho que garantiza todos los derechos, por ello es un deber de toda sociedad garantizar, bajo la premisa de la “solidaridad”, su pleno acceso, incluso de los que no dispongan de recursos adecuados para ello. Las políticas energéticas y su implementación deben ser conducidas por un proceso participativo, “con equidad” en que están representados, por igual, toda la diversidad de grupos humanos, incluido los energéticos.
  2. Las “fuentes renovables son la opción preferencial” para el desarrollo sostenible. Son el recurso energético que más abunda en la naturaleza, es gratuito y está presente en todas partes. El uso de este potencial puede hacer “sustentable” el modelo de desarrollo humano pues no requiere acabar con los bosques, los ríos y otros recursos naturales, por lo que su “uso racional” y “diversificado” permiten satisfacer la demanda “de hoy y la reposición natural de estos recursos para el mañana” garantizando las condiciones adecuadas para vivir y desarrollarse plenamente.
  3. El modelo energético popular requiere de una “apropiación popular de la tecnología”, esto obliga a ampliar el modelo energético a todas las redes de relaciones tecnológicas, políticas y sociales que van desde la fuente energética hasta la satisfacción de las necesidades individuales y colectivas. Este modelo popular se debe construir “desde lo que existe”, el recurso energético, el conocimiento, las tecnologías para diseñar y producir la tecnología y las formas sociales organizativas. Este proceso, tiene que ser espacio de transformación y de disputa económica, social, política, ambiental… en suma, cultural. Es necesario que sea una construcción colectiva para el beneficio de todos “debe llegar a ser considerado un bien común” por su función social y su diálogo armónico con la naturaleza, algo que no se expresa en el modelo energético dominante. Debe “priorizar el valor de uso”, devolviendo a la energía su esencia primigenia -como capacidad de realizar trabajo- y por consiguiente de dinamizar el desarrollo económico, social. Su construcción “desde lo que existe” en el territorio, y con desarrollos socio tecnológicos adecuados darán respuesta a las necesidades de las “diferentes escalas” político administrativa, en busca del autoabastecimiento energético local, base de una gestión energética de la “descentralización” con “autonomía” y “soberanía”, de las organizaciones económico sociales y políticas que integran cada escala, constituyéndose este modelo en un soporte básico para una sociedad que busque la libertad individual y colectiva como divisa.

Con este primer acercamiento a los principios del modelo de gestión energético popular queda abierto un proceso de debate y fertilización que debe centrar las bases teóricas y prácticas para la construcción del mismo en los más diversos escenarios.

Este artículo es parte de la primera edición de la revista enMARcha, lanzada por el MAR al final de 2021. Al costad está el enlace para conocer la edición completa.

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