Anotábamos desde hace un buen tiempo sobre uno de los elementos que más nos identifican como zamoranos: el ser únicos en el arte de mostrar ambas caras a la vez y decíamos, también, que a nuestro parecer, el punto de partida -quizá- se presenta en el periodo posterior a la Constitución de 1857, cuando el zamorano Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, jugará un papel destacado en ese tiempo, pero que nos marcará para siempre.
Si bien es cierto que lo que conocemos como Leyes de Reforma pronto fueron opacadas por los acontecimientos que nuestra patria vivía, tales como la invasión tripartita a nuestro país por parte de España, Inglaterra y Francia y el grotesco acto por parte nuestra de ofrecer a Francia un modelo monárquico de gobierno encabezado por quien el país galo -Napoleón- decidiera; quien se personificó en el archiduque Maximiliano.
Ya en el periodo conocido como la República Restaurada y puestas en práctica las Leyes de Reforma, a las que dicho sea de paso se opuso tajantemente el zamorano Labastida, por lo que respecta a la desamortización de bienes de la iglesia, e incitó al sector conservador a una rebelión permanente, y a pesar del beneplácito que causó en la mayoría del mismo sector por el impulso que se otorgó a la economía; la huella de la confrontación seguiría.
Según Doralicia Carmona, “Labastida concibe el proyecto de invertir el dinero de la Iglesia en ferrocarriles que a la vez que sirvan de comunicación rápida a la población, den ocupación a la gente. Es entonces cuando el gobierno liberal decreta la Ley Lerdo o Ley de Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas, Propiedad de Corporaciones Civiles y Religiosas. Labastida levanta la voz episcopal contra “tan injustos y sacrílegos decretos.
Esta conducta de defensa de los bienes del episcopado, así como la defensa de los principios conservadores, más la opinión de que nuestro país debería tener un sistema monárquico de gobierno del obispo Labastida le acarreará ser expulsado del país en 1856. Desde Europa, a principios de 1857, Labastida fijará su postura en su sexta pastoral, donde, entre otras cosas, concluía que: “el instrumento de los enemigos de la religión es la separación de la Iglesia y del Estado, de la sociedad civil de la religiosa, de la razón y de la fe. Señala que lo que se pretende es someter a la Iglesia a la autoridad de los gobiernos civiles, para esclavizarla y luego hacerla tributaria”. (Doralicia Carmona. Ídem)
Podríamos concluir diciendo que la influencia de don Pelagio en el futuro zamorano fue decisiva, gracias a su gestión -tenemos la certeza-, se creó la Diócesis de Zamora; de la misma manera se gestó la idea de crear un estado independiente del de Michoacán y conformar el estado de Zamora, extendiendo su influencia hasta el periodo del porfiriato.
Ya en los antecedentes de la Revolución de 1910, Zamora será un escenario entre las posiciones liberales y conservadoras, de las que ya hemos hablado en este semanario.