JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO // Dos ejemplos de pastoral social en Zamora

         La Pastoral Social de la Iglesia Católica, entendida ésta como el proceso de modelar nuestras acciones en búsqueda permanente de salvaguardar la dignidad individual y social, junto con la solidaridad; es el motivo primigenio que ha hecho que diversos sacerdotes y en diversos tiempos, abracen la causa de buscar la justicia social.

         En esta levítica ciudad, enmarcada bajo la concepción de tradicional y católica en el proceso formativo; en los siglos XIX y XX ha aportado ejemplos harto ilustrativos de sacerdotes que de diversas maneras y métodos han buscado la justicia divina en el ámbito terrenal.

P. Luis Gustavo Franco

         Bajo el manto del humanismo, ese movimiento filosófico-social que parte del individuo como principio y fin de los cambios sociales y como aspiración única de redimir al hombre para lograr la plenitud de su desarrollo social, político y económico; encontramos dos ejemplos vivificantes de la pastoral social.

         Primero, la decidida participación de José Sixto Berduzco en el movimiento independentista de la naciente nación y en pleno siglo XX, el ejemplo de quien se asume como ejemplo y acción de la justicia social que permea en todos los evangelios: Luis Gustavo Franco. Uno y otro, sacerdotes que asumen la responsabilidad de luchar por los que menos tienen. Ambos guardan ciertas similitudes, sobre todo en la pasión por enseñar en la academia e involucrarse con quienes se asumen como agentes de cambio. Los jóvenes.

         Cuando se asume con rigor el compromiso de la pastoral social existe la conciencia de asumir también, las consecuencias del estatus y de la represión; la exclusión y el demérito y lo más grave: el olvido social. Ejemplifiquemos:

La personalidad de José Sixto Berduzco  fue soslayada manifiestamente por los historiadores de aquella época, como es el caso de Carlos María de Bustamante, por lo que poco se ha podido avanzar en la reconstrucción precisa de su participación real en la lucha de independencia; ya que se nos ha presentado como un hombre derrotista y de carácter irascible, lo que llevó al rompimiento con su antiguo alumno de San Nicolás, Ignacio López Rayón e incluso se ha pretendido adjudicarle que puso en peligro la existencia de la Junta de Zitácuaro, por esa pugna.

Sin embargo, analizando detalladamente la estrecha relación que José Sixto Berduzco, mantuvo  con Morelos y López Rayón, podemos afirmar que no sólo contaba con la total confianza del Generalísimo, sino que por la formación académica obtenida por Berduzco, éste se convirtió en uno de los consejeros más cercanos de Morelos. Por ejemplo, cuando Rayón, a través de oficio cita a don José María Morelos exponiéndole sus planes para conformar la Junta de Zitácuaro, Morelos le contesta: “En oficio de 13 de este julio, (1811) me dice V.E desea saber el estado en que me hallo para realizar la idea de que formemos una Junta a la que se sujeten todos los comisionados y jefes de nuestro partido, para embrazar los trastornos que la conducta de muchos de ellos originan a la Nación y la anarquía que se deja ver y será irreparable entre nosotros mismos… –Y en cuanto a su compañero de seminario, Sixto Berduzco, se expresa de él de la siguiente manera– Por este rumbo no hay letrado que poder comisionar de mi parte, y aunque yo no lo soy, pudiera, asistiendo a la Junta, allanar algunas dificultades por algunas experiencias; pero no pudiendo separarme un instante sin riesgo de perder, desde luego nombro en mi lugar al Dr. D. Sixto Berduzco, cura de Tuzantla, para que representando mi persona, concurra a la Junta a dictar lo conveniente a la causa para cortar el desorden y anarquía que amenaza, no haciéndolo en la persona de V.E., porque debiendo ser uno de los miembros de la Junta, no se diga que lo ha querido ser todo. Y aunque me presumo que dicho Dr., por sus conocidas letras y talento, pueda ser de los tres que compongan la Junta, podrá delegar mi comisión en la persona que mejor le parezca, con tal que sea declarada a nuestra causa, cimentando en los principios y fines a que hemos expuesto, y sosteniendo mis disposiciones, que digo en el adjunto y se contienen en los dos bandos para no causar trastorno y confusión”. (Ernesto Lemoine Villicaña. Morelos. Su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época. Ed. UNAM. México, 1965. P.P. 178-179).

En cuanto a Luis Gustavo Franco, un sacerdote de nuestro tiempo, al igual que Sixto Berduzco, mostró sagacidad en cuanto a motivar la organización de movimientos sociales y juveniles, lo que marcará la pauta que siguió hasta su muerte. Profesor del Tecnológico de Monterrey, de la Universidad La Bastida y en el seminario de Zamora, buscó de manera permanente vincularse con los sectores más desposeídos de las iglesias y parroquias en las que desempeñó su ministerio; de la misma manera que organizó  grupos juveniles con los que buscó extender su labor evangelizadora de rescatar los principios de justicia social e igualdad que propuso Cristo.

Luis Gustavo era un borbotón verbal, se hermanó con la palabra de una manera indisoluble. En 1970, en el aula mater del Colegio de San Nicolás de Hidalgo sostuvo un candente diálogo con Elena Poniatowska, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca y Heberto Castillo, de entre otros líderes del movimiento del 68 que estuvieron a dictar una conferencia sobre las vicisitudes que habían vivido en la persecución Diazordacista y las torturas de que fueron sujetos por los cuerpos de represión del gobierno.

En ese acto fustigó a quienes desde el poder utilizaban la fuerza del Estado para claudicar los deseos de cambio que exigía la sociedad; los campesinos que producían los alimentos estaban carentes de ellos y los estudiantes que terminaban su profesión se desvinculaban de la sociedad que les había pagado sus estudios. La vehemencia de su discurso cautivó al auditorio en pleno y a los conferencistas, quienes a manera de respuesta le inquirieron sobre su procedencia y profesión. Mayúscula fue la sorpresa al responder que era un miembro del pueblo como cualquier otro de los que ahí estábamos y que su condición de sacerdote no sólo le impedía, sino que le urgía a participar de una manera activa en favor de un pueblo que enfrentaba carencias de todo tipo.

Así pues, tanto Sixto Berduzco como Luis Gustavo Franco, asumieron una pastoral social que los vinculó con las causas más nobles  y sensibles de una sociedad que, como la de hoy, continúa careciendo del goce espiritual y material. La obligación de seguir los principios fundamentales de la iglesia católica, es el compromiso mínimo de la pastoral social que envolvió a estos dos personajes zamoranos.

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JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO

Jesús Alvarez del Toro, licenciado en Historia. Director del Museo de Zamora, Cronista de la ciudad de Zamora.

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