Los precarios Semilleros Creativos en Michoacán, las infancias al servicio de las cifras oficiales

El crimen, la falta de presupuesto y programas acordes con las localidades dificultan las acciones de promotores que buscan mantener las actividades

La cultura de paz, eje del programa estrella de la federación, Cultura Comunitaria, estuvo presente en un proyecto paralelo y con un nombre similar, que se echó a andar en la administración anterior: Cultura para la Armonía. Más allá de las particularidades de acciones que pueden entenderse como transexenales, hay que recordar ciertos datos: en el Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal 2019, Cultura Comunitaria tuvo una asignación de 600 millones de pesos, cifra contrastante con los 334.7 mdp para la Dirección General de Vinculación Cultural —desde la que se maneja Cultura Comunitaria— en el Proyecto de Presupuesto de Egresos 2023. Los números y los hechos también contrastan con el discurso oficial, cuyo ejemplo más reciente son las declaraciones hec has por las autoridades durante la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Artes y Literatura 2022: los Semilleros Creativos, que a su vez se presentan como proyecto estelar de Cultura Comunitaria, son el lugar donde se formará una nueva generación de grandes creadores. Pero las condiciones de las zonas que la violencia ha marginado hablan por sí mismas.

El caso de Michoacán es notorio, puesto que fue contemplado en el programa Cultura para la Armonía y vivió la transición administrativa en un momento en el que la fuerza criminal se agudizó.

Paulina Grajeda, quien desde 1992 inició como promotora cultural en los programas federales vinculados a Michoacán y en 2021 arrancó el programa en Aguililla, explica que al inicio de esta administración se hizo una evaluación general del proyecto cultural para que éste fuera absorbido; en el camino se perdieron programas como las Salas de Lectura y los circuitos artísticos de música tradicional en Tierra Caliente, olvidando las necesidades de los municipios; al margen, reconoce que esta administración le ha brindado derechos a los promotores culturales. Alejandra Velázquez, coordinadora de 2019 a 2021 de los 13 Semilleros que había entonces en todo Michoacán, coincide en algo similar respecto al programa Alas y Raíces, que fue absorbido por la federación y convertido en semillero, al igual que los “colectivos” que existían con Cultura para la Armonía. «Difiero en que Alas y Raíces haya sido absorbido. Tenía procesos diferentes e incluso, desde otro entendimiento, que también era valioso. La federación lo dejó seguir, pero lo absorbió, funcionaba de manera distinta”, dice y remarca que en el caso de los colectivos fue un acierto absorberlos.

Gloria Cornelio, quien está encargada de la Orquesta de Aguililla desde la asociación civil Unidos por Aguililla, confirma también que el proyecto fue integrado a los Semilleros Creativos. Llamada originalmente Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de Aguililla, su conformación fue uno de los objetivos de la Asociación Civil Unidos por Aguililla y, entonces, gracias al gobierno del estado, obtuvieron los instrumentos de cuerda para que los niños y adolescentes pudieran ensayar; con la llegada de esta administración se le cambió el nombre a Ensamble Comunitario de Cuerdas de Aguililla. Aguililla no tiene más de 5 mil habitantes y antes del momento más álgido de la violencia, la orquesta tenía 60 niños y hoy la conforman alrededor de 40. Este año, la situación ha sido más estable.

Velázquez explica que en los tres años que trabajó como enlace entre los maestros y la federación, existían 13 Semilleros, de los que desaparecieron cuatro debido a las condiciones de seguridad de los municipios en los que estos se encontraban: Aguililla, Tepalcatepec, Uruapan y Lázaro Cárdenas.

La Secretaría de Cultura federal informó que hasta noviembre de este año, en Michoacán hay 18 Semilleros activos en 14 municipios con 62 promotores y promotoras (Aguililla, Apatzingán, Cherán, Coalcomán de Vázquez Pallares, Jiquilpan, La Piedad, Morelia, Paracho, Pátzcuaro, Tepalcatepec, Tingambato, Tzitzio, Vista Hermosa y Zamora).

De 2019 a la fecha, su población ha sido de 3 mil 424 niñas, niños y jóvenes; hasta noviembre, los 18 semilleros tienen 889 niñas, niños y jóvenes; es notorio el porcentaje que Michoacán ocupa a nivel nacional y que confirma su relevancia en los proyectos de cultura de paz. Mientras que la Secretaría de Cultura de Michoacán informó que sólo se coordina trabajo a través de dicha dependencia con uno: el de Zamora. «La Sede Centro Regional de las Artes de Michoacán, en la que actualmente se atienden a 23 niñas, niños y jóvenes. Desde que inició el proyecto en mayo se han atendido a 66 personas”, informó el enlace. Más cifras oficiales confirman la relevancia del trabajo en Tierra Caliente si se piensa que sólo en Michoacán se ha trabajado con los ya mencionados 3 mil 424 infancias, mientras que en todo el país se ha atendido a más 14 mil 800 niños desde 443 Semilleros.

Un porcentaje tan elevado también contrasta con las realidades del trabajo material: el objetivo de las clases es aglutinar a los menores en algo productivo, en el pueblo donde no hay mucho que hacer. “Hay sólo una cancha de basquetbol en la que los niños hacen todo menos jugar basquetbol”, cuenta Cornelio.

“El pueblo está aislado geográficamente, está en medio de montañas. Cuando llueve ya no se escucha y no se puede tener clase”, detalla y resalta que la Asociación Civil es un proyecto que busca retribuir algo a la sociedad de Aguililla. “Los viáticos de los maestros es el gasto más grande. Luego la compensación al maestro de Aguililla y necesitamos más maestros que estén en el pueblo para la práctica diaria, pero no tenemos porque no podemos pagarles. Luego siguen la parte de la renta que pagamos nosotros y los servicios. También el mantenimiento de los instrumentos, como cuerdas nuevas, arcos nuevos y ajustes, aunque esto último no es un gasto permanente, se hace una vez al año”, continúa Cornelio y explica que le gustaría que hubiera más plazas de maestros para poder conformar una orquesta más atractiva, con percusiones y metales, por ejemplo, ya que sólo cuentan con una familia de instrumentos (cuerdas).

Velázquez abunda: en Aguililla se intentó crear un semillero de teatro y danza, pero no se pudo dar continuidad y el proyecto desapareció a mediados de 2022. Mucho tuvieron que ver las condiciones del municipio. Tanto en Aguililla como en Tepalcatepec faltó más comunicación directa. “Era difícil desde que los maestros enviaban sus documentos porque el crimen, que controla al pueblo, cortaba el Internet y controlaban accesos y entradas a la comunidad”.

Andrea Finck, artista escénica y fundadora del proyecto civil Arte Libre, que se ubica al norte de Morelia y atiende a niños en condiciones de violencia, lo explica de otra forma: “La cultura existe y puede ser inolvidable pero no va a borrar la otra cara que ha marcado la identidad de las infancias”.

Tampoco ayuda, retoma la palabra Velázquez “que se trabaje una agenda federal porque no permite analizar las realidades locales y pone a trabajar a infancias al servicio de cifras, como si cumpliera con efemérides; se dan para llevar temas y no para proponerlos y se deja de lado la perspectiva participativa”. Grajeda concluye y reconoce que la cultura es, en estos casos, como “tapar un balazo con un curita”.

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