Museo de arte funerario, una herencia de los muertos para los vivos en SLP

Entrar al cementerio de El Saucito es una puerta no sólo al mundo de los que ya partieron, sino que conecta con un espacio en el que el tiempo no ha pasado y atesora los restos de personajes y leyendas de SLP

El Panteón de El Saucito, también conocido como Museo de Arte Funerario es el cementerio más antiguo y grande de la capital de San Luis Potosí. En entrevista para EL UNIVERSAL, José Luis Pérez Castillo, encargado del área patrimonio cultural en la Dirección de Cultura Municipal relata que este recinto fue creado a finales del siglo XIX, por la necesidad latente de tener un espacio específico y digno para enterrar a los fieles difuntos. Sin embargo, fue hasta el año 2015 que se reconoció la importancia histórica y cultural de su arquitectura, por lo que se declaró también como un museo.

El entrar al panteón de El Saucito es como entrar a otro mundo: aquél donde reinan y yacen los muertos. Hay quienes perciben al panteón como el nuevo hogar de sus queridos difuntos, sus nuevos dominios. Aquel lugar donde descansarán a perpetuidad, donde esperan que se les visite, recuerde y honre. Otros, perciben a El Saucito como un encuentro con la muerte, un recordatorio de lo finita que es la vida… y que todos terminaremos así, bajo tierra, esperando no ser olvidados.

Desde la entrada del panteón se puede respirar el aire de otro mundo. Con siglos de existencia, las tumbas más antiguas dan la bienvenida al campo santo y exhiben orgullosas los nombres de quienes, alguna vez, caminaron sobre el mismo mundo, e incluso, por las mismas calles que nosotros.

Se respiran tantos recuerdos, tantos mundos, tantas vidas expiradas. Al leer las lápidas, uno se da cuenta de que no son solo tumbas, caparazones elaborados y vacíos que adornan un espacio, sino que albergan el recuerdo y el amor que sentía una familia por un ser humano. Niños, niñas, jóvenes y adultos que tuvieron una fecha de inicio y de fin.

Organización del cementerio

Incluso después de la muerte, las clases sociales no perdonan. José Luis, narra que El Saucito está organizado por secciones: de la primera a la sexta, aquellos quienes podían pagar más, están más cerca del inicio del panteón y se les reconoce por la arquitectura y detalle de sus tumbas, e incluso, por la profundidad y número de criptas, mientras que las últimas clases no estaban enterradas a perpetuidad y, si no se pagaba la cuota, tiraban a los cuerpos en la zona común.

Es por esto que las tumbas más reconocidas del Museo de Arte Funerario son aquellas que corresponden a la primera clase, aquellas que se construyeron con magnitud y a la usanza de las artes neoclásicas y barrocas que solían destacar en aquellas épocas.

En ellas, señaló que descansan las familias más destacadas y pudientes de San Luis Potosí, desde hace siglos: como los Meade y los Ipiña, así como otras altas personalidades que cimentaron la historia de la ciudad y del estado, como el ingeniero Octaviano Cabrera (quien construyó el emblemático Edificio Ipiña), los gobernadores Blas Escontría y Carlos Díez Gutiérrez, así como el doctor Salvador Nava (admirado líder social), María Pons Nicoux (creadora del Mole Doña María), además de la reconocida bailarina Lila López, a quien se le rinde un homenaje dancístico cada año en San Luis Potosí.

Sin embargo, conforme se va avanzando en la caminata y el trayecto, las tumbas impresionantes y monumentales comienzan a escasear y desaparecer, para abrir paso cada vez más a cientos más sencillas. Algunas rotas, cuarteadas y descuidadas por el tiempo y el olvido. Otras, más nuevas, aun teniendo quien las recuerde y las procure, llevan flores frescas, ofrendas y fotografías a color, mientras que otras simplemente resaltan por un bulto de tierra, adornada por una cruz.

El Saucito, más que un recorrido histórico, un paseo corrido de ultratumba

Hay quienes, más allá de encontrarle un sentido de paz al panteón de El Saucito, lo conciben como un lugar místico y temible, en el cual, se debe cuidar cada paso que se da, para no despertar a las ánimas y a las terribles maldiciones que se puedan desatar.

En los últimos años, ha destacado la leyenda de la virgen que llora o que parpadea. Fue en 2006 que dos reporteros realizaron la cobertura habitual del Día de Muertos en el Panteón de El Saucito. Al revisar los videos para realizar su reportaje, se dieron cuenta de que la estatua de una virgen parpadeó. La noticia se dio a conocer a nivel nacional y, a partir de ahí, las y los visitantes también han afirmado que la virgen derrama lágrimas.

También, se dice que en este cementerio se encuentra enterrada la protagonista de la famosa leyenda de “La dama enlutada”, la cual, cuenta que una mujer misteriosa salió del panteón de El Saucito para pedir un taxi. Cuando consiguió uno, le dijo al taxista que la llevara a los siete templos de los siete barrios de San Luis Potosí, sin importar que estuvieran cerrados, solamente para realizar una oración.

Al terminar, le pidió al taxista que la llevara de nuevo al panteón, le dio una medalla de oro y la dirección de su hermano para que, al siguiente día, el pudiera ir y recibir su pago. De esta manera, el taxista fue a la dirección acordada y el hombre le reveló que su hermana llevaba muerta un año, y que, antes de morir, había realizado la promesa de visitar los siete templos. El taxista, asustado, no aceptó el dinero y tres días después, falleció. A partir de eso, los taxistas tienen miedo de dar sus servicios en esta época del año en el panteón.

Otra leyenda es la de la niña Poleth Viridiana, quien se encuentra enterrada en el pasillo central del cementerio, por lo que su tumba destaca entre las otras. Su muerte ha propiciado varias leyendas, como que se aparecía en su escuelita (pues se negaba a morir), que concede deseos, así como que se aparece en sueños para pedir que no descuides las tumbas donde están enterrados tus familiares.

También se encuentra la tumba a la que la gente va a pedir deseos o milagros es a la del general Silverio Martínez, a quien, según cuentan, se debe llegar de manera segura y pedirle el favor, así como a su esposa, quien se encuentra descansando junto a él.

Por último, destaca la tumba de Juan del Jarro, uno de los personajes más emblemáticos de la capital del estado, pues si bien era reconocido por ser un mendigo interesado en pedir dinero para los pobres, también se le buscaba por sus dones clarividentes y de ver el futuro. Actualmente, es una de las tumbas más visitadas, pues la gente aún va a pedirle algún milagro.

Este majestuoso panteón o Museo de Arte Funerario después de casi dos siglos de existencia sigue siendo cuna de la arquitectura, el arte, las leyendas y el misticismo. Desde el 12 de octubre de 1889 hasta el día de hoy, sigue siendo el lugar de descanso de miles de personas que labraron el destino de San Luis Potosí.

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