Amor y sueño: cura las heridas y sigue adelante

Marcelo Barros y Darlan Oliveiral
Brasil

Se dice que un niño llegó frente a un pensador y le preguntó: –“¿Qué tamaño tiene el universo?”

Acariciando su cabecita, él miró hacia el infinito y respondió: –“El universo tiene el tamaño de tu mundo”

Perturbado, el niño preguntó otra vez: –“¿Qué tamaño tiene mi mundo?”

El pensador respondió: –“Tiene el tamaño de tus sueños”.

Y explicó: –“Los sueños fecundan con sentido tu existencia. Si tus sueños son frágiles, tu comida no tendrá sabor, tus primaveras no tendrán flores, tus mañanas no tendrán rocío, tu emoción no será fecunda. Los sueños transforman a las personas. Dan a los ancianos el vigor de la juventud y no dejan que muera en nosotros la esperanza”.

La sociedad dominante se ha vuelto experta en robar a las personas el derecho a soñar. Para muchos millones de personas humanas, los grandes conglomerados financieros internacionales actúan como verdaderos “ladrones de sueños”. Organizan el mundo de forma que impide a la mayoría de las personas vivir dignamente. Insisten en que es inevitable que millones de personas pasen hambre.

Aunque la ONU no lo haya incluido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el poder de soñar es lo que moviliza a mucha gente en el mundo entero, principalmente a los jóvenes que insisten en reunirse y dar testimonio de que es necesario organizar el mundo de otra forma. Hace más de 20 años, el proceso de los Fórums Sociales articula proyectos de los más diversos colectivos, que se reúnen desde todos los continentes para ensayar nuevas formas de vivir y organizar la sociedad humana.

En las Américas, pueblos originarios del norte, el centro y el sur, de las montañas a las selvas, del litoral a los campos, se toman muy en serio los sueños individuales y colectivos. En diversas etnias y naciones una de las funciones importantes de los chamanes es soñar. Esos sueños son instrumentos para escuchar el espíritu que orienta a personas y comunidades hacia un proyecto de vida y de justicia para todos y todas. Una de las primeras funciones de los sueños es enseñarnos a curar las heridas del cuerpo y del espíritu. De hecho, según el Evangelio, en la línea de los grandes profetas de todas las tradiciones espirituales, Jesús de Nazaret practicó la amorosidad curando a las personas y liberándolas de todo tipo de cautiverio (Cf. Lc 4, 16- 21).

Cinco siglos antes, en la India, Siddhartha Gautama nos mostró el camino de la compasión (Karuna). Es lo que dice hoy el actual Dalai Lama cuando afirma: “Todos tenemos plantada dentro de nosotros una semilla de compasión. Es nuestra tarea cultivarla y hacerla crecer”.

En nuestra realidad actual, jóvenes latinoamericanos y caribeños se organizan en grupos y comunidades, asumiendo el Buen-Vivir como orientación de vida. Y África del Sur, el pueblo Zulú enseña a toda la humanidad: “Ubuntu! Yo soy porque tú eres. Si tú no fueras, yo no soy”.

Esos paradigmas culturales y políticos del Buen-Vivir y del Ubuntu suponen nuevas relaciones comunitarias que priorizan la educación como camino para, en la expresión del filósofo alemán Theodor Adorno, “desbarbarizar la sociedad y la vida”. Desde hace dos años, el Papa Francisco invita a toda la humanidad a participar de un Pacto Educativo Global que tiene como meta educarnos para la fraternidad universal y la amistad social.

Para organizar una sociedad más justa e igualitaria se necesitan opciones económicas y políticas diferentes y nuevas. La base es la confianza conectada a la fe, como confianza en la bondad fundamental de ser humano y la alegría de ver que existen señales de una nueva consciencia de paz y comunión de toda la humanidad y entre los seres humanos y la naturaleza. Es urgente curar a las personas y la sociedad de la pesadilla en que gobiernos y países necesitan seguir siendo prisioneros y rehenes de bancos y banqueros. Hay que trabajar para eliminar las fronteras artificiales construidas por los imperios colonialistas que nos dividen entre ciudadanos/as y extranjeros/as. Todos y todas somos ciudadanos/as del planeta Tierra y parientes de todos los seres vivos, hermanos y hermanas de los árboles, de las flores, de los animales de las selvas, de los campos, de las aguas y los aires. Somos miembros de la gran Comunidad de Vida.

Vivir eso significa promover la ecología del cuidado universal. En ese camino más amplio, uno puede sentirse libre y testimoniar la libertad que posibilita a las personas a asumir su derecho a las diversidades en sus cuerpos, orientaciones sexuales y de géneros, así como en sus culturas colectivas, en la construcción de una sociedad plural.

Las más diversas corrientes culturales de la humanidad, desde las antiguas tradiciones orientales, a las espiritualidades de los pueblos originarios y la misma Biblia, revelan que esta construcción de una humanidad hermanada a partir de las diversidades y la comunión cósmica es el proyecto divino para el mundo y la humanidad.

El biólogo Emmanuel Almada escribe: “El amor es un fenómeno biológico, como fue bellamente demostrado por Humberto Maturana. Según el neurobiólogo chileno, “el amor es fenómeno biológico que no requiere justificación”. El amor es la emoción que fundamenta la socialización, ya que él es el que permite los encuentros recurrentes entre los individuos. Para Maturana, el movimiento contrario al amor es el rechazo y la indiferencia. Al extender el espectro del amor hacia los otros sistemas vivos, es posible comprender el amor como base de todas las alianzas, no sólo entre humanos. Es esa tendencia a vivir juntos, a la atención y aceptación de la diferencia que permitió, a lo largo de la historia ecológica de la tierra, el encuentro entre especies, inclusive entre parásitas y hospedantes. Según nos enseñó Lynn Margulis, fue así como, en un proceso amoroso, hace billones de años y en la inmensidad de los mares primigenios, una bacteria aeróbica penetró en otra anaeróbica, formando los primeros eucariotas de los cuales descendemos (Lynn, 1967, p. 14). (…) Es el juego autopoiético(1) que caracteriza el encuentro entre sistemas vivos, también descrito por Maturana y Varela, donde se cambia para seguir siendo (él mismo)”.

El amor como postura y orientación de vida es el que transforma el futuro en camino real de un mundo nuevo de justicia y paz. Así, el derecho a soñar no se limita apenas a la proyección de deseos inconscientes, sino que se vuelve misión de todas las personas hambrientas y sedientas de justicia. Al luchar pacíficamente para realizar este sueño colectivo de paz y justicia, no estamos solos. Con nosotros está Alguien que se manifiesta en todo acto de amor y nos da la fuerza de hacer realidad la utopía de una vida verdaderamente realizada y feliz.

Escucha esa voz que habla en ti y en todas las personas que aman a la vida. Ella nos convoca a la práctica del buen-vivir que se concreta en el camino de la justicia, la paz y el cuidado con la Madre Tierra y toda la Naturaleza.

En plena crisis de la pandemia, en una audiencia pública en agosto de 2020, el Papa Francisco afirmó: “Un nuevo encuentro con el Evangelio de la fe, de la esperanza y del amor nos invita a asumir un espíritu creativo y renovado. De esta forma, podremos transformar las raíces de nuestras enfermedades físicas, espirituales y sociales. Podremos curar profundamente las estructuras injustas y las prácticas destructivas que nos separan a unos de otros, amenazando a la familia humana y el planeta”. (Audiencia general, 05/06/2020).

En Chiapas, en México, hace más de 25 años, las comunidades indígenas del sur del país se rebelaron contra el Estado, rehén del colonialismo del Imperio y proclamaron su autonomía social y política. Sus comandantes afirmaban: “Somos un ejército de soñadores. Por eso, somos invencibles”.

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