En su glamoroso historial laboral fue modelo, esteticista de conocidas estrellas de la música y el cine, propietario de oficinas en Beverly Hills, una casa en la playa cercana, una vida social que incluía flirteos con algunas figuras del espectáculo como Demi Moore, fiestas con Paris Hilton y millones en el banco.
(ZENIT Noticias – Porta Luz / Fresno).- A sus 50 años, el seminarista Scott-Vincent Borba, futuro sacerdote en la diócesis de Fresno (USA), afirma al OSVNews que su vocación no es para nada tardía. De hecho, añade, «Dios me llamó a los 10 años, simplemente acepté tarde».
Hoy cursa su año pastoral en el Seminario y Universidad de San Patricio en Menlo Park, California y ríe cuando recuerda la primera reunión con su orientador vocacional, pues acudió -confidencia- en un coche de lujo y vistiendo un costoso traje negro. «Cuando el director abrió la puerta, me miró y dijo en tono grave: «Tengo mucho trabajo que hacer contigo»», comenta.
Pero el uso de un automóvil y ropa costosa no eran algo ajeno en la vida cotidiana de Scott-Vincent Borba. Él era un millonario y famoso ejecutivo del sector cosmético internacional que, antes de cumplir los 30, había dirigido con éxito campañas comerciales para algunas de las marcas de belleza más importantes del mundo. Era cofundador de una afamada línea de productos de cuidado personal. Tenía además su propia marca de productos y solía estar vinculado en aventuras amorosas con figuras del arte y el espectáculo. También sus libros «Skintervention» o «Cooking Your Way to Gorgeous» eran éxito de ventas.
En su glamoroso historial laboral fue modelo, esteticista de conocidas estrellas de la música y el cine, propietario de oficinas en Beverly Hills, una casa en la playa cercana, una vida social que incluía flirteos con algunas figuras del espectáculo como Demi Moore, fiestas con Paris Hilton y millones en el banco.
Solo Dios basta
Pero en medio de estas marejadas incesantes de fortuna y fama, Scott-Vincent reconoce que se sentía miserable. «Estaba en una fiesta y me sentía muy, muy infeliz, vacío. Estaba agotado. Vivía al límite en todo momento».
En uno de estos momentos críticos, regresando en su coche de una fiesta más, hastiado, recuerda que miró al cielo y después de largos años oró en forma espontánea… «Le dije: «Dios, si esto es la vida, donde todo lo que hago es trabajar, salir de fiesta y volver a hacer lo mismo y morir, no creo que esto sea la vida que quieres para mí. Pero sólo puedo cambiar si me ayudas»».
No tiene palabras precisas para explicar lo que entonces sucedió, pero fue -dice- como si se le abriera la conciencia viendo toda «la mundanidad» de su vida, «el pecado y el infierno» ante él… «y el poder de Dios para salvarme».
Sumergido en ese estado de comunión espiritual con Dios, continuó suplicando: ««¡Ayúdame! no quiero seguir haciendo esto»», oró y entonces -testimonia hoy el seminarista Scott-Vincent Borba- «me concedió la conversión. Se derramó la gracia de Dios sobre mí».
Nada más llegar a su casa dice que hizo las maletas, salió y se alojó en un hotel. «Ya no quería estar en mi casa. Todo me recordaba al pecado y le decía a Dios: «Siento mucho haberte ofendido»».
Darlo todo
Se mudó lejos de Los Ángeles y en los años siguientes empezó a desprenderse de su riqueza, por etapas, señala. «Pero Dios me llamó a dejarlo todo, y pensé que eso significaba sólo mis coches. Así es que como tenía un Aston Martin descapotable, le dije: «Muy bien, Señor, voy a vender este coche, dar el dinero a la caridad, y luego usar otro dinero para comprarme un camión». Entonces me dijo: «Dónalo todo»».
Esta radical transformación no fue bien recibida por todos quienes le conocían, pero la conversión de Scott-Vincent era el inicio de su regreso a la fe en que había sido criado por sus padres, católicos practicantes y devotos de la Virgen de Fátima.
Al respecto está convencido de que la Virgen se tomó en serio un diálogo que sostuvo con ella en sus años de adolescente… «Le pedí a María que se quedara conmigo, que me guardara y me sostuviera durante toda mi vida. Sé que nuestra Santísima Madre me ha traído a esta vocación por su amor a mí y a su Hijo».
Scott-Vincent Borba tuvo su conversión a los 40 años, ingresó al seminario a los 42 dejándolo todo para ser sacerdote de Cristo. «Nunca he sido tan feliz. Nunca he estado más lleno de alegría. Aunque el mundo me ofreciera todas sus riquezas, lo devolvería un millón de veces, por permanecer unido a Jesús».