Juan Diego y su gran encargo

Segunda Parte

EVERILDO GONZÁLEZ ÁLVAREZ

Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante aflictiva. ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? Y la Señora del Cielo le aseguró: Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te apriete con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto que ya está bueno. Nuestra madre deseó que Fray Bernardino sanará y así sucedió, de eso más tarde se enteraría el escogido de la Virgen María, la ahora Guadalupana.

Juan Diego tuvo fe total en lo que le aseguraba María Santísima, la Reina del Cielo, así que consolado y decidido le suplicó inmediatamente que lo mandara a ver al Obispo, para llevarle la señal de comprobación, para que creyera en su mensaje. La Virgen Santísima le mandó que subiera a la cumbre del cerro, en donde antes se habían encontrado; y le dijo: Allí verás que hay variadas flores: córtalas, reúnelas, ponlas todas juntas: luego baja aquí; tráelas aquí, a mi presencia

Juan Diego inmediatamente subió al cerro, no obstante que sabía que en aquel lugar no habían flores, ya que era un lugar árido y lleno de peñascos, y sólo había abrojos, nopales, mezquites y espinos; además, estaba haciendo tanto frío que helaba; pero cuando llegó a la cumbre, quedó admirado ante lo que tenía delante de él, un precioso jardín  de hermosas flores variadas, frescas, llenas de rocío y difundiendo un olor suavísimo; y poniéndose la tilma o ayate a la manera acostumbrada de los indios, comenzó a cortar cuantas flores pudo abarcar en el regazo de su ayate. Inmediatamente bajó el cerro llevando su hermosa carga ante la Señora del Cielo.

María Santísima tomó en sus manos las flores colocándolas nuevamente en el hueco de la tilma de Juan Diego y le dijo: Mi hijito menor, estas diversas flores son la prueba, la señal que llevarás al Obispo; de mi parte le dirás que vea en ellas mi deseo, y que por ello realice mi querer, mi voluntad, y tú que eres mi mensajero,  en ti absolutamente se deposita la confianza; y mucho te mando con rigor que nada más a solas, en la presencia del Obispo extiendas tu ayate, y le enseñes lo que llevas; y le contarás todo puntualmente, le dirás que te mandé que subieras a la cumbre del cerrito a cortar flores, y cada cosa que viste y admiraste, para que puedas convencer al Obispo, para que luego ponga lo que está de su parte para que se haga, se levante mi templo que le he pedido

Dicho esto, la Virgen María despidió a Juan Diego. Quedó el indiecito tranquilo en su corazón, muy alegre y contento con la señal, porque entendió que tendría éxito y surtiría efecto su embajada, y cargando con gran tiento las rosas sin soltar alguna, las iba mirando de rato en rato, gustando de su fragancia y hermosura, iba presuroso y embelesado a cumplir la encomienda.

Juan Diego llegó a la casa del Obispo, y suplicó al portero y a los demás servidores que le dijeran al Obispo que deseaba verlo; pero ninguno quiso; fingían que no entendían, quizá porque todavía estaba oscuro, o porque ya lo conocían, o que nomás los molestaba y los importunaba. Juan Diego espero por un larguísimo tiempo, y cuando los sirvientes vieron que el indio todavía seguía ahí, sin hacer nada, esperando que lo llamaran, y observando también que algo cargaba en su tilma, se acercaron para ver que traía. Juan Diego no pudo ocultarles lo que llevaba, pues podrían empujarlo y hasta maltratar las flores, así que, abriendo un poquito la tilma, se dieron cuenta que eran preciosas flores que despedían un perfume maravilloso. Quisieron agarrar unas cuantas, tres veces lo intentaron, pero no pudieron, porque cuando hacían el intento ya no podían ver las flores, y solo parecía como si estuvieran pintadas, o bordadas, o cosidas en la tilma. Inmediatamente fueron a decirle al Obispo lo que habían visto; y cómo deseaba verlo el indito que otras veces había venido, y que ya hacía muchísimo rato que estaba allí aguardando el permiso, porque quería verlo. El Obispo, en cuanto lo oyó, comprendió que Juan Diego portaba la prueba para convencerlo, para poner en obra lo que solicitaba el indio. Enseguida dio orden de que pasara a verlo. Juan Diego habiendo entrado, en su presencia se postró, como ya antes lo había hecho; de nuevo le contó lo que había visto, admirado y su mensaje .En ese momento, Juan Diego entregó la señal de María Santísima extendiendo su tilma, cayendo en el suelo las preciosas flores; y se vio en ella, admirablemente pintada, la Imagen de María Santísima, como se ve el día de hoy, y se conserva en su sagrada casa, ahora en la nueva Basílica allá en donde se le conoce como Tepeyac  El Obispo Juan de Zumárraga, junto con su familia y la servidumbre que estaba en su entorno, sintieron una gran emoción, no podían creer lo que sus ojos contemplaban, una hermosísima imagen de la Virgen, la Madre de Dios, la Señora del Cielo. La veneraron como cosa celestial. El Obispo con llanto, con tristeza, le rogó, le pidió perdón por no haber realizado su voluntad, su venerable aliento, su venerable palabra. Cuando el Obispo se puso de pie, desató del cuello de Juan Diego la tilma en la que se apareció la Reina Celestial., posteriormente, la colocó en su oratorio. Juan Diego pasó un día en la casa del Obispo; y, al día siguiente, éste le dijo: Anda, vamos a que muestres dónde es la voluntad de la Reina del Cielo que le erijan su templo.

Juan Diego le mostró los sitios en que había visto y hablado las cuatro veces con la Madre de Dios y pidió permiso para ir a ver a su tío Juan Bernardino, a quien había dejado gravemente enfermo; el Obispo pidió a algunos de su familia para que acompañaran a Juan Diego, y les ordenó que, si hallasen sano al enfermo, lo llevasen a su presencia. Al llegar al pueblo de Tulpetlac vieron que el tío, Juan Bernardino, estaba totalmente sano, nada le dolía; y él, por su parte, estaba admirado de la forma en que su sobrino era acompañado y muy honrado por los españoles enviados por el Obispo. Juan Diego le contó a su tío cómo había sucedido su encuentro con la Señora del Cielo, cómo lo había enviado a ver al Obispo con la señal prometida para que se le edificara un templo en el Tepeyac y, finalmente, cómo le había asegurado que él estaba ya sano. Inmediatamente, Juan Bernardino confirmó esto, que en ese preciso momento a él también se le había aparecido la Virgen, exactamente en la misma forma como la describía su sobrino; y que también a él lo había enviado a México a ver al Obispo; y que le testificara lo que había visto y le platicara la manera maravillosa de cómo lo había sanado, y que bien así la llamaría, bien así se nombraría: LA PERFECTA VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE, su Amada Imagen.

Cumpliendo con esta disposición, Juan Bernardino fue llevado ante el Obispo para que contara su testimonio y, junto con su sobrino Juan Diego, lo hospedó en su casa unos cuantos días, de esta manera supo con exactitud lo que había pasado, cómo había recobrado su salud y cómo era la Señora del Cielo.

De una manera asombrosa, ya se había difundido la fama del milagro y acudían los vecinos de la ciudad a la casa Episcopal a venerar la Imagen. Al darse cuenta el Obispo de la gran cantidad de personas que llegaban a ver de cerca lo que había acontecido; decidió llevar la Imagen santa a la Iglesia mayor y la puso en el Altar, donde todos la gozaran; aquí permaneció mientras se edificaba una Ermita en el lugar que había señalado Juan Diego.

Juan Diego se entregó plenamente al servicio de María Santísima de Guadalupe, y le apenaba mucho encontrarse tan distante su casa y su pueblo. Él quería estar cerca de ella todos los días, barriendo el templo, que para los indígenas era un verdadero honor,  transmitiendo lo que había visto y oído, y orando con gran devoción; por lo cual, Juan Diego suplicó al señor Obispo poder estar en cualquier parte que fuera, junto a las paredes del templo, y servirle. El Obispo, que estimaba mucho a Juan Diego, accedió a su petición y permitió que se le construyera una casita junto a la Ermita de la Señora del Cielo. Viendo su tío Juan Bernardino que su sobrino servía muy bien a Nuestro Señor y a su preciosa Madre, quería seguirle, para estar juntos; pero Juan Diego no accedió. Le dijo que convenía que se estuviera en su casa, para conservar las casas y tierras que sus padres y abuelos les dejaron-

Juan Diego fue una persona humilde, con una fuerza religiosa que envolvía toda su vida; que dejó sus tierras y casas para ir a vivir a una pobre choza, a un lado de la Ermita; a dedicarse completamente al servicio del templo de su amada Niña del Cielo, la Virgen Santa María de Guadalupe, quien había pedido ese templo para en él ofrecer su consuelo y su amor maternal a todos los hombres. Juan Diego edificó con su testimonio y su palabra; de hecho, se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo. Juan Diego nunca descuidó la oportunidad de narrar la manera en que había ocurrido el encuentro maravilloso que había tenido, y el privilegio de haber sido el mensajero de la Virgen de Guadalupe.

El mismo pueblo fue quien comunicó por todas partes el gran Acontecimiento Guadalupano y, con la característica memoria indígena, fue transmitido de padres a hijos, de abuelos a nietos.

 En nuestra Zamora, El Santuario Guadalupano, se ha convertido en el segundo templo mariano más visitado después de La Basílica de la ciudad de México y ésta, por cierto, es la segunda a nivel mundial, después de la de San Pedro en Roma Ya para estas fechas diario se llevan a cabo las peregrinaciones con los danzantes, los carros alegóricos y la música. Todo es alegría, todo es recordar a nuestra madre La Guadalupana y a aquél indiecito llamado Juan Diego que tan eficazmente cumplió el encargo y que tan cariñosamente llamaba a la madre de Dios: mi niña, mi muchachita, la más pequeña etc.

En 1531 se construyó una ermita en el lugar que La Guadalupana había indicado a Juan Diego, la que fue ampliada en 1557. En 1647 se construyó una iglesia y a ésta, en 1666 se llevó la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe y en este año veinte ancianos indígenas testificaron sobre las apariciones de 135 años antes. En 1695 se construyó otro templo que fue ampliado en 1709 y que fue convertido en colegiata en 1750 y que en 1904 recibió el nombre de basílica menor El culto a nuestra madre se reconoció oficialmente en 1737 cuando se le nombró “ PATRONA DE LA CIUDAD DE MÉXICO “ y en 1746 se instituyó el 12 de Diciembre como su día por el Papa Benedicto XIV, Papa que se refirió al milagro de las rosas en la bula Non est equidem en 1754.En 1756, después de analizar la tilma de Juan Diego, el pintor Miguel Cabrera afirmó que la imagen era de ORIGEN DIVINO

En sus Sentimientos de La Nación, el generalísimo Morelos, propuso establecer por ley constitucional, la celebración del 12 de diciembre en todos los pueblos dedicado a la patrona de nuestra libertad María Santísima de Guadalupe y, otro caudillo de la insurgencia, Miguel Fernández Félix, adoptó por nombre Guadalupe Victoria y ya como presidente decretó que el 12 de diciembre fuera día de fiesta nacional.

El 12 de octubre de 1895 nuestra madre La Virgen de Guadalupe fue coronada como REINA DE MÉXICO En 1910, el Papa Pio X llamó a La Guadalupana “PATRONA DE AMÉRICA LATINA” y un poco tiempo después la imagen marcharía al frente de los ejércitos zapatistas. Ya para 1945, el Papa Pio XII la llamó EMPERATRIZ DE AMÉRICA

En 1995, mientras preparaba la enciclopedia Guadalupana, el jesuita Xavier Escalada encontró en un archivo particular un códice llamado “1548” que es el documento más antiguo en el que se describe la aparición de la virgen a Juan Diego y está firmado por Fray Bernardino de Sahagún y tiene el sello del juez Antón Valeriano

En 1999 por decreto del Papa Juan Pablo II La Basílica de Guadalupe pasó a depender de la Arquidiócesis de México ya que desde 1749 dependía de un Cabildo colegial autónomo. Para este 2023 son 492 años de las apariciones a Juan Diego

Ya es momento de adentrarnos un poco en lo que ha sido un misterio para los mexicanos principalmente : los ojos de la Virgen , en lo que constituye el primer reporte sobre los ojos de la Virgen , el 27 de Marzo del año 1956, se certifica la presencia de un triple reflejo característico de todo ojo humano vivo , se cree que las imágenes se ubican exactamente donde deberían estar , según el citado efecto, y también que la distorsión de las imágenes concuerda perfectamente con la curvatura de la córnea. Ese mismo 1956, el Dr. Rafael Torrija Lavoignet, examinó los ojos de la imagen de la Virgen y mediante el uso de un oftalmoscopio, notificó la aparente figura humana en las córneas de ambos ojos con la ubicación y distorsión propias de un ojo humano normal, notando además una inexplicable apariencia viva de los ojos , al ser examinados. Otras inspecciones realizadas por otros peritos, concuerdan con la de Torrija. Pero el hallazgo más sorprendente fue el del Dr. José Aste Tonsmann, quien descubrió no solo una figura humana en los ojos sino otras cuatro en ambos ojos.

Se representa con mucha fidelidad en el manto de la Virgen el cielo del solsticio de invierno de 1531 que tuvo lugar a las 10.40 horas del martes 12 de Diciembre y ahí en el manto están representadas todas las constelaciones que se extienden en el cielo a la salida del sol y que es el momento en que Juan Diego enseña al Obispo Fray Juan de Zumárraga la tilma en que llevaba las rosas. En el manto se encuentran las constelaciones hacia el sur y el norte respectivamente que eran visibles por las madrugadas en invierno y que se podían apreciar desde el Tepeyac .

Se dice que la pintura de la Virgen de Guadalupe es de una gran belleza porque cumple con requisitos importantes como son el color, la línea y la composición – unión armónica de las partes para formar un todo, construyendo unidad en la diversidad de los objetos.

Para quienes saben de estas cosas, en la imagen se aprecian otros importantes aspectos como es el que la Virgen lleve el cabello suelto que entre los indígenas era señal de virginidad en una mujer; las manos están juntas en señal de recogimiento, en profunda oración, y simboliza, por una ser blanca y la otra morena, la unión de dos razas ; su rostro es moreno ovalado y se encuentra en actitud de profunda oración, su semblante es dulce , amable, fresco, refleja amor, ternura y una gran fortaleza. Su estatura es de 1.43 m, El cinto marca el embarazo de la Virgen, dos cordones caen que simbolizan el inicio de una nueva era que se tuvo con Jesucristo. Los rayos que rodean la imagen simbolizan que ella es la madre de la luz, del sol, del niño, del Dios verdadero. La Virgen está de pie en medio de la luna y con esto marca los ciclos de fertilidad, femenina y terrestre.

El 12 de diciembre es para festejar a nuestras Lupitas, es para cantarle a La Virgen de Guadalupe.

Desde aquí mando un saludo a mi querida mamá Lupita que, yo sé, se encuentra al lado de Dios y de nuestra Madre, felicito a mi hija Lupita y felicito a todas las Lupitas.

Compilación hecha de: México a través de los Siglos de Vicente Riva Palacio; Monarquía Indiana de Fray Juan de Torquemada revistas y Milenios de México de Humberto Musacchio, y Apariciones Marianas de Salvador Freixedo

12 DE DICIEMBRE, DIA PARA FESTEJAR

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Un viaje a través de la historia del periódico Guía.

Colegio Fray Jacobo Daciano