Actualmente, el EZLN y, en general, todos los pobladores de la región —sean simpatizantes o no de aquél— enfrentan una grave crisis de violencia
E l 1 de enero de 1994 —el mismo día que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, uno de los mayores motivos de orgullo del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari—, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) irrumpió inesperadamente en Chiapas para decir ¡basta! y combatir el olvido y la miseria en que desde hacía siglos vivían las comunidades indígenas de ese estado del sureste mexicano.
Treinta años después, el EZLN y, en general, todos los pobladores de la región —sean simpatizantes o no del movimiento zapatista— enfrentan una grave crisis de violencia.
Por su posición geográfica y sus recursos naturales, Chiapas ha sido, desde el periodo colonial, un escenario de disputas políticas, económicas y sociales muy significativas.
En 1712 estalló, en lo que hoy son los Altos de Chiapas, la rebelión de Los Zendales, también conocida como la rebelión de la Virgen de Cancuc, la cual fue sofocada por las tropas españolas; en 1869, cuando México ya era un país independiente, se inició la Guerra de Castas de Chiapas entre los indígenas y los grandes hacendados que los habían despojado de sus tierras; y en 1911, en el contexto de la Revolución, aquéllos lucharon junto con los liberales contra los llamados coletos, descendientes de criollos de San Cristóbal las Casas.
“Así pues, la violencia actual en Chiapas, que azota no sólo a las comunidades zapatistas, sino a todas las comunidades indígenas y campesinas de la región, obedece a esa carga histórica, pero sobre todo a una faceta contrainsurgente del neoliberalismo que incluye la participación de los carteles de la droga y los grupos de la delincuencia organizada que controlan el tráfico de personas provenientes de Centroamérica”, señala Israel Jurado Zapata, investigador del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad, y académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.
Estado paralelo
De acuerdo con Jurado Zapata, los carteles de la droga y otros grupos de la delincuencia organizada han convertido la frontera entre Chiapas y Guatemala, en especial la selva del Petén y la Selva Lacandona, en una zona en disputa, porque constituye una ruta geográficamente estratégica para el trasiego de drogas y de personas.
“Los enfrentamientos entre esos grupos y los embates sufridos por las comunidades zapatistas han sido tan intensos que el EZLN, por medio de su nuevo vocero, el subcomandante Moisés, anunció recientemente la desaparición de los Municipios Autónomos Rebeldes y de las Juntas de Buen Gobierno, lo cual resulta brutal.”
Además, a decir del investigador y académico universitario, al asumir el control de Chiapas, las redes de la delincuencia organizada no sólo han creado un Estado paralelo, sino también han coptado a las propias autoridades estatales.
“Por eso, los zapatistas consideran que es inútil denunciar a los grupos delincuenciales que operan en Chiapas; de hecho, los tres niveles de gobierno siempre se han comportado como sus adversarios”, agrega el especialista.
Recursos naturales en disputa
El EZLN, recuerda Jurado Zapata, ha culpado al proyecto obradorista de, entre otras cosas, no romper la alianza con el gran capital, “que, por cierto, sigue recibiendo concesiones y explotando recursos naturales en todo el país.”
En el caso de Chiapas, estos recursos naturales de nueva generación —“los que interesan a la Cuarta Revolución Industrial, a Tesla y a otras grandes empresas transnacionales”— se encuentran, en una gran proporción, en la Selva Lacandona, por lo que son otro factor que ha influido en la crisis que se vive en ese estado.
“Es más, se sabe que empresas extractivistas han establecido contacto con grupos de la delincuencia organizada para echar a los pobladores de territorios que son ricos en ellos… En este sentido espero que la sociedad civil en su conjunto pueda volver a ver con mayor claridad lo que ocurre en Chiapas en torno a la disputa de nuevos recursos, como el litio, y de nuevas formas de acumulación de capital y poder, como el trasiego masivo de drogas y de personas que se desató a partir de las crisis humanitarias originadas por el capitalismo salvaje y las políticas neoliberales”, apunta.
Personaje central
Por lo que se refiere al subcomandante Galeano (antes subcomandante Marcos), Jurado Zapata piensa que, a pesar de que ha desaparecido del escenario público y mediático, es un personaje central no sólo para el EZLN, sino también para la historia reciente de México.
“Desde el primer día de la insurrección zapatista, el subcomandante Marcos destacó como un líder carismático con un discurso irreverente y, por lo tanto, ajeno al discurso de la izquierda tradicional. Esto le ganó de inmediato la simpatía y el reconocimiento de figuras como Gabriel García Márquez, Eduardo Galeano, Noam Chomsky y Régis Debray.”
El subcomandante Marcos también fue un personaje controvertido; incluso recibió acusaciones de practicar el autoritarismo dentro del movimiento zapatista y de llevar a cabo purgas internas.
Asimismo, se distinguió por su agudeza mental e ingenio. Así, por ejemplo, ante la apertura de los zapatistas a distintos sectores de la sociedad y de la opinión pública nacional e internacional, personas de todas partes del mundo llegaron a Chiapas para conocer el movimiento insurgente desde su interior. No obstante, con ellas también arribaron varios individuos a la caza de información para su beneficio personal.
“El subcomandante Marcos los llamó ‘zapatólogos’ y ‘coyotes de la solidaridad’. Y lo cierto es que infinidad de estudios, trabajos y tesis universitarias se han elaborado desde la lógica del extractivismo académico. Esos individuos van a las comunidades zapatistas, recogen información y la utilizan para sus fines personales, sin mostrarles a aquéllas una solidaridad verdadera ni regresarles nada.”
Cambio de nombre
Si bien el propio subcomandante Marcos llegó a reconocer en algún momento su deuda con algunas obras de Eduardo Galeano, como Las venas abiertas de América Latina y Memoria del fuego, todo parece indicar que el nombre de Galeano no lo adoptó como un homenaje a este escritor uruguayo.
Al respecto, Jurado Zapata manifiesta: “Está documentado que este cambio de nombre encierra una cuestión simbólica. En 2014, impulsado o respaldado por intereses de la delincuencia organizada e incluso del mismo Partido Verde, que en ese momento gobernaba la entidad, un grupo de campesinos lanzó un ataque contra la comunidad de La Realidad, uno de los bastiones más importantes del EZLN, durante el cual murió José Luis Solís, un militante zapatista con una notoria relevancia y cuyo nombre en clave era precisamente Galeano. A raíz de esta muerte, el subcomandante Marcos planteó el cambio de su nombre y dijo que si era necesario que un miembro del EZLN muriera para que Galeano pudiera vivir, entonces él moriría simbólicamente para que eso fuera posible. Ahora bien, aunque el subcomandante Galeano sigue participando en las actividades políticas de la Comandancia General del EZLN y apareciendo en actos políticos y culturales, los comunicados los firma hoy en día el subcomandante Moisés.”