Indiscutible, como sucede con los idiomas, que toda cultura evoluciona. Si ésta pierde elementos torales, sufre aculturación. Si los adquiere, incultura. Entre la pérdida y la adquisición, transculturiza. El problema ocurre cuando éstas afectan elementos identitarios que esenciales. Es entonces cuando o se termina en vasallaje o cuando ‘de a tiro’ se etnocida.
Desde la evicción padecida por la conquista, la cultura p’urhépecha, con todo y la pérdida de la posesión y usufructo de su territorio, con todo y la imposición de jure y de facto de la religión y del idioma de los conquistadores, no ha dejado de luchar por recuperar alguno o algunos de sus valores culturales referenciales: juchari echeri = territorio, juchari uandakua = idioma, juchari erhatsekua = pensamiento, juchari mimixekua = conocimiento, juchari ambonhaskakua = sabiduría, juchari jakajkukua = creencias, juchari ánchikuarikua = faena comunitaria, juchari k’uníchikua = fiesta, juchari p’urhejkukuka = lucha, juchari uinhapikua = fortaleza, juchari kaxumbikua = pundonor, etc.
Nuevos embates, en algunos casos tan graves como la conquista, de unos años acá la han vuelto a poner en jaque: políticas neoliberales, prácticas pastorales de carácter individualista y piramidal, crimen organizado, cambios de uso de suelo con la consiguiente deforestación y prevalencia de los monocultivos, etc., están ahora, en algunas, terminando por destruir no sólo su tejido comunitario, sino por pervertir su sïrukua = usos y costumbres. A lo que hay que sumar la violenta irrupción de elementos e individuos extraños. Me refiero a gobernantes demagogos y, por desgracia, a elementos del crimen organizado.
Trágico espejo: asunción a cargos intra e intercomunitarios de sujetos exógenos que se valen de los emblemas comunitarios para obtener prebendas de instituciones privadas y gubernamentales, sacrílega explotación de juchari echeri = madre tierra (venta de suelo a los aguacateros, como lo hace Capacuaro), comercio ilegal como lo son la sobreexplotación del bosque y el huachicoleo, presumir de autonómicos cuando, sin observar el cumplimiento de los valores identitarios, sólo ocurre la administración por parte de un grupo de los recursos que recibe del estado, etc.
En ese sentido adviene un autoengaño: en vez de asumir de verdad los valores comunitarios, tomarlos como consigna. Parecer, que no ser. Terminar entonces como comunidades “pirata”. Lo que resulta totalmente ajeno a juchari kaxumbikua.