En AL y en Ecuador, las cárceles son los principales centros de la delincuencia
El Ecuador enfrenta desde hace varios años un grave problema de conflicto armado interno que ha dejado como resultado un candidato presidencial asesinado, así como varios alcaldes, defensores de derechos humanos, líderes sociales y una violencia generalizada. Lo que ocurre en este país es el mejor ejemplo de los delicados problemas sociales que enfrenta la región latinoamericana.
Dentro de esta ola de violencia el tema del narcotráfico es el actor principal. Con el proceso de crecimiento de la industria del narcotráfico, como resultado del aumento de la demanda mundial de cocaína y el incremento del consumo de opioides, como el fentanilo, este país sudamericano se ha convertido, después de Colombia, en el más importante centro regional de almacenamiento, procesamiento y distribución de droga, siendo Guayaquil el epicentro de la comercialización y el lugar sobre el que se disputan su control diversas organizaciones criminales. De esta forma en Ecuador como en diversos países de la región, el narcotráfico es el responsable de que niños sean reclutados por pandillas, haya crecimiento de todo tipo de actividades ilícitas como la trata de personas, la prostitución, la venta de drogas, la extorsión y secuestros entre muchas otras.
Como ocurre en la región latinoamericana en Ecuador las cárceles se han convertido en los principales centros de delincuencia ya que son controladas por las organizaciones criminales como los Choneros que han cooperado históricamente con el cartel de Sinaloa, por otra parte están Los Lobos, los Lagartos y Tiguerones quienes se han aliado con el Cartel Jalisco Nueva Generación. La fuga de una de estas prisiones de Adolfo Macías, alias “Fito”, quien es considerado el jefe de la principal banda criminal conocida como los Choneros, hizo que el presidente Daniel Noboa, declarara al país en “conflicto armado interno” e impusiera el Estado de excepción, buscando con ello poder restablecer el orden y la paz, quedando evidenciado de nueva cuenta la grave crisis carcelaria y de seguridad que vive esta nación.
Las cárceles ecuatorianas reflejan el otro mal que nos caracteriza como región, la corrupción. Con el abandono del sistema penitenciario por parte de los diferentes gobiernos, el incremento del narcotráfico y la ausencia de una política criminal integral, el Estado fue perdiendo el control de su sistema penitenciario, por lo que el crimen organizado convirtió las cárceles en bases de operaciones para el tráfico de drogas. Desde allí operan impunemente las bandas criminales para cometer todo tipo de actos delictivos en contubernio con las autoridades y los guardianes.
Como en otros países, la violencia que ocurre en Ecuador tiene también como responsables a los políticos y los distintos gobiernos, que han permitido que estas bandas criminales crezcan ya sea por contubernio o por omisión. Fernando Villavicencio, candidato asesinado del Movimiento Concertación a las elecciones presidenciales pasadas había constantemente denunciado los vínculos de políticos, jueces y militares con estas organizaciones y esto le costó la vida, como ocurrió con Luis Carlos Galán en Colombia en 1989, quien en su momento fue también un duro crítico del narcotráfico. De lo que pasa en Ecuador tienen la culpa los diferentes partidos políticos pues por falta de acción o por omisión, han contribuido al debilitamiento del Estado en el control de estas organizaciones criminales, favoreciendo además el incremento de la violencia política y de la impunidad de aquellos que ejercen actividades violentas.
En estos difíciles momentos todos los actores económicos, políticos y sociales han salido a mostrarle su respaldo al presidente Daniel Noboa y, de igual manera, le han dado su apoyo todos los gobiernos de la región para que tome las decisiones que lleven al país a la normalidad. Sin duda, el presidente ecuatoriano enfrenta una prueba de fuego ya que de sus decisiones no solo depende que se puede controlar y acabar con estos actores violentos y que haya una verdadera paz, sino que además, se está jugando la continuidad y la de su movimiento en las elecciones que sucederán en año y medio.
Ecuador como casi toda Latinoamérica está siendo asediada por el narcotráfico, el crimen organizado y la violencia y compete a todos los sectores políticos, económicos y sociales cerrar filas para ayudarlo a superar este difícil momento, porque lo que pase con este país incidirá en la región. Ahora más que nunca los países y sus gobiernos, independiente de sus diferencias políticas, deben enfrentar a ese enemigo común del crimen organizado que está acabando con la vida de políticos, líderes sociales, defensores de derechos humanos, de nuestros jóvenes, de nuestra sociedad en su conjunto y la democracia.
*Investigador del CIALC-UNAM (El Universal)