La pareja gobernante Ortega y Murillo arrasaron durante el año pasado con la democracia, la libertad y la separación de poderes, sepultaron el resquicio de partido político opositor e incluso acabaron 2023 con una ola de arrestos de sacerdotes, que preocupa al papa Francisco
San José.— La temible pareja gobernante de Nicaragua, Daniel Ortega, presidente, y su esposa, Rosario Murillo, vicepresidenta, que este 10 de enero cumple 17 años en el poder, completó en 2023 una parte de su plan de copiar el modelo comunista de Cuba al avanzar en la construcción de un demoledor sistema totalitario.
En 2023, Ortega y Murillo arrasaron con la democracia, la libertad y la separación de poderes, sepultaron todo resquicio de partido político opositor, ilegalizaron casi 3 mil 500 organizaciones no estatales o sin fines de lucro desde 2018, clausuraron los últimos resabios de libertad de prensa y expresión y tomaron el principal centro privado de educación superior. Al cumplir pasado mañana dos años de su cuarto quinquenio consecutivo a partir de 2007, los recuentos independientes sumaron unos 280 ataques de Ortega y Murillo desde 2018 a ayer a la jerarquía católica, con el inicio del acoso a los evangélicos.
Aunque el dúo liberó y desterró a Estados Unidos en febrero anterior a 222 reos políticos o de conciencia, acumuló al menos medio centenar de nuevas víctimas al cierre del año pasado. El régimen arreció en febrero una implacable cacería de opositores y activistas de derechos humanos y se lanzó contra 94 nicaragüenses de ambos sexos, les acusó de traición a la patria, declaró prófugos y despojó de nacionalidad y bienes.
Ayer mismo fueron expulsados de Nicaragua a México el esposo y al hijo de la exdirectora de Miss Nicaragua, Karen Celebertti, tras casi dos meses detenidos bajo cargos de conspiración. Luego de que la nicaragüense Sheynnis Palacios ganara el consurso de Miss Universo, en noviembre, hubo manifestaciones de júbilo en el país que el gobierno criticó. Acto seguido, acusó a Celebertti y su familia de participar “activamente” en “acciones terroristas del intento fallido de golpe de Estado”, en referencia a las protestas contra Ortega en 2018, que dejaron unos 300 muertos según la ONU.
Al timón del oficialista y exguerrillero izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), como indiscutibles amos de Nicaragua y profundamente anti-Washington, Ortega y Murillo continuaron en 2023 alejándose de la democracia, aferrándose al poder totalitario y sin visos de intentar abrir un espacio para dialogar con sus rivales e iniciar una reconciliación. “Ortega y Murillo no son de izquierda. Su ideología es la represión en todas sus variantes, el terror de Estado, combinada con la corrupción masificada para mantenerse en el poder”, adujo el abogado nicaragüense Álvaro Leiva, presidente de la (no estatal) Asociación Nicaragüense para la Defensa de los Derechos Humanos y en el exilio en Costa Rica.
Ortega y Murillo siguieron en 2023 “convirtiéndose en un régimen neta e incuestionablemente totalitario (…) en dictadura”, dijo Leiva a EL UNIVERSAL.
“2023 no es el año de la construcción ni la culminación, sino de la perpetuación, sin obstáculo alguno, de la tiranía dinástica”, añadió.
A la aguda crisis se unió una masiva migración de ciudadanos de Nicaragua hacia Estados Unidos: 371 mil nicaragüenses fueron retenidos por autoridades de Estados Unidos en los diferentes pasos migratorios de ese país de octubre de 2020 a noviembre de 2023, según cifras oficiales del gobierno estadounidense.
“Ortega apuesta a que el cansancio del tema nicaragüense terminará sumado al uso de la migración [irregular de nicaragüenses a Estados Unidos] como arma”, afirmó el abogado Eliseo Núñez, exdiputado opositor, asilado en Costa Rica y uno de los 94 perseguidos.
El gobierno de Nicaragua continuó creyendo que el factor migratorio “terminará por obligar a Estados Unidos a una negociación de ‘espera”, donde le levantan las sanciones [que Washington dictó contra dirigentes nicaragüenses a partir de 2018] a cambio de que deje de ser un problema regional”, dijo Núñez a este periódico.
Como ocurre en Cuba, los intentos de libertad de prensa o ejercer el multipartidismo son castigados en Nicaragua y sus promotores cayeron en prisión, al exilio o al silencio casero por temor a represalias. Ortega y Murillo moldearon una oposición que, dócil y obediente, se les plegó y sin ser referente válido.
Nicaragua se hundió, en abril de 2018, en su más grave crisis democrática, institucional y socioeconómica del siglo XXI y en la peor desde el final de una guerra civil, en 1990, y del primer periodo de Ortega como mandatario, de 1985 a 1990. Ortega gobernó de facto desde 1979, cuando el FSLN derrocó por las armas a la dictadura de la familia Somoza, de 1934 a 1979, pero perdió en las urnas en 1990.
El conflicto de 2018 activó la persecución política, al estallar fuertes protestas callejeras contra Ortega y Murillo en un movimiento opositor pacífico que los acusó de dictadura dinástica violadora de los derechos humanos y exigió democracia, libertad y elecciones libres. Ambos negaron las denuncias de represión y adujeron que en 2018 frustraron un intento de golpe de Estado terrorista de los opositores en asocio con E. “La dictadura Ortega-Murillo es un régimen sultánico”, narró el politólogo costarricense Carlos Murillo, director del Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo de la (estatal) Universidad de Costa Rica. “Es una mezcla híbrida entre ese modelo cubano, de partido único personalista (…) con elementos propios tropicalizados”, planteó el politólogo a este diario.
“La pareja entra al ámbito sultánico: decide todo. La mente maestra es Murillo y Ortega es sólo la cara. Toma decisiones, pero Murillo genera un plan maestro muy difícil de contrarrestar: usa el control de la sociedad del régimen cubano con elementos de otros países en alianza, con China en lo comercial y financiero, Rusia en lo militar e Irán en lo táctico”, agregó.
Al subrayar que “estos y otros países están dispuestos a respaldar al régimen [nicaragüense] con tal de que les sirva de plataforma para estar en el traspatio estadounidense”, alertó que “eso es muy difícil de contrarrestar. A nadie en Centroamérica le interesa hacer algo, porque mientras no les genere problemas no va a pasar de ahí. Persiste ese discurso carismático de lucha antimperialista, que sigue teniendo algún peso”.
El tándem presidencial de Nicaragua, que se instaló por la vía electoral en 2007, intensificó en 2023 el mando de los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral, con las fuerzas militares, policiales y paramilitares bajo su mando.
Luego de tres derrotas electorales (1990, 1996 y 2001), Ortega ganó en 2006 y recuperó la Presidencia en 2007 y, en procesos calificados interna y externamente como fraudulentos, se reeligió de manera consecutiva en 2011, 2006 y 2021 y podrá gobernar al menos hasta 2027.
El régimen ignoró los cuestionamientos. Al contrario, y en otro confuso mensaje al país, la vicepresidenta garantizó el 22 de diciembre pasado: “Estamos adelante y vamos adelante con la bendición de Dios. (…) en luz y verdad (…) amor y alegría… (…) En paz y tranquilidad. Bendecidos, prosperados y en victorias”.