P. JAIME EMILIO GONZÁLEZ M. // Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres

            Hemos iniciado un nuevo año que para nuestro país será decisivo pues todos los datos indican que se están urdiendo unas elecciones de Estado.  Sólo un ciego no podrá ver que en los últimos cinco años hemos perdido prácticamente todo por lo que muchos lucharon durante treinta años para obtener una verdadera democracia. Ahora prevalecen la corrupción, el cinismo, el nepotismo, la hipocresía, la ignorancia, la mentira, la traición y el engaño. El año concluyó con el anunciado intento de desaparecer las instituciones autónomas; con una nula respuesta y mucho menos, apoyo al sector salud con la hiriente escasez de medicinas; hemos sido reprobados en educación y esto nos augura más atraso y seguir siendo considerados de los países con los primeros lugares en ignorancia en el mundo. Prácticamente no existe la seguridad y hay miedo de salir a las calles y estar en el lugar y el momento equivocados, en medio de balaceras, secuestros y masacres del crimen organizado.

          La actitud del caudillo mesiánico para destruir el poder judicial es simplemente vergonzosa y lamentable. Una de sus últimas triquiñuelas ha sido la imposición de la nueva ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en sustitución de un títere incondicional y servil del poder. Todo indica que será su instrumento, y que estará más atenta a cumplir la voluntad presidencial que la Constitución. Se prepara la imposición de una supuesta elección popular de los jueces. Una iniciativa privada que trata de salvar su patrimonio o ha empezado ya a expatriarlo. Se alistan unas elecciones manchadas de corrupción, pagadas con el presupuesto que pertenece a todos los mexicanos; con líderes que siguen mintiendo y son manipulados, sin identidad propia, sin que se duelan de un país que cada vez está más en ruinas. Me da mucha rabia cuando el caudillo menciona a Dios, obviamente en defensa de su ególatra figura. No le conviene caer en la cuenta de que cuando Dios delega su autoridad suprema a los gobernantes humanos, ellos no tienen libertad para utilizarlo con el fin de justificar la tiranía.

De hecho, hay ejemplos muy notables en la Sagrada Escrituras donde Dios ordena explícitamente reaccionar contra el Estado. Por ejemplo, las parteras egipcias se negaron a obedecer la orden del faraón de matar a los bebés hebreos. Como dice la Biblia: «[ellos] temían a Dios y no hicieron como el rey de Egipto les dijo que hicieran» (Éxodo 1,17). Del mismo modo, tres hebreos no obedecieron al rey Nabucodonosor de Babilonia, cuando mandó a todos los habitantes a inclinarse y adorar la imagen de oro (Daniel 6). Daniel también se negó a obedecer un decreto promulgado por el rey Darío, que obligaba a todos a no orar a ningún otro dios, excepto a la imagen del rey. En el Nuevo Testamento, tenemos el ejemplo de la actitud de los primeros apóstoles hacia el Sanedrín, el consejo judío de los sacerdotes y los maestros de la ley. El consejo les ordenó no predicar en el nombre de Cristo Jesús. Sin embargo, el libro de los Hechos dice que los apóstoles se negaron a obedecer a su decisión.

El apóstol Pedro declaró con audacia: «Es necesario obedecer a Dios antes que a la autoridad humana» (Hechos 5,29). De hecho, el celo de los apóstoles por el Señor era tan grande, que se negaron a ser silenciados por los gobernantes injustos, incluso si esa negativa resultara en su detención y / o su ejecución. Ellos se consideraban obligados por la Ley de Dios en primer lugar y siguieron predicando el Evangelio como si no hubiera ninguna prohibición legal. Es un hecho que para que los gobernantes sean obedecidos, las autoridades civiles tienen en primer lugar que obedecer a Dios y a su ley. Como John Stott ha señalado: «Si el Estado manda lo que Dios prohíbe o prohíbe lo que Dios manda, entonces nuestro deber cristiano normal es resistir, no someterse, a desobedecer el estado con el fin de obedecer a Dios. Siempre que las leyes que se promulgan contradicen la ley de Dios, la desobediencia civil se convierte en un deber cristiano”.

Aunque los primeros apóstoles consideraban totalmente lícito desobedecer leyes impías, los seguidores de Cristo hoy en día les gusta citar a partir del capítulo 13 de la carta de San Pablo a los romanos con el fin de justificar el cumplimiento de las normas inmorales del derecho positivo. Sin embargo, San Pablo argumenta aquí el obedecer a la autoridad civil, porque “no hay por qué temer a las autoridades cuando se obra bien, pero sí cuando se obra mal» (Romanos 13,3). Si la persona del Estado abusa del poder que le fue dado por Dios, «nuestro deber no es someternos, sino resistir». De acuerdo con Francis Schaeffer, una interpretación más exacta de este pasaje indicaría claramente que «el Estado es un agente de la justicia, para restringir el mal, castigando al malhechor, y para proteger el bien de la sociedad. Cuando se hace lo contrario, el Estado no tiene autoridad apropiada. Se convierte, entonces una autoridad usurpada y como tal se convierte en ilegal y en una tiranía”. Tenemos todos el deber civil, moral, humano y cristiano de reflexionar y evitar que se siga haciendo tanto daño, prepararnos a salir a las calles a votar e invitar a muchos más a hacerlo, en conciencia, por el bien de México.

Domingo 7 de enero de 2024

Deja un comentario

JAIME EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA

RP Jaime Emilio González Magaña, sacerdote jesuita que radica en Roma.

Gracias por visitarnos