Robar

López Obrador insiste en afirmar que la corrupción se ha terminado, y lo ilustra con un pañuelo blanco. No existe ninguna evidencia que sostenga esa afirmación.

Macario Schettino

López Obrador afirmó que su lema, y el de su movimiento, era “no mentir, no robar, no traicionar”. Ha sido exactamente al contrario, y creo que es necesario documentarlo.

Además de asegurar que terminaría con la inseguridad, López Obrador afirmó que acabaría con la corrupción, y que de ahí obtendría 500 mil millones de pesos con los cuales financiaría sus proyectos. Eso era mentira. No sólo no se enfrentó seriamente la corrupción, sino que este sexenio es el más corrupto de la historia.

Primero, debemos considerar corrupción el uso de recursos públicos para la compra de voluntades. Si esto se disfraza de política social, que lo crean los incautos. La destrucción de programas sociales bien diseñados, monitoreados y evaluados, como lo eran el Seguro Popular y Progresa-Oportunidades-Prospera, para reemplazarlos por la entrega de efectivo, sin padrón, sin reglas, sin control alguno, no es otra cosa que corrupción. Que eso se haga apelando a la sensiblería social, insisto, no lo disculpa.

Segundo, el fraude más grande que se ha documentado ha sido el que ocurrió en Segalmex en este sexenio, institución recién fundada y dirigida por un antiguo jefe de López Obrador, Ignacio Ovalle. Decenas de miles de millones de pesos desaparecieron en ese intento de reconstruir Conasupo, y de ese fraude viene el control que López Obrador tiene sobre Dante Delgado y Movimiento Ciudadano. No sólo eso, sino que hay evidencias, no seguidas al detalle, que conectan con el narcogobierno venezolano y la dictadura cubana.

Tercero, se ha documentado públicamente la intervención de los hijos de López Obrador en diversos actos de corrupción. Del mayor, a través de contratistas de Pemex; del segundo y tercero, alrededor de las obras insignia de su padre: aeropuerto, refinería y tren. Hay grabación donde celebran cómo “se había metido” 250 millones de pesos de utilidades en sólo seis meses.

Cuarto, se financia desde el gobierno un ejército de operadores electorales llamados “siervos de la nación”, que fueron impuestos a la secretaria de Desarrollo Social (hoy Bienestar), para que esa “política social” ficticia, en realidad compra de votos, pudiera operarse de forma paralela. Así se ha hecho, y se sigue haciendo ahora. Ese ejército electoral, financiado con recursos públicos, actúa a favor de Morena.

Quinto, tanto las campañas de los aspirantes a la candidatura presidencial de Morena en el verano, como la que hoy realiza Claudia Sheinbaum, han requerido centenares, si no es que miles de millones de pesos que no pueden salir sino del erario, o de negociaciones para pagos futuros desde esa misma fuente.

Finalmente, la estrecha relación de López Obrador con la familia del Chapo Guzmán no puede menospreciarse. Los recursos que Sergio Carmona aportó a Morena, especialmente en la elección de 2021, que permitieron que ese partido ganase casi todas las elecciones locales mientras perdía la federal, representan la intervención más clara del crimen organizado en una elección en México, hasta ahora. El crecimiento territorial del crimen organizado en estados gobernados por Morena me parece también evidencia clara de corrupción.

López Obrador insiste en afirmar que la corrupción se ha terminado, y lo ilustra con un pañuelo blanco. No existe ninguna evidencia que sostenga esa afirmación. Por el contrario, hay denuncias y documentación pública de que éste es el sexenio con más corrupción en la historia.

Los dos temas más importantes para los mexicanos en la elección de 2018 fueron la inseguridad y la corrupción. López Obrador ofreció enfrentarlos y resolverlos. Por el contrario, hoy estamos peor en ambos. Hoy el crimen organizado controla más territorio y más negocios que en ese año, y este sexenio es el más corrupto de la historia. Sólo mintiendo pueden decir lo contrario, pero eso no es un obstáculo para ellos. (El Financiero)

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