SILVIO MALDONADO B. // La Lupilla II

LA VOZ DEL CRONISTA DE JUNGAPEO 

Así pue que se largaba y se dejparecía desde que empezaba hajta la regresada; y eso que tenía que atender a su mujé, porque el Vítor también se llegó diuna vez con muje, que quen sabe onde recogió, pero bien que vivía con ella,  quej que porque ejtaban bien casauj. La vieja le salió buena por un lao, pero mala por lotro; y eso que laj lengua e la gente decían que el Víctor no la atendía del encamamiento porque nunca ejtaba, y cuadoejtaba, ejtaba bien pedo. Le salió buena porque ni quen diga que lo dejcuidaba; muy al contrario, todo le hacía al Vítor, menoj lo de la encamada por lo pedo.

Así, salida y salida pal Norte hajta que perdió la cuenta. Así, ausencia y máj ausencia, que lloraba y lloraba la mujé, pero que aprovechaba pa consolarse, porque pronto le halló colgadura al guaje; bien que la Jujtina, que así se llamaba la mujé el Vítor, le salió bien puta; se entendía de lo lindo y bonito con el Arsilio, su amasio del diario, o con el que al menoj linvitara aguardiente a lora e la calentura.

Tuita la gente dicía que tanto salir y salir del Vítor no pudo soportarlo la Jujtina, que al prencipio ejtaba muy apaciguada hajta quel dolor se le pajmó. De allí pa delante, ya lasalidaj el Vítor no las sintió la Jujtina, y menoj cuando se halló al Arsilio. Ni hombre solo, ni menoj mujer sola; tardi o temprano cada quen incuentra su cada cual; eso ej ley. Ora que no faltó quien compadeció a la mujer, porque con tantas juideraj, el Vítor no pudo hacerle más que una panza a su vieja: esa jue la Lupilla.

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SILVIO MALDONADO BATUISTA

Silvio Maldonado Bautista. Dr. en Medicina por el IPN. Novelista. Director emérito del CIIDIR (Poner el nombre completo). Radica en Morelia, Michoacán.

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