Bendecir personas, sí, pero ¡para que cambien!

P. Jaime Emilio González Magaña, S. I.

El pasado 20 de enero, tuvo lugar un hecho insólito en la historia del catolicismo. Se trata de la visita que hizo al Santo Padre el Cardenal de Kinshasa, Fridolin Ambongo, en su carácter de presidente del SECAM (que reúne a las conferencias episcopales de África) y también como miembro del consejo de los nueve cardenales que acompañan al Papa. El objetivo era presentarle lo que él llamó “un movimiento continental” expresado en un documento titulado «Síntesis de las reacciones de las conferencias episcopales de África». Después de una lectura minuciosa del documento de los obispos africanos, el Papa y el Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, estuvieron de acuerdo en firmar otro documento que se titula «No a la bendición de parejas homosexuales en las Iglesias Católicas». El cardenal africano expresó su convicción de que la Iglesia africana está de acuerdo en bendecir personas, sí, pero ¡para que cambien!

El Cardenal Ambongo, enfatizó que «como todo el mundo en la Iglesia, está a favor de bendecir a las personas individuales, igual que cuando visita prisiones bendice a los presos incluso si son «personas que han masacrado, que han matado». Los bendicen «con la esperanza de que la gracia de la bendición pueda ayudarlo a convertirse. Y si bendecimos a un homosexual, también es para decirle que su orientación sexual no está de acuerdo con la voluntad de Dios. Y esperamos que la bendición pueda ayudarte a cambiar. Porque la homosexualidad está condenada en la Biblia y por el magisterio de la Iglesia. No podemos ser promotores de una desviación sexual”». Ante este hecho, el Santo Padre, con enorme valentía, se manifestó con estas palabras: «el en cierto modo lamentable, en otros estimulantes, asunto de la reciente dialéctica entre el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar y el contenido de la declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe Fiducia supplicans, ofrece espacio para una reflexión exquisitamente teológica que nos permita preguntarnos: ¿qué podemos aprender de esta circunstancia?».

Y añadió: «un primer elemento de reflexión me parece la cuestión del método que han adoptado los prelados africanos. En esta perspectiva, debe quedar claro o precisarse, si fuera necesario, que la animación pastoral de las comunidades eclesiales en su contexto territorial y cultural depende de los obispos y no de la curia romana. Ellos están legitimados para intervenir (el hecho de que la carta haya recibido el consentimiento tanto del obispo de Roma como del Prefecto del Dicasterio lo confirma), aclarando, interpretando y eventualmente desvinculándose, al tiempo que reafirman su lealtad al Papa, de pronunciamientos que consideren inadecuados para las Iglesias que les han sido confiadas. Y esto vale tanto cuando de la curia llegan indicaciones que hacen retroceder la acción eclesial, como cuando se proponen opciones abiertas e impulsos hacia adelante, que una parte del pueblo de Dios no está dispuesta a aceptar. La eclesiología subyacente es exactamente la del Vaticano II y hace suya la tan deseada sinodalidad, lo que no significa en absoluto uniformidad de puntos de vista».

En ningún momento se mencionó un supuesto “cisma africano” con el que fatídicas voces de desventura intentan dividir a la Iglesia. El Papa Francisco aclaró: «otro elemento de reflexión se refiere al contenido de la controversia. Más allá del significado de las bendiciones litúrgicas, o no litúrgicas y de la actitud pastoral que debe acompañar a los ministros de la misericordia, no parece difícil constatar que, por una parte, se adopta una antropología dinámica centrada en la «persona», si no en el sujeto, y, por otra, una ineludible referencia fundamental a la «naturaleza» humana, tal como nos la propone la revelación judeocristiana. Lo que está en juego es particularmente significativo y desafiante: se trata, en efecto, de la relación persona/naturaleza y la cuestión pasa a ser qué estructura natural se incluye en la subjetividad personal. La cultura de África no acepta estas bendiciones porque hay sensibilidades diferentes y que esto fue aclarado con el cardenal Ambongo».  Además -concluyó- «cabe preguntarse si un organismo vaticano puede imponer a otra cultura una visión antropológica que pertenece a una perspectiva creyente más bien occidental y en el horizonte cultural diferente encontramos el trasfondo que dio origen a la posición de los obispos africanos. Sin embargo, desde una perspectiva exegética bíblica, conviene remitirse al documento de la Pontificia Comisión Bíblica ¿Qué es el hombre? Un itinerario de antropología bíblica, del 30 de septiembre de 2019, en el que se pide una mayor cautela en la hermenéutica bíblica junto con una atención pastoral a las personas homosexuales».

Domingo 18 de febrero de 2024

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