Los primeros días de febrero de 1939, uno de los entonces llamados “Siete Sabios de México” cumplía 43 años, pero enfocaba su tiempo a la creación del instituto que hoy rescata, investiga y acerca al público los tesoros culturales del país. Texto: Raúl J. Fontecilla
Más de tres décadas después de promulgarse la Constitución de 1917, la reconstrucción del país había avanzado lo suficiente para que el presidente Lázaro Cárdenas le diera “luz verde” a la propuesta de don Alfonso Caso en 1939: crear un instituto dedicado al desarrollo de la antropología y la historia en México.
En el 85 aniversario de la fundación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Mochilazo en el Tiempo recuerda algunos de sus primeros momentos y al personaje clave de sus inicios, el doctor Caso, quien cumplía años un día antes que el instituto.
El nuevo proyecto, a cargo de un experto
Desde mediados de enero de 1939, EL UNIVERSAL anunció que estaba lista la ley orgánica para un nuevo “Instituto de Historia”, que tomaría el lugar del Departamento de Monumentos Históricos, Artísticos y Arqueológicos de la República.
Aunque hubo un breve movimiento sindical contra el nuevo instituto de la Secretaría de Educación Pública (SEP), el 4 de febrero de 1939 El Gran Diario de México anunció que aquel departamento desaparecía para dar lugar al recién inaugurado INAH.
Un decreto del Congreso de la Unión fue la base para cambios muy grandes: la institución absorbía de inmediato a los trabajadores de departamentos de la SEP como el de Arqueología y el de Monumentos, ya que serían dependencias.
Lo mismo sucedió con distintos presupuestos, inmuebles y operaciones, que iban desde la arqueología en excavaciones nacionales hasta investigaciones científicas y artísticas,
Aquella ocasión fue también el día en que edificios como el ex Convento de la Merced y el Castillo de Chapultepec quedaron en manos del INAH.
El descontento que había mostrado al inicio la Sección 3 (Monumentos) del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza quedó atrás con ayuda del doctor Alfonso Caso, quien respaldó la idea y habló en persona con los empleados.
Quizá aún más que la propia fundación del instituto, la decisión que más se le aplaudió al gobierno en su momento fue nombrar como primer director del INAH al doctor Caso, pues como dijo la prensa, era una personalidad acreditada en todo el mundo.
Entre los primeros proyectos, se anunció que el Castillo de Chapultepec sería el Museo Nacional de Historia, mientras que la Ciudadela fungiría como el Museo de Arqueología. Al final, el segundo inmueble albergaría la Biblioteca de México, pero los planes comenzaron a trazarse desde antes de los años cuarenta.
Aquel 4 de febrero, al menos en el papel, fue el primer día de los ya 85 años de esfuerzos por desenterrar el pasado, preservar las diversas raíces culturales mexicanas, acercarnos a especies extintas y fortalecer nuestra memoria social.
¿Quién fue Alfonso Caso, primer director del INAH?
En septiembre de 1916, siete estudiantes de la Universidad Nacional (la actual UNAM) decidieron unir esfuerzos para acercar la alta cultura a los universitarios de la capital. Para ello, su primer paso decisivo fue establecer la Sociedad de Conferencias y Conciertos.
Al inicio, entre los compañeros de aquellos vanguardistas surgió la broma de apodarlos “los Siete Sabios de México”, en referencia a un mismo número de sabios griegos que tuvieron gran prestigio en la antigüedad.
El doctor Caso tendría unos 19 años para ese momento, pues nació el 3 de febrero de 1896 y en su alma máter pertenecía a la generación de 1915, al igual que sus seis colegas.
Aunque al inicio el colectivo intentó darse a conocer como “Generación de 1915”, las conferencias que organizaban ganaron tanto prestigio que incluso se publicaron en EL UNIVERSAL, sin importar la juventud de sus autores. Entonces el apodo de “Sabios” fue todo un orgullo.
Entre sus amigos, que llegaron a ocupar cargos como ministros de la Suprema Corte y hasta la rectoría de la UNAM, don Alfonso Caso destacó por su interés en la historia nacional, que desencadenó en su éxito como arqueólogo en las excavaciones de Monte Albán.
En la primera plana del 20 de enero de 1932 había destacado, más que cualquier otra noticia, aquel hallazgo en Oaxaca: la tumba de los caciques mixtecos, el último hogar de seis esqueletos que “aparecían sentados con aire de gran dignidad”.
La exclusiva para este diario, del literato e historiador oaxaqueño Jorge Fernando Iturribarría, no encontraba mejor recurso que la ficción para expresar las maravillas de las “faraónicas” joyas mixtecas.
Desde la fortuna del conde de Montecristo, protagonista novelesco de la pluma de Alexandre Dumas, hasta las riquezas de la cueva de los cuarenta ladrones con las que Alí Babá salió de la pobreza en un cuento de Las mil y una noches, eran referencias ejemplares para el oro, el jade, las turquesas y los señoriales restos mortales que vieron de nuevo la luz por las investigaciones de Alfonso Caso.
Si sus méritos como arqueólogo (que le dieron renombre internacional), o la reputación como uno de los Siete Sabios de México no hubieran sido suficiente para la fundación del INAH, en 1939, Caso también llevaba al menos una década como profesor de Etnología en la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM.
Luego de cinco años como fundador y director de Antropología e Historia, también se desempeñó como rector de la Máxima Casa de Estudios, para finalmente dedicar sus últimas décadas de vida a encabezar el entonces Instituto Nacional Indigenista (antecedente del actual Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas) desde su creación, en 1949, hasta su muerte, en 1970.
- Fuentes:
- «SALA III El Tesoro de la Tumba 7 de Monte Albán (1250 – 1521 d.C)», Museo de las Culturas de Oaxaca.
- Hemeroteca y Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
- Masse, Francisco. «¿Quiénes fueron los Siete Sabios de México?”, Bicaalú.