Cataluña acaba de proclamar la emergencia por sequía en Barcelona y en 200 municipios, o sea en casi toda la Generalitat. El extitular de nuestra CONAGUA, José Luis Luege, afirma que ante la crisis de agua que vive el gran Valle de México (y muchas regiones del país) se requiere la declaratoria de emergencia hídrica y el Consejo Consultivo del Agua advierte que asistimos a un “estrés hídrico grave”, que la sobrexplotación, el despilfarro, la contaminación y la desigualdad en acceso al vital líquido causarán conflictos sociales. En cuanto al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), diagnostica que el plan hídrico del gobierno va sin fechas, metas ni indicadores definidos. Todo se queda en buenos deseos, como, por ejemplo “asegurar progresivamente los derechos humanos al agua y al saneamiento, especialmente en la población más vulnerable” o “aprovechar eficientemente el agua para contribuir al desarrollo sostenible de los sectores productivos”. 21 millones de mexicanos no tienen red de agua y 9 millones no tienen ningún tipo de acceso al agua. José Luis Luege dice con razón, a propósito de la crisis que sufre el Valle de México, que “es mucho más preocupante la situación del manto freático que la del Cutzamala; yo sé que las presas se pueden llenar con lluvias abundantes, pero el acuífero no. El mecanismo de su recarga es muy lento (…) Es un asunto muy serio, crítico, el último aviso de una catástrofe”.
El problema es mucho más que mexicano, es mundial. Sin embargo, la naturaleza es extraordinariamente generosa y es capaz de hacer vivir 12 mil millones de hombres; pero hace dos siglos, y de manera acelerada hace sesenta años, que nos empeñamos en destruirla. Ahora, muchos somos conscientes de los daños y de la necesidad de repararlos, como en el caso actual del agua que es el recurso natural más indispensable. Las precipitaciones provienen en un 70 por ciento de las nubes formadas por la evaporación de los suelos y de su biomasa; 30 por ciento solamente de la evaporación marina. Dos ciclos naturales se cruzan para darnos el agua, el del agua y el de la biomasa terrestre. Cuando forman un círculo virtuoso, la biomasa en expansión engendra más lluvia, la cual permite el crecimiento de la biomasa. El círculo vicioso opera exactamente a la inversa: reducción de la biomasa significa menos lluvia y por lo tanto menos biomasa hasta e l triunfo de la sequía, con el desierto al final.
J.L. Luege explica que “el sistema Cutzamala se abastece de una fuente rodeada de una zona boscosa que en este momento está dominada por el crimen organizado que promueve la tala ilegal y al promoverlo, se pierde el bosque”. El problema somos nosotros los humanos, no la naturaleza. En el mundo, caen 13,000 toneladas de agua por habitante y por año. No tengo las cifras para México, pero en Francia son 7,450 cuando el consumo es de 611 toneladas de agua por francés y por año. Al nivel mundial, no hay problema, pero sí lo hay según las grandes zonas, los países, sus regiones. Chiapas y Tabasco se pueden inundar mientras que el Norte muere de sed. Digo “pueden” porque en 2023 la lluvia desdeñó a Chiapas.
Para entender las estadísticas, hay que distinguir entre el agua captada y el agua consumida. Captamos el agua en los ríos, en el manto freático y en los mantos fósiles, herencia de un pasado muy remoto. Gran parte de esa agua, después de su uso, regresa al medio acuático. La parte captada que no se restituye, la consumida, es la que impregna el suelo, las plantas, los productos elaborados. En promedio mundial, el 70 por ciento del agua consumida va a la agricultura. El 20 a la industria y el 10 por ciento al uso doméstico: beber, cocinar, lavar. Hay dos tipos de peligros: agotar los mantos freáticos y destruir los ecosistemas, especialmente los bosques. En zona templada, el bosque se reconstituye, en zonas tropicales y ecuatoriales, la destrucción puede ser irreversible. En las Amazonas fabricamos desierto.
Los remedios existen, falta la voluntad política y social, individual y colectiva para aplicarlos. Vean el documental de Eugenio Polgovski, Resurrección, sobre el desastre producido por la industria en El Salto, Guadalajara, alguna vez visitado como el Niágara mexicano.
Historiador en el CIDE