P. Jaime Emilio González Magaña, S. I.
Durante una conferencia que tuvo lugar el pasado 23 de enero en la Oficina de Prensa de la Santa sede, Mons. Rino Fisichella, Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización, Sección para las Cuestiones Fundamentales de la Evangelización en el Mundo fue el encargado de hacer la presentación del Año de Oración en preparación al Jubileo del 2025 así como de la serie de «Apuntes sobre la oración». Se hizo pública la decisión del Santo Padre de dedicar este año en forma particular a la oración. El prelado declaró: «ya en la carta del 11 de febrero de 2022, que me dirigió para encargar al Dicasterio el Jubileo, el Papa Francisco había escrito: “Me alegra pensar que el año 2024, que precede al acontecimiento del Jubileo, pueda dedicarse a una gran “sinfonía” de oración; ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo. Oración, para agradecer a Dios los múltiples dones de su amor por nosotros y alabar su obra en la creación, que nos compromete a respetarla y a actuar de forma concreta y responsable para salvaguardarla.
Oración como voz “de un solo corazón y una sola alma” (Cf. Hch 4,32) que se traduce en ser solidarios y en compartir el pan de cada día. Oración que permite a cada hombre y mujer de este mundo dirigirse al único Dios, para expresarle lo que tienen en el secreto del corazón. Oración como vía maestra hacia la santidad, que nos lleva a vivir la contemplación en la acción. En definitiva, un año intenso de oración, en el que los corazones se puedan abrir para recibir la abundancia de la gracia, haciendo del “Padre Nuestro”, la oración que Jesús nos enseñó, el programa de vida de cada uno de sus discípulos». De este modo, de acuerdo con los deseos del Papa, este será de preparación al próximo Jubileo y, mucho más allá de la organización y estrategia, ciertamente más importante que todas las obras de embellecimiento que ya se están realizando en Roma, se quiere poner un énfasis especial a lo que Francisco subrayó en la ceremonia del Te Deum al final del año pasado en el que expreso: «el cristiano, como María, es un peregrino de esperanza. Y este será precisamente el tema del Jubileo de 2025: “Peregrinos de esperanza”.
Es un hecho lamentable el poder constatar que la Iglesia sufre momentos de especial complejidad, falta de esperanza y, aun de confusión. Todo ello ha sido favorecido con ciertas declaraciones imprudentes y desafortunadas de algunos cardenales y obispos que nos recuerdan el ambiente enrarecido y de marcada desobediencia en torno a la reforma protestante y las vísperas del Concilio de Trento. Es, precisamente en estos tiempos difíciles cuando estamos invitados a volver a lo esencial y rogar al Señor que su Esposa, la Iglesia, deje de ser humillada por quienes han jurado defenderla en vez de ultrajada. Estos personajes no se han dado cuenta que, cuando se manifiestan públicamente no lo hacen solamente a título personal y que lo que, quizás, tengan derecho a criticar a título personal y en privado, al hacerlo en forma imprudente, superficial y frívola, hacen daño al pueblo, que muchas veces no tiene una conciencia moral bien formada y es escandalizado.
El Sumo Pontífice ha hecho énfasis en que «para que el Jubileo sea un evento que enriquezca espiritualmente la vida de la Iglesia y de todo el pueblo de Dios, convirtiéndose en signo concreto de esperanza, es necesario prepararlo y vivirlo en las comunidades con ese espíritu de expectativa típico de la esperanza cristiana. El Año de la Oración corresponde plenamente a esta necesidad. No se trata de un Año con iniciativas particulares; más bien, de un momento privilegiado para redescubrir el valor de la oración, la necesidad de la oración diaria en la vida cristiana; cómo orar, y sobre todo cómo educar a orar hoy, en la época de la cultura digital, para que la oración sea eficaz y fecunda. No podemos ocultar que estos años demuestran una profunda necesidad de espiritualidad. Cuanto más fuerte se vuelve el grito de la tecnología que parece corresponder a todos nuestros deseos, más profunda es la necesidad de una verdadera espiritualidad que lleve a cada persona al encuentro de sí misma en la verdad de su propia existencia y, por tanto, en una relación coherente con Dios». Pidamos a Nuestra Señora, a quien hoy recordamos en su advocación de Lourdes, que no nos permita olvidar que el amor a Jesucristo y su seguimiento se continúa, se hace misión, se concreta y se prolonga hoy en el amor a la Iglesia, Esposa de Cristo y madre nuestra en continuidad con el amor a Jesús. Sin hablar del amor personal a Jesucristo, quienes alardean de un amor puro a la Iglesia y atacan al Vicario de Cristo, podrían caer en el riesgo de auspiciar grupos farisaicos, fanáticos y sectarios.
Domingo 25 de febrero de 2024