Violencia y corrupción, los temas que definirán la elección el 2 de junio

Vivimos bajo un sistema de partidos que no ofrecen ningún resultado, por lo que la sociedad mexicana ha comenzado a hartarse más rápido de lo que se cree.

Omar Cepeda

Después de la investigación publicada por tres distintos medios de información internacionales, dos de ellos asentados en Estados Unidos y otro más en Alemania, sobre la probable financiación por parte de grupos del crimen organizado a la campaña presidencial de López Obrador en 2006, lo cual desató un amplio debate en medios de comunicación, redes sociales y opinión pública, quedó claro que las campañas que están por iniciar el próximo 1 de marzo se centrarán en dos temas que han sido un total fracaso en el actual gobierno: la violencia y la corrupción.

Estos temas posicionarán el debate entre las candidatas y un supuesto candidato que retrocede cada vez que aparece en escena, escaso de talento y gracia. Y es que son pendientes que no sólo evidencian el fracaso transexenal, también muestran que estamos inmersos en un sistema de partidos en franca crisis. Su funcionamiento no logra sacudirse la caspa que corroe, su incapacidad de formar nuevos cuadros, sucede todo lo contrario, su saciedad y gula es interminable.

Entre ellos simulan representar el cambio, pero sólo pulen las siglas de los nombres de sus partidos políticos cada que hay elecciones. En el fondo, son los mismos operadores que sin dignidad pueden estar en cualquier partido, dependiendo de la oferta que les llegue.

Al mismo tiempo, con desfachatez, sin vergüenza y sin pudor, los líderes políticos aceptan en sus filas a quienes pudieron ser criminales, corruptos, de supuesta izquierda o de derecha, ¿qué más da si les ofrecen votos?

Lo que les importa es seguir en el poder, en la impunidad, bajo el presupuesto público. Para ello apuntalan a sus familiares, amigos, leales; ejemplos sobran en la actualidad, incluso se ha incrementado esta práctica de manera nauseabunda. Vivimos bajo un sistema de partidos que no ofrecen ningún resultado, por lo que la sociedad mexicana ha comenzado a hartarse más rápido de lo que se cree, pues la última esperanza, Morena, resultó ejercer las mismas prácticas, incluso peores, que los partidos de siempre.

Con más de 170 mil homicidios que suma el actual gobierno, y que superan con triste holgura a los anteriores sexenios, más los emblemáticos casos que trastocaron profundamente la narrativa de combate a la corrupción que tanto pregonó López Obrador, como el saqueo a Segalmex y el prominente enriquecimiento de la familia del presidente, amigos o leales… se quedan estos temas como los urgentes y prioritarios a resolver en la próxima administración.

Reflejo de estos dos graves problemas, las candidatas favoritas, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, iniciarán una intensa campaña cuyas miradas y análisis se centrarán en estos dos asuntos: violencia y corrupción. Nada fácil para ninguna de ellas, pues sus respaldos están manchados de ambas acusaciones, no hay bando que se salve.

La clave estará en esos dos rubros. La candidata que logre conectar y convencer con propuestas bien estructuradas, sustentadas y coherentes, podrá sumar importantes apoyos en todos los estados, pues ninguno, en México, está exento del acoso criminal. Aunque hay quienes más lo padece, y estos son gobernados tanto por los partidos que apoyan a Claudia, como a Xóchitl.

Los casos de corrupción y violencia son temas de fondo. No sólo corresponden, como todos sabemos, al actual sexenio que agoniza, sino a un sistemático proceso político-social instaurado desde que el PRI fungió como un partido omnipresente, hasta que no pudo más y llegaron los dos sexenios que gobernó el PAN. Las múltiples facetas de violencia, corrupción e impunidad que hemos transitado todos los mexicanos durante décadas, ponen en jaque a los actuales partidos políticos y por supuesto impactará en la elección del 2 de junio.

Lamentablemente, no se ve cómo, ni Claudia Sheinbaum ni Xóchitl Gálvez logren sacudirse de ese pasado que cargan sobre los hombros, finalmente forman parte de él. Claudia en el pasado-presente inmediato, de hecho, busca continuar con la lamentable estrategia de seguridad implementada por López Obrador, sumida en ideología y militarización del país, y ajeno a una estrategia que recaiga en un sistema de instituciones civiles y cooperación internacional que enfrente, precisamente, a un problema global.

Mucho menos Xóchitl Gálvez, que detrás de sí, cuenta con tres partidos, que en lugar de alumbrarla la ensombrecen. Sus historias de corrupción y vínculos con el crimen organizado le dejan poca maniobrabilidad. Para colmo, entre las listas de personalidades que encabezan candidaturas a gubernaturas, diputaciones o senadurías, entre decenas de puestos más que se jugarán en junio, recaen en los mismos apellidos, familias y amigos de siempre… pero esto mismo sucede en Morena y sus aliados, quienes para nada se quedan atrás.

Mientras tanto, la ciudadanía votará desde un callejón sin salida. Veremos, cómo desde el 1 de marzo, llegarán las promesas más exquisitas, sorprendentes y mágicas, y así, conquistar el voto. (El Financiero)

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