“Presas del Cutzamala en su registro más bajo”. “De las 217 presas del país, 117 tienen almacenamiento por debajo de 50 por ciento, sólo ocho están al 100”. “Sequía moderada a severa en gran parte del país”. “Sequía extrema y excepcional en varios Estados”. “Por cuarto año, enfrentan agricultores severa sequía en Zacatecas” y podríamos seguir la enumeración de los hechos que documentan la crisis del agua. Lo que vale para nuestro país, vale para muchos otros en todos los continentes. Podemos echarle la culpa a la naturaleza y a la famosa Niña, pero todos contribuimos a agravar las consecuencias de un fenómeno natural. La falta de agua en la llave enoja a los ciudadanos que le echan la culpa al gobierno, el cual la echa al cielo, cuando todos, en todos los países tenemos nuestra responsabilidad, una responsabilidad muy grande.
La asociación civil “Ciudad Posible”, de la cual José Luis Luege es presidente, lo señala al formular un proyecto de trabajo a largo plazo, que implica obras costosas, pero también acciones inmediatas que nos tocan a todos: a las familias les toca reducir las fugas en la casa, cambiando el sapo del baño, cuidando los flotadores, dejando de lavar la banqueta y el coche con manguera. Y también es indispensable que todos acepten la instalación universal de medidores para que se den cuenta de lo que consumen. A nuestros gobiernos locales les toca remediar fugas de otras dimensiones: se rumora que entre el 30 y el 40 por ciento del agua, en la ciudad de México, se pierde por el mal estado de las tuberías (que se debe en parte a los temblores grandes y chicos). A los gobiernos regionales y al gobierno federal les toca unirse para actualizar los datos, diseñar e implementar un programa de largo alcance, por lo menos a treinta años. Programa que tendrá una dimensión internacional si pensamos en los ríos de nuestra frontera con los Estados Unidos. El ritmo electoral sexenal o trienal es fatal para nuestras necesidades. Se debe olvidar para resolver la crisis del agua que es un asunto de seguridad nacional.
Rodrigo Gutiérrez, especialista en derecho humano del agua (Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM), subraya la necesidad de cambiar el esquema de abastecimiento, “basado únicamente en presas, para dedicar más esfuerzos en la captación de agua de lluvia” y señala que “uno de los grandes problemas es que hay poca información sobre las razones por las cuales no tenemos agua”. Insiste, como todos los que saben algo del problema, sobre la necesidad de recargar al manto freático en lugar de agotarlo como lo estamos haciendo en muchas partes.
Debemos prepararnos para reducir el consumo de agua en todos los sectores. Se sabe que, a nivel mundial, la agricultura y ganadería representan el 70 por ciento del agua consumida. Debe generalizarse el riego por goteo para los árboles y las plantas y, lo que sería una verdadera revolución porque no es técnica como la anterior: cambiar de dieta. Al reducir el consumo de carne, y por lo tanto la cantidad de ganado, se reducirán los cultivos de soya, girasol, colza, maíz forrajero. No tengo datos de México, pero en Francia, en verano deben dar agua al maíz que consume el ganado porque es la estación seca: ¡el 25 por ciento del agua consumida en Francia es para este maíz!
Otro efecto de la agricultura y la ganadería es la contaminación de los ríos, del manto freático, del mar, por exceso de fertilizantes, pesticidas, etc. Si le sumamos la contaminación industrial y la provocada por los plásticos, podemos darnos cuenta de la muy grave alteración al ecosistema de los ríos, de los esteros y del océano. Las soluciones son conocidas, lo que no significa que sean fáciles de aplicar, esencialmente por su costo político inmediato. Cualquier político se asusta al pensar en la reacción de la gente frente a la instalación de medidores de agua. Se asusta a la sola idea de imponer a las grandes empresas industriales y agroalimentarias el tratamiento de las aguas que contaminan.
Historiador en el CIDE