La militarización nos deja unos militares corruptos que operan en la opacidad, sin rendición de cuentas con el pretexto de la seguridad nacional
¿Qué país va a dejar López? Fue la pregunta que nos hicimos en el artículo anterior y hablamos de Pemex y de las finanzas públicas que se entregará al próximo gobierno.
Hoy hablaremos de otros temas no menos importantes como la militarización y el crimen organizado que legará AMLO.
La mañana del 6 de septiembre de 2022, en su conferencia, el presidente López Obrador aceptó que cambió de opinión respecto al papel de los militares en las tareas de seguridad pública. Cuando era oposición, AMLO fue crítico de la participación militar en la seguridad, por lo que prometía que de ser electo presidente regresaría los militares a los cuarteles.
El presidente AMLO no solo mantuvo a los militares en las calles, si no que ahora los disfrazó de Guardia Nacional y además les dio cargo de muchas actividades civiles de gobierno.
Hace 20 años, una fuente interna militar me decía que la milicia en México no quería el poder, solo pretendía que se le permitiera seguir “trabajando” en el “control” del narcotráfico.
Ahora vemos a los militares desempeñando muchas actividades civiles que les permite seguir trabajando en “el control del narcotráfico” tales como la seguridad pública del país, el control de puertos, aeropuertos y aduanas, y hasta aerolíneas que los convierte en “el nuevo señor de los cielos”.
Así pues, la militarización nos deja unos militares corruptos que operan en la opacidad, sin rendición de cuentas con el pretexto de la seguridad nacional, coludidos con el crimen organizado, con una Guardia Nacional militarizada que no sirve; y además metidos ya en actividades civiles y de gobierno.
Lo anterior nos puede llevar a pensar que “los militares cambiaron de opinión en colusión con López Obrador” y ahora ya no les basta que “los dejen trabajar”, sino que se están preparando para gobernar, al cabo ya nos estamos acostumbrado a verlos hasta en las obras públicas.
La nueva presidenta del país, quien sea, debe posicionarse sobre cuál será su compromiso con la sociedad sobre la espeluznante militarización que dejará López.
Por otro lado, el crimen organizado controla ya territorios enteros sin que la autoridad haga absolutamente nada. “La arrogancia de la mafia es directamente proporcional a la ausencia o la complicidad del Estado”, nos decía el juez italiano Giovanni Falcone.
El comisario Gayraud en su libro El G-9 de las mafias en el mundo nos dice que el ser humano es “el animal territorial por excelencia”, por lo que todo orden implica ante todo un control territorial. “Este principio de territorialidad implica una capacidad de control político (votos), económico (extorsión y flujos criminales), y social (mediación y arbitrajes). Estamos ente un conflicto de soberanía sobre un mismo territorio”, concluye Gayraud.
Hoy el crimen organizado controla Michoacán, Colima, Celaya, norte de Sonora, Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Tamaulipas, Zacatecas y las fronteras norte y sur del país, entre otros territorios donde el control no se limita ya que abarca el control de actividades económicas: por ejemplo, en Michoacán controlan el aguacate; en Colima, el limón; en Sinaloa controlan el agua a través de los módulos de riego. En el norte de Sinaloa se extorsiona a los paperos para permitirles el transporte. En Sinaloa y las Bajas Californias tienen un control sobre las actividades pesqueras legal e ilegal.
Así López Obrador, con su política de abrazar a los criminales organizados y no combatirlos, nos deja una mafia arrogante. Seguiremos hablando del legado de López. (El Universal)