Al menos 112 muertos y más de 760 heridos en el asalto al convoy con ayuda humanitaria de la ONU. Hamás e Israel se culpan recíprocamente. Negociaciones en peligro. Padre Romanelli: todos los días hay nuevas víctimas de las bombas, y el hambre es generalizada, tiene que haber un alto el fuego porque «la situación es realmente grave». El ejército israelí vuelve a atacar cerca de la parroquia. El apoyo del Papa Francisco.
(ZENIT Noticias – Asia News / Jerusalén).- El asalto al convoy de ayuda y la «masacre del pan» como consecuencia del hambre que se vive cada día en Gaza, es un espejo de la guerra que ha lanzado Israel contra Hamás en respuesta al ataque del 7 de octubre pasado de los milicianos que controlan la Franja. La falta de alimentos mata tanta gente como las bombas en este conflicto, y el 29 de febrero se registró un nuevo capítulo de la tragedia que está afectando sobre todo a la población civil.
Según las Naciones Unidas, al menos 576.000 personas -equivalente a una cuarta parte de la población- enfrentan niveles “catastróficos” de inseguridad alimentaria y las 112 víctimas y más de 760 heridos que informan fuentes palestinas en el asalto del convoy de la ONU que transportaba productos de primera necesidad – con el habitual intercambio de acusaciones entre el Estado judío y Hamás – son consecuencia de una realidad cada vez más dramática. El ministerio de Salud palestino informó que en los hospitales del norte habían muerto 10 niños en los últimos días debido a «deshidratación y desnutrición».
“Todos los días hay numerosas víctimas de los bombardeos, y siguen aumentando, pero es igualmente cierto que el hambre es mucha y generalizada, una condición común en la Franja pero sobre todo en el norte, porque desde el comienzo de la guerra ha sido difícil hacer llegar las ayudas”. El padre Gabriel Romanelli, párroco de la Sagrada Familia en Gaza, bloqueado en Jerusalén (antes en Belén) e imposibilitado de regresar a la Franja desde que comenzó el conflicto debido al cierre de las fronteras que impuso Israel, afirma que el alto el fuego es cada vez más «urgente». Detener el uso de las armas – explica a AsiaNews el sacerdote argentino del Verbo Encarnado – y al mismo tiempo enviar ayuda: «La gente está muriendo – dice – porque necesita urgentemente alimentos, agua, medicinas» y lo que pasó ayer «es una señal de que la situación es realmente grave».
En el día 145 de la guerra en la Franja, el balance actualizado es de más de 30.000 muertos y más de 70.000 heridos en el lado palestino, que se suman a las aproximadamente 1.200 víctimas del ataque terrorista de Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre que desencadenó la respuesta militar del Estado judío. A esto se deben agregar las muertes por hambre y desesperación, como ocurrió el 29 de febrero cuando -según Hamás- el ejército israelí (FDI) abrió fuego a la altura de la cabeza contra la multitud en busca de alimentos, en un caótico cuerpo a cuerpo. El objetivo era un convoy de 30 camiones con ayuda humanitaria que fue asaltado al amanecer, en un contexto de creciente desesperación que había llevado a Naciones Unidas a suspender las distribuciones precisamente por temor a un ataque. La versión israelí de lo ocurrido en el norte de Gaza es diferente: los militares efectuaron disparos de advertencia al aire para dispersar a la multitud, pero en la confusión general muchas personas resultaron muertas o heridas.
Fuentes de Associated Press (AP) refieren que las tropas israelíes abrieron fuego contra civiles que intentaban sacar bolsas de harina y productos enlatados de los camiones. Tras un primer momento los agresores se ocultaron, pero después volvieron a rodear los vehículos. Ante el nuevo intento, los soldados israelíes respondieron disparando contra la multitud y provocando una carnicería. La condena de los países árabes por lo ocurrido es general y unánime, mientras que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, teme que pueda obstaculizar – o incluso frustrar – el margen de negociación para las tratativas encaminadas a la liberación de los rehenes israelíes y un alto el fuego. Lo que constituye una prioridad, porque una cuarta parte de los 2,3 millones de palestinos de la Franja corren peligro de morir de hambre, mientras que alrededor del 80% han tenido que abandonar sus hogares, muchos de los cuales han sido destruidos en un contexto de caos generalizado.
En la parroquia de la Sagrada Familia, como en el resto de la Franja, «tratan de seguir adelante y resistir», prosigue el P. Romanelli, pero «la situación es grave, porque después de unas semanas de calma, los bombardeos han vuelto a empezar». Sobre todo, continúa, “en nuestro barrio de al-Zitun”, donde la gente “vive en continuo estado de angustia. Se había hablado de una tregua, de un alto el fuego con intercambio de rehenes, pero parece que las palabras y los llamamientos están destinados a caer en oídos sordos. En vez de detenerse – afirma el párroco – daría la impresión de que quieren continuar la guerra» en una escalada aterradora, mientras la gente sufre hambre.
“Es urgente detener los bombardeos en Rafah – explica el sacerdote -, pero al mismo tiempo es importante garantizar alimentos y ayuda, incluso en el norte, en la misma ciudad de Gaza, donde hay cerca de 400.000 personas en situación de extrema necesidad». “Vivimos en un clima y un mundo polarizado – afirma – en el que el diálogo parece cada vez más difícil. Y precisamente por eso lo primero es el alto el fuego, porque cada día de guerra es la continuación de una masacre. Pero si tantas puertas se mantienen cerradas, siguen muriendo inocentes, y también están los más de 70.000 heridos, de los que sólo unos pocos han recibido atención médica». Por último, un agradecimiento al Papa Francisco, que todos los días llama al vice párroco, el P. Jusuf Asad, como «lo hizo también ayer – concluye el P. Romanelli-, para decirle que había leído la carta del padre de familia a su hijo y que los había bendecido a ambos… [el Papa] reza por todos ellos».