El golpe a la República

López Obrador aspiraba a obtener la mayoría en la elección intermedia de 2021 para contar con la legitimidad para una reforma constitucional que le permitiese reelegirse.

Macario Schettino

López Obrador jamás ha pensado dejar el poder. Su aspiración inicial era obtener una amplia mayoría en la elección intermedia (2021) para contar con la legitimidad necesaria para una reforma constitucional que le permitiese reelegirse. No lo logró, y de no haber sido por los esquiroles naranjas, ni siquiera hubiese tenido mayoría. Su siguiente paso fue promover reformas violatorias de la Constitución, que después pudiesen administrarse en la Corte para no ser declaradas inconstitucionales. Así ocurrió con la reforma eléctrica, gracias a su lacayo Zaldívar.

Al acercarse el fin de la presidencia del lacayo, se promovió desde Palacio la llegada de Yasmín Esquivel a ese puesto. Gracias a Guillermo Sheridan, que descubrió el plagio con el que la ministra había obtenido su título, la presidencia de la Corte la ocupa Norma Piña, que pocos días después (5 de febrero de 2023) demostró con claridad su independencia, y desde entonces es atacada desde Palacio.

López Obrador sabe, desde aquella elección intermedia, que no puede ganar en 2024. No le alcanzan los votos. Por ello, intentó primero dividirlos, promoviendo un tercer candidato con sus esquiroles. Samuel García no pudo cumplir esa instrucción, porque tiene cuentas pendientes en Nuevo León, y arriesgaba terminar en la cárcel. En lugar de competir por 15 o 20 por ciento de los votos, los esquiroles apenas apuestan a no perder el registro, y eso significa la derrota de Morena.

Por eso arreciaron las presiones al INE y al TEPJF, y por eso la estrategia de desmotivar a la ciudadanía. Los 28 o 30 millones de votos que puede conseguir la coalición oficial alcanzan para ganar si la participación es de 52 o 55 por ciento, pero no si supera 60 por ciento. Las encuestas a modo; las que no lo son, pero no pueden medir bien; los normalizadores, fueron construyendo ese cuento. La tercera gran manifestación ciudadana (18 de febrero de 2024) y la gira internacional de Xóchitl Gálvez iniciaron su derrumbe.

Como vimos la semana pasada, vamos rumbo a una derrota de Morena, y por eso desde Palacio ahora se promueve la idea del golpe de Estado. No creo que puedan movilizar 5 millones adicionales de votantes, que es lo que necesitarían para ganar. No hay forma de usar las viejas herramientas: ratón loco, carrusel, urna embarazada, etcétera. Lo que queda es intentar que la elección no ocurra; si no se logra, intentar descarrilarla; o, finalmente, desconocerla.

De eso se tratan los ataques al Poder Judicial, la insistencia en que se insulta a López en redes, las menciones cada vez más frecuentes a un golpe de Estado. Justamente eso es lo que quieren hacer desde Palacio. Primero, insisto, intentando que la elección no ocurra, o no termine (por hechos de fuerza mayor, insuficientes casillas, anulaciones), y después reclamando fraudes inexistentes. Ya López lo ha hecho en varias ocasiones, y ahora intentará hacerlo desde Palacio mismo. Como Trump o Bolsonaro.

A ellos los detuvo el Ejército, y así tendrá que ocurrir en México. Muchas personas, sin embargo, tienen dudas al respecto. Después de todo lo que les ha dado López Obrador, podría ocurrir que las Fuerzas Armadas prefiriesen un dictador a una ley suprema. Yo pienso que se equivocan quienes piensan esto. Si ya les ha dado todo, ¿qué más podría ofrecerles?, ¿qué puede valer una traición?

Creo que el mismo López sabe que así ocurrirán las cosas, y que en el momento en que el TEPJF califique la elección y defina a la ganadora, las Fuerzas Armadas cambiarán de comandante supremo. Por eso quiere desacreditar al Poder Judicial.

México enfrenta un ataque a la República desde su corazón mismo. No es momento de esquiroles, normalizadores, cobardes o acomodaticios. Cada uno tiene que asumir la defensa de la República desde su espacio.

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