El maligno ha invadido la tierra

P. Jaime Emilio González Magaña, S. I.

Ante un devastador clima de mentira, corrupción e impunidad, todavía hay quienes, con una actitud abúlica, se cierran a la posibilidad de un cambio auténtico en nuestro país. Son muchas las manifestaciones que indican la acción del enemigo maligno y astuto -que existe realmente-, que hará lo que sea para convencernos de lo contrario, con apariencia de bien, como lobo con piel de oveja. No olvidemos que, como decía Charles Pierre Baudelaire, poeta, ensayista, crítico de arte y traductor francés: “la más grande astucia del diablo es hacernos creer que no existe”. Es obvio que Dios no es responsable de los 180,000 desaparecidos o de los más de 800,000 muertos por el mal manejo de la pandemia en México. Por ello, necesitamos ratificar que, como afirmaba Albert Einstein: “Dios no creó el mal. El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos”. Es imprescindible profundizar nuestra fe en la resurrección de Cristo que nos exige difundir una actitud profética para denunciar la presencia del mal, «el tentador por excelencia» que «ha invadido la tierra con el odio» y la división, aprovechándose de la ignorancia de los más débiles.

La mentira, el engaño y la manipulación de la conciencia configuran un terreno fértil para el enemigo, con el que no se puede ni se debe dialogar. El mal debe ser combatido con las «armas espirituales» de la fe para evitar que siga haciendo tanto daño. El espíritu maligno es un “pérfido encantador» que «no puede obstaculizar la construcción del reino de Dios» porque sabemos que Cristo ha vencido y vencerá siempre. Sin embargo, no podemos negar que es potente y usa sus armas, especialmente, a través de quienes se alejan de la verdad y la presencia de Dios. Dejemos que nos invada el espíritu de esperanza que nos ha comunicado la resurrección de Jesús para abrir el corazón a la confianza de que podemos tener una nueva vida más auténtica, fraterna y sin miedo pues brota de la Pascua. Aun cuando todo indique lo contrario, éste es un tiempo propicio para emprender caminos de fe, incluso atravesando desiertos cargados de vacío e incertidumbre, rechazando las tentaciones y los engaños del maligno que usa el poder como su plataforma privilegiada para engañar y manipular.

El demonio es el «pecador desde el principio», es “mentiroso y padre de la mentira» y, a pesar de que hará todo lo posible por intimidarnos con una aparente fuerza, resistiremos con el testimonio de Jesús, quien, a pesar de sufrir la tentación, siguió siendo el Hijo de Dios. Después de recibir el bautismo de manos de Juan Bautista y guiado por el mismo Espíritu Santo, que había venido sobre Él, consagrándole y revelándole como Hijo de Dios, Jesús se adentra en la terrible soledad del desierto de Judá, al oeste del Río Jordán y del Oasis de Jericó. En el Evangelio de San Marcos leemos que «el Espíritu llevó a Jesús al desierto y en el desierto permaneció cuarenta días, tentado por satanás» (Mc 4,12-13). A este propósito, en el Ángelus del 1° de marzo de 2009, el Papa Benedicto XVI nos recordó que: «Incluso en la situación de extrema pobreza y humildad, cuando es tentado por satanás», Jesús «sigue siendo el Hijo de Dios, el Mesías, el Señor».

En el desierto, sinónimo de riesgo y peligro, como muestra la experiencia del pueblo de Israel, aparece con vivo dramatismo la realidad de la kénosis, del vaciamiento de Cristo, que se despojó de la forma de Dios (cf. Flp 2,6-7). Él, que no ha pecado ni puede pecar, se somete a la prueba y, por tanto, puede compadecerse de nuestra flaqueza (cf. Hb 4,15). Se deja tentar por satanás, el adversario, que desde el principio se opone al designio salvífico de Dios sobre los hombres. Nosotros no estamos exentos de vivir lo mismo. Ante la sensación de que el mal nos está derrotando, conviene recordar cómo, en un momento de la historia todavía desgarrado por las heridas de la Segunda Guerra Mundial, en 1953, el Papa Pío XII, en un radiomensaje dirigido a la Acción Católica Italiana, enfatizó que “el maligno ha invadido la tierra”, pero a la vez, señaló al amor auténtico como el verdadero antídoto contra el «enemigo de Dios». Hoy, como entonces, es urgente discernir y desenmascarar las acciones de satanás que corrompen al hombre, siembran el odio, la violencia y la división. Si el diablo ha invadido la tierra con el odio, nosotros podemos reavivar el amor, la amistad y la verdad. Si hay quienes asesinan con una crueldad superior a la de los animales, decapitan y desmiembran cuerpos, nosotros podemos optar por la paz auténtica, a pesar de todo y de todos. Si hay quienes siguen manipulando con la mentira, nosotros debemos evitar que sigan imponiendo sus leyes y demostrar que la verdad y la unidad de un pueblo es más fuerte que el poder, la seducción y la muerte.

Domingo 14 de abril de 2024.

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