AGENDA CIUDADANA
¿Cómo lograr entender la emergencia de Xóchitl Gálvez como candidata de la derecha a la presidencia de México? ¿Cómo lograrlo sin conocer las razones que debieron ponderar los miembros de ese pequeño y cerrado círculo político que la designó adalid de una coalición cuyo nombre mismo – “Fuerza y Corazón por México” (FCM)- dice poco o nada de su razón de ser? Una manera de aproximarse al tema es suponer que la amalgama de intereses opositores que conforman la FCM consideró que el enemigo a vencer no era tanto la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, sino el presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y cuyo proyecto había sido asumido como propio por la doctora Sheinbaum. Esta perspectiva supone que deslegitimar de manera profunda a AMLO redundaría en herir de muerte al lopezobradorismo y a su proyecto de continuidad.
Si partimos del supuesto anterior entonces la función de la ingeniera Gálvez y sus promotores abiertos o soterrados no era tanto buscar el apoyo a un proyecto alternativo sino embestir contra los puntos fuertes del lopezobradorismo.
En otros tiempos, los del antiguo régimen, los candidatos presidenciales del PRI eran políticos moldeados durante años en los usos y costumbres de un partido de Estado. En contraste y hasta 1993 los candidatos del PAN -Efraín González Luna, Luis H. Álvarez, José González Torres, Efraín González Morfín, Pablo Emilio Madero e incluso Manuel J. Clouthier y Diego Fernández de Cevallos- emergieron de las clases medias o altas socializados en la cultura propia del panismo, de los profesionistas o empresarios de ciertas élites urbanas -católicos de adecuada educación universitaria, buenos modales y bibliotecas y cuidadosa o al menos aceptable dicción- y dispuestos a cumplir un papel supuestamente “civilizatorio” en un país autoritario y con una educación popular deficiente. Suponían que tras una “brega de eternidad” (Manuel Gómez Morín dixit) alcanzarían el poder e implantarían la democracia liberal.
En el año 2000, cuando el PRI ya estaba en una etapa avanzada de declive y descomposición, los panistas optaron por presentar un candidato que si bien rompía el molde tradicional -desde su atuendo hasta su dicción y ausencia de biblioteca “de gente culta”- en cambio conectaba con sectores populares ¡y emergió Vicente Fox! Tras 71 años ininterrumpidos en el poder, el PRI optó por renunciar graciosamente a la presidencia para cederla a un derechista “populachero” que prometía ser capaz de algo que ya le era imposible al priismo: desmovilizar a los sectores populares neocardenistas.
El fracaso final del foxismo y una victoria en 2006 claramente increíble de Felipe Calderón -antítesis de Fox en estilo, pero no en contenido- permitió que en 2012 el PRI recuperara la presidencia. Pero se trató de un PRI ya sin vitalidad y al que literalmente le resultaba a contrapelo operar en un entorno de creciente pluralismo político, lo que llevó a que, en la siguiente elección, la de 2018, se tuviera que aceptar que el partido de izquierda creado a pulso y a marchas forzadas por AMLO entre 2011 y 2014, Morena, llegara a la presidencia.
En la actual coyuntura la candidata de la izquierda no ha pretendido ser una versión femenina de AMLO sino la líder de una segunda etapa de la 4ª Transformación, es decir, del complicado proceso de cambio pacífico de régimen. En cambio la coalición PAN-PRI-PRD optó por no enfrentar a Claudia Sheinbaum con una plataforma política estructurada y realmente alternativa sino con lo que se consideró que podría ser una versión de derecha de algunas de las políticas sociales y características del liderazgo de AMLO más un toque foxista: un origen y una socialización no elitista, cierto éxito empresarial, un atuendo y un lenguaje “populares”, un discurso desenfadado y salpicado de improvisaciones no exentas de errores, acorde con el lugar, ocasión y tipo de público pero atacando sin tregua al lopezobradorismo más que proponiendo y todo ello envuelto por un ambiente de ataques sin tregua de fake news en los medios de comunicación convencionales y cibernéticos donde resaltan las tácticas de la “guerra sucia” al estilo de millones de mensajes de “narco presidente”, “narco candidata” y similares.
Las encuestas de opinión insisten en mostrar a la supuesta guía de la derecha en un lejano segundo lugar (barómetro Bloomberg 16/04/24). Y es que finalmente su estilo y sustancia nunca estuvieron sostenidos por una biografía y una visión de México a la altura de su propio proyecto y menos aún de las circunstancias históricas del país.