Masacres en Guatemala, Colombia, Brasil, Ecuador han tenido el sello de la delincuencia organizada mexicana, que ha consolidado su hegemonía en la región, indican especialistas
San José.— Las alarmas se encendieron cada vez que un pasaporte de México se presentó a un puesto migratorio de una terminal aérea, terrestre, marítima o fluvial de América Latina y el Caribe en el siglo XXI.
Por culpa de los cárteles mexicanos del narco internacional, que exportaron corrupción y violencia a una zona fértil para los contrabandos de seres humanos, drogas, armas y otras mercancías (maderas o bienes arqueológicos), y con o sin culpa, las personas nacidas en México entraron a la lista de potenciales sospechosos de pertenecer a alguna mafia.
De la frontera de México con Guatemala, en alianza o choque con narcotraficantes guatemaltecos, a las calles de Brasil, en asociación o pugna con criminales brasileños, y de la política de Honduras, Ecuador o Venezuela a las montañas de Colombia y las pistas clandestinas de aviación de Costa Rica o Haití, los cárteles de México se empoderaron a la fuerza en la convulsa región latinoamericana y caribeña.
Las temibles redes mexicanas del narcotráfico, que diversificaron sus operativos y se expandieron a lucrativos negocios ilícitos como la trata de personas con fines de migración irregular y actividades afines o al tráfico de armas y municiones, atizaron un contexto de muerte y sangre en América Latina y el Caribe.
En marzo de 2008, y siendo todavía el brazo armado del Cártel de Golfo, que entonces operó como uno de los más fuertes de México, y antes de avanzar a cártel autónomo, Los Zetas desataron una matanza en Guatemala contra una estructura narcomafiosa de ese país con saldo de 11 muertos.
Aliados a las tenebrosas pandillas o maras Salvatrucha y 18, básicamente centroamericanas, instaladas en México, EU y Europa y dedicadas a narcotráfico, extorsión o sicariato, los cárteles mexicanos arrasaron con sus rivales del norte de Centroamérica para controlar plazas, fronteras, pasadizos y otros puntos clave para el tránsito de los narcóticos.
En 2016, cuando la entonces guerrilla comunista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno colombiano firmaron la paz y terminaron con 52 años de guerra civil de ese país, se intensificó el asesinato de líderes sociales colombianos por oponerse a erradicar cultivos ilícitos. Al Cártel de Sinaloa, que tuvo en las FARC una fuente de suministro de cocaína, se le atribuyó parte de la culpa de esos homicidios, que todavía ocurren.
El Cártel de Sinaloa y el Primer Comando de la Capital (PCC), una violenta pandilla de Brasil que nació en 1993 en una cárcel de esa nación y que en 2020 se transformó en la más numerosa y ambiciosa sociedad secreta del narcotráfico de América del Sur, impusieron su violenta presencia en las calles brasileñas.
“La violencia es imparable”, aseguró la socióloga, experta en derechos humanos, científica social y relacionista internacional Johanna Espín, docente de la Escuela de Seguridad y Defensa del (estatal) Instituto de Altos Estudios Nacionales, de Quito.
“En Ecuador esto se ha visto de manera más dramática por las tasas de homicidios. En 2023 llegó a unos 40 homicidios por cada 100 mil habitantes y en 2022 a un aproximado de 20 por cada 100 mil: es decir, se duplicó”, dijo Espín a EL UNIVERSAL. Al aclarar que las cifras ecuatorianas “tampoco significan que el resto de países hayan tenido tasas bajas”, recordó que “esas tasas han venido elevándose en los últimos años, quizás no con este mismo aumento dramático de Ecuador sino también de manera bastante constante.
“Más que una arremetida de los cárteles mexicanos, lo que se observa desde América del Sur más bien es ya una etapa de consolidación. No es un proceso reciente y se ha venido dando durante muchos años. La dinámica de [incursión de los cárteles] en cada país ha sido diferente”, aclaró. Tras subrayar que en Ecuador “se dio como país de paso [de la droga], de alguna forma logístico”, advirtió que “eso se ha venido incrementado y diría que está consolidado, lo cual es bastante grave y preocupante. Nos lleva a un replanteo de muchas de las estrategias (…) No es que los cárteles mexicanos se están recién insertando. Están consolidados y en las lógicas de cadena de valor ya no sólo se puede concebir, en el caso de Ecuador, como lugar de paso y logístico. Hay nuevas etapas [en Ecuador] de lavado de dinero y una economía ilícita fortalecida en la región con delitos conexos”, describió.
Luego de que los principales focos continentales de violencia se concentraron desde el decenio de 1990 en México, El Salvador, Guatemala, Honduras, Colombia, Brasil o Venezuela, Ecuador saltó progresivamente a mostrar escenarios similares y en un fenómeno que se agudizó sin control en la década de 2020.
Asediado por la descomposición severa de la inseguridad, el presidente de Ecuador, el derechista Daniel Noboa, decretó el 9 de enero de este año el estado de “conflicto armado interno” para combatir a 22 redes “terroristas”, la mayoría enlazada a los cárteles mexicanos.
En una honda crisis de inseguridad, el dato oficial de homicidios en Ecuador pasó de mil 372 en 2020 a 8 mil 9 en 2023, mientras que, de enero a abril de 2024, llegó a mil 707 frente a 2 mil 85 en ese periodo de 2023. El total del primer cuatrimestre de éste superó el de todo 2020.
Una de las causas del fenómeno surgió por la sangrienta incursión en Ecuador en el transcurso de los últimos 20 años de los cárteles De Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG), que son los más fuertes de México y con férreas alianzas criminales ecuatorianas, para el tráfico de cocaína de Colombia, principal productor mundial de esa droga.
Los dos cárteles transformaron a Ecuador en base de contrabando de ese estupefaciente a EU, México, Centroamérica, Sudamérica, Europa, Asia y otros mercados, principalmente por un corredor marítimo en el Océano Pacífico.
Colombia, con 80% de la producción de cocaína, y Perú, con cerca de 15%, y Bolivia con el resto, se afianzaron como piezas esenciales del contrabando mundial de drogas.
Fuentes militares y policiales de Colombia confirmaron a este diario que directamente, con emisarios mexicanos, o indirectamente, con sus contrapartes colombianos, De Sinaloa y CJNG asumieron control de la cadena, desde sembrar la hoja de coca —materia prima de la cocaína— y recolectarla, hasta producir la droga y todo el proceso internacional para transportar, distribuir y comercializar el estupefaciente.
Aparte de la cocaína, las narcomafias se involucraron en la zona en heroína. Productores guatemaltecos pactaron con los mafiosos mexicanos la venta de gran cantidad de la amapola —materia prima de la heroína— que se produce en Guatemala, para trasladarla a laboratorios clandestinos en la frontera de los dos países. Con marihuana, cocaína y heroína y luego con drogas sintéticas, como metanfetaminas, y ahora con fentanilo, un mortal opioide sintético, los mexicanos impusieron la violencia para monopolizar el negocio.
“La hegemonía del narcotráfico ahora es de los cárteles mexicanos”, afirmó el coronel en retiro Juan Roberto Paz, exsecretario general de la Policía Nacional de Perú, al rememorar que, en uno de sus apogeos del fenómeno en la mayor parte de la segunda mitad del siglo XX, fue dominado por los colombianos.
A consulta de este diario, relató que los mexicanos actúan indirectamente en América del Sur con sus enlaces ecuatorianos, peruanos, colombianos o bolivianos, señaló que Ecuador se mostró como ejemplo de la violencia por la irrupción criminal “y ahí han perdido capacidad operativa” para combatir al narcotráfico.
“La región está totalmente contaminada con la invasión de los cárteles mexicanos desde hace mucho”, aseveró a este periódico el abogado Gustavo Mata, ministro de Seguridad Pública de Costa Rica de 2015 a 2018.
“Los cárteles mexicanos tomaron el continente. Esto nos va a hundir más en la violencia en que estamos. No veo solución: veo días oscuros”, lamentó.
Por algo, presentar un pasaporte de México en un puesto migratorio… activó, activa y activará alertas.
Exportan el crimen
Estos son algunos ejemplos de cómo ha penetrado la violencia de los cárteles mexicanos en AL y el Caribe:
- En marzo de 2008, Los Zetas, siendo todavía el brazo armado del Cártel de Golfo, desataron una matanza en Guatemala contra una estructura narco-mafiosa de ese país con saldo de 11 muertos.
- En 2016 se intensificó el asesinato de líderes sociales colombianos por oponerse a erradicar cultivos ilícitos. Al Cártel de Sinaloa, que tuvo en las FARC una fuente de suministro de cocaína, se le atribuyó parte de la culpa de esos homicidios, que aún ocurren.
- El Cártel de Sinaloa y el Primer Comando de la Capital (PCC), una violenta pandilla de Brasil que nació en 1993 en una cárcel de esa nación y que en 2020 se transformó en la más numerosa y ambiciosa sociedad secreta del narcotráfico de América del Sur, impusieron su violenta presencia en las calles brasileñas.
- El derechista Daniel Noboa, presidente de Ecuador, decretó el 9 de enero pasado el estado de “conflicto armado interno” para combatir a 22 redes “terroristas ”, la mayoría enlazada a cárteles mexicanos. Una de las causas surgió por la sangrienta incursión en el país en el transcurso de los últimos 20 años de los cárteles De Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.