Deficiencia en los últimos 14 años no debería ser justificante para abandonar la prueba de la OCDE, coinciden expertos; advierten indiferencia y simulación del gobierno ante el panorama
Desde su participación en la prueba PISA que aplica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los estudiantes mexicanos de 15 años alcanzaron los mejores puntajes en 2009 al lograr 425 en comprensión lectora; 419 en ciencias y 416 en matemáticas, cuando el promedio de los países de ese organismo internacional era de 478. Sin embargo, fue a partir de ese año que se inició una caída en los aprendizajes.
Para 2018, la puntuación en esas áreas del conocimiento fueron 420 en comprensión lectora y 410 en ciencias, mientras que en matemáticas los estudiantes que participaron en la muestra de PISA lograron 409 puntos. Cuatro años después, la prueba PISA 2022, cuyos resultados fueron dados a conocer en diciembre pasado, mostró que México alcanzó casi el mismo nivel que en 2003, al obtener 415 en comprensión lectora y 410 en ciencias, en tanto que en matemáticas se alcanzaron 395 puntos.
Bajo la presidencia del panista Vicente Fox, en la segunda prueba PISA aplicada en el país los estudiantes mexicanos obtuvieron 400 puntos en comprensión lectora, 405 en ciencias y 385 en matemáticas.
Aunque a México no le ha ido nada bien en la prueba, especialistas y organismos civiles destacan que los malos resultados no deberían ser justificante para abandonar el examen de la OCDE, pues argumentan que ha sido un faro que ha permitido iluminar la efectividad del sistema educativo nacional con base en uno de los factores más importantes: medir la capacidad de los estudiantes de 15 años.
“PISA ha sido certera en su diagnóstico, pero los gobiernos mexicanos no han aplicado las políticas públicas necesarias para revertir los puntajes obtenidos. La indiferencia y simulación son causales importantes del estancamiento, porque desde 2000 a la fecha no ha habido una sola política pública que haya sido diseñada, presupuestada e implementada universalmente para mejorar los resultados nacionales de esa evaluación”, dice Erik Avilés, académico del Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación José María Morelos.
Resalta que “PISA ha evidenciado que México lleva décadas de estancamiento en los conocimientos y habilidades de matemáticas, lectura y ciencias, una tendencia que se agudizó por la pandemia de Covid-19”. Pero considera que, más allá de los resultados que se han obtenido, es importante no apagar ni distorsionar esa lámpara que ha permitido conocer lo que antes de PISA no se sabía con certidumbre.
Destaca que PISA representa una radiografía de lo que ha pasado en el país en materia de aprendizajes, lo que muestra que se deben redoblar esfuerzos para poder avanzar al respecto, tomando las mejores prácticas internacionales de los países punteros, como Singapur, Japón y Finlandia, los cuales invierten más y mejor en educación.
Para el académico michoacano, es importante superar esta situación y seguir evaluando los aprendizajes, además de destinar mayor presupuesto a la enseñanza para garantizar una educación de calidad.
“Tenemos que mejorar el acceso universal e inclusivo a todas las niñas, niños, adolescentes y jóvenes, así como implementar medidas comprobadas que brinden impacto positivo en el aprendizaje, como es el caso de las escuelas de tiempo completo, los clubes de tareas y el reforzamiento socioemocional para impulsar el aprendizaje”, dice.
Desde su óptica, “PISA es una forma de saber si los estudiantes ejercen su derecho a aprender, pues el contar con competencias para la vida futura implica una comprensión lectora y la resolución de problemas matemáticos. Los resultados de PISA 2022 demuestran una carencia de conocimientos y habilidades que reflejan una crisis persistente de la educación mexicana, desde el año 2000 hasta la fecha”.
Daniel Hernández, profesor-investigador de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey, explica que a lo largo de todos estos años PISA ha evidenciado tres cosas: que existen áreas específicas en las que los jóvenes mexicanos necesitan mayores apoyos; temas importantes en términos de brechas sociales, sobre todo de género, y ha mostrado avances y retrocesos de México en lectura, matemáticas y ciencias.
“PISA es un ejercicio fascinante porque ofrece muchísima información sobre temas que son muy importantes para poder impulsar estrategias que transformen y mejoren la educación. Además, es un instrumento poderosísimo que en México no ha sido aprovechado, porque sexenio tras sexenio no se han implementado políticas públicas para revertir los malos resultados de estudiantes en esa evaluación, como otorgar un mayor presupuesto a la educación, a la capacitación de maestros y maestras, mejorar la infraestructura educativa, ampliar los horarios de clase, etcétera.
“En México, ¿cuánto tiempo nos interesa PISA después de que la OCDE da a conocer los resultados? ¿De qué sirve tenerla, si no la aprovechamos? ¿Pero quién la debe aprovechar? El primer usuario debería ser el gobierno federal en turno para implementar estrategias concretas para revertir los malos resultados, además de que no se han logrado mantener acciones públicas sostenidas. ¿Cuántas reformas educativas hemos tenido desde Fox hasta la fecha? Han sido tres en 10 años, y al menos las de Fox y la de Enrique Peña Nieto no las dejaron madurar ni ver sus alcances”.
Hernández está convencido de que “el faro por sí sólo no podrá hacer nada, porque sólo es una señal. Y no se podrá avanzar si no se corrigen las cosas. “Desde Vicente Fox no hemos sido capaces de mantener políticas educativas sostenidas que mejoren los conocimientos de PISA”, sostiene.
Fundadora y coordinadora nacional del organismo civil Educación con Rumbo (ECR), Paulina Amozurrutia Navarro, comenta que el que los estudiantes mexicanos hayan obtenido malos resultados no debe bastar para que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador abandone la prueba PISA, “porque esto no es un partido de futbol, sino una medición estandarizada que necesitamos para implementar una estrategia educativa”.
“Ninguna estrategia funciona sin una medición pertinente previa. Quizá el problema en estos momentos es que el Presidente no quiere que los estudiantes sean evaluados porque claramente serán los resultados de su gestión los que se verán reflejados en esa prueba y es obvio que tendremos un detrimento mayor en los aprendizajes”, dice.