Descolonización cultural,  las dos caras del migrante

Julián Ávila Caldas,
Colombia / Cataluña

A lo largo del tiempo, durante los prolongados y en ocasiones tediosos procesos educativos de Latinoamérica, se ha enaltecido de manera programática, las gestas logradas por cada uno de los libertadores de los pueblos hermanos, acciones que nos permitieron independizar el territorio y tomar un libre albedrio político y organizacional, las clases de historia se encargaron de matizar el concepto universal de esta palabra (independencia), tal vez, se encapsuló en una confrontación de víctimas y verdugos y posteriormente en el capítulo de héroes y villanos, el ámbito académico  nos  enseñó de manera gráfica y explícita la hegemonía en la que se incrustó el pueblo latinoamericano por parte de sus colonizadores, este dominio no solo abarcó el plano físico de un territorio, sino también trasladó el control a la parte cultural y lingüística de las regiones, perdimos algo muy nuestro para embarcarnos en un mundo de religión, costumbres y mestizaje, pero, el punto de esta introducción trasciende más al hoy, que al lamento constante del pasado y las heridas abiertas que cuestan y tardan en cicatrizar.

El comportamiento volátil a nivel social de la zona latinoamericana ha ocasionado la salida de muchos de sus habitantes a los países con economías fortalecidas, además de la 56 calidad en los temas esenciales como lo es la educación, el sistema de salud y con un índice de seguridad adecuado para una vida tranquila, las tasas de emigración crecen exponencialmente día tras día, ningún gobierno latinoamericano brinda las garantías para creer en la prosperidad de una nación y en el eventual modelo económico que permita tener los factores vitales para la dignidad humana, muchas personas en la actualidad ven en la migración un proyecto de vida, una oportunidad de crecimiento y en los casos más extremos lo ven como el último recurso o esperanza de cambio, sin importar el cómo y en qué condiciones se emprende el viaje, en busca de los sueños.

Ahora, cuando la travesía termina, cuando ese sueño por fin se cumple, cuando nuestro proyecto de vida se hace tangible y podemos encontrarnos en el país que creemos será nuestro eje de bienestar y pilar sustancial de crecimiento, tal vez es el inicio, sin saberlo, de una encrucijada, pues tendremos como primer adversario a enfrentar, el ámbito cultural y su impacto mediático. Sentiremos el choque de dos mundos, el descubrimiento de nuevas visiones de vida y opiniones liberales en comparación a nuestro pensamiento previo.  La lucha lingüística y el arraigo de las costumbres más marcadas podrán ser nuestro aliado o nuestro verdugo, todo depende de la capacidad camaleónica que tengamos para acoplarnos al nuevo entorno, pero, es muy importante comprender que la palabra acoplar no sugiere en ningún momento, o mejor, no insta a reemplazar lo que somos, reemplazar de donde vinimos y reemplazar nuestra riqueza cultural; acoplarnos es la forma más sencilla de vivir con lo nuestro y con lo nuevo.

Para nadie es un secreto que muchas de las personas que consiguen realizar algún proceso migratorio, van olvidando la esencia del lugar del que salieron, pero no por obligación, sino por elección, tal vez es más cool hacer parte de la cultura europea o del norte, pues son los epicentros del estatus en los diferentes sectores industriales o de entretenimiento, quizás pueda ser mejor adoptar costumbres innatas de este lado del mundo a traer consigo lo que se hacía en los campos de Latinoamérica o las capitales sin infraestructura de nuestra región, se podría pensar que movernos en metro, tren o tener acceso con mayor facilidad a lo que antes podía significar un esfuerzo mayor puede ser también uno de los ítems que nublen parcialmente nuestro objetividad, ¿Pero si a ese país no le debo nada? ¿Allí nunca tuve oportunidades?, cuantos compatriotas no han dicho esto alguna vez.

Entonces, es este el momento justo de hacer un alto en el camino y descolonizar nuestros pensamientos y egos, reconocer que la idiosincrasia es y será la bandera de nuestra vida, sentir orgullo del país que tuvimos que salir por diferentes motivos, pero que fue quien forjó nuestro carácter para ser lo que hoy somos, hombres y mujeres trabajadores y con pensamientos constructivos y sueños por cumplir, nada mejor que poder hablar con orgullo y empoderamiento del país de origen, que a pesar de la imagen fracturada que se pueda tener de él desde afuera, revertir todo eso con lo positivo que solo como ciudadanos podemos conocer, mantener vivas nuestras costumbres y hacerlas visibles a la sociedad o comunidad de acogida. Parte de la riqueza cultural es el intercambio de los conocimientos propios de cada pueblo, mantenerlos vivos, darlos a conocer y ampliarlos de manera exponencial a lugares no imaginados; esto se trata de un gane y gane.

Así como nos gustaría que la gente se entere de las riquezas de nuestro país a nivel cultural y social, es importante también absorber lo que el país que nos acoge en cuanto a lengua, costumbres y cultura más demarcada, tal vez es una forma directa de demostrar el respeto a la comunidad en la que desarrollamos nuestra vida y también es una clara manera de aumentar nuestro espectro intelectual, sumando aprendizaje, sumando lenguas, sumando puntos de vista, sin perder los que se nos han transmitido nuestros padres y abuelos.

Como conclusión general la finalidad de este artículo es, incentivar a la población migrante a defender sus banderas, sus costumbres, su riqueza cultural y su historia y la mejor forma de hacerlo es compartiendo y multiplicando lo nuestro, lo que nos hace únicos, pero sin dejar a un lado adentrarnos al aprendizaje de lo que nuestro país de acogida tiene por enseñarnos, la riqueza lingüística, su historia y las luchas que han vivido a través del tiempo, debemos entrar en una reciprocidad intercultural, vivir en comunión, valorar las oportunidades de las que hoy tenemos el privilegio de experimentar, es imprescindible rescatar lo que se quiere llevar al olvido por algunos y mantener vivo lo que nos han inculcado nuestros antecesores.

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