Si el conteo oficial confirma que la coalición de Claudia Sheinbaum tendrá mayoría calificada, la República deja de existir en agosto.
La época de la democracia en México ha terminado. Lo lamento por los consejeros del INE que dieron la batalla hasta el final, pero no pudieron controlar a la inepta e interesada presidenta del instituto. Esta elección no fue democrática, afirmo, porque ni las reglas, ni los procedimientos, se cumplieron.
Durante todo el proceso, el Presidente intervino de manera ilegal. Lo hizo desde antes, cuando inició la sucesión fuera de los tiempos legales, obligando a la oposición a reaccionar a ello. Lo hizo al inicio, desacreditando con mentiras a la potencial candidata de oposición. Lo hizo durante toda la campaña, haciendo uso de su conferencia matutina. Todo esto, sin incluir el uso de recursos públicos para comprar votos, a través de su ‘política social’, pero también a través de apoyos extraordinarios a sus candidatos y candidatas. Desde los tiempos del viejo PRI no veíamos esto, es decir, desde 1994.
El INE no fue capaz de enfrentar al Presidente (como sí lo hicieron los anteriores consejos de esa institución). No pudieron instalar las casillas a buena hora. No enviaron materiales completos. No pudieron cumplir con los tiempos para el conteo rápido, en buena medida porque los representantes de Morena obstaculizaron el conteo en las casillas. En términos prácticos, creo que el INE ya no garantiza elecciones democráticas, y lo lamento mucho.
Los ciudadanos, en cambio, hicieron lo suyo. Dos millones de mexicanos cuidaron casillas durante todo el domingo, y no parecen haber enfrentado muchas complicaciones. Las hubo, como siempre, pero nada mayor.
El amplio triunfo de la coalición de Morena superó todas las mediciones previas, y fue una sorpresa incluso para los candidatos y líderes de ese grupo, que tenían cara de derrota poco tiempo después del cierre de urnas. Todo cambió con el conteo rápido, pero no dio lugar a celebración alguna. Es algo muy raro, como si los votantes de esa coalición no lo hubieran hecho por gusto, sino por resignación.
Como sea, la diferencia a favor de Sheinbaum es abrumadora, y dudo que esto se modifique significativamente en los recuentos distritales que hoy se llevan a cabo, y que son el resultado oficial. Si hubo irregularidades, ahora se estarán dirimiendo. Pero, como decía al inicio, esos votos ya no son producto de un proceso democrático, sino de una elección de Estado.
Ese amplio margen de victoria para Sheinbaum es una derrota espectacular de Xóchitl Gálvez y la coalición que la impulsaba. Abundan las críticas a Xóchitl, pero creo que son equivocadas. Fueron los ciudadanos los que la impulsaron, quienes lograron doblegar a los partidos para tener un método de selección que le permitiera participar, y que luego la impulsaron para ganarlo. Fueron millones de ciudadanos los que la acompañaron en sus eventos, y especialmente en la cuarta marcha, en el Zócalo y en 100 ciudades más, y que se volcaron a las urnas. Pero la participación de más de 80 por ciento en esas urnas no compensó la falta de ella en todo el país, y el voto (resignado, parece) a favor de Morena.
Otros enfocan su crítica en los partidos políticos, que nunca apoyaron a su candidata, y que sí fueron un lastre muy pesado. En eso se enfocó López Obrador, en asegurar que el PRIAN representaba el regreso al pasado. En realidad, es Sheinbaum quien hará eso, pero millones de mexicanos, que sólo recibían las palabras del Presidente, creyeron.
Si el conteo oficial confirma que la coalición de Sheinbaum tendrá mayoría calificada, la República deja de existir en agosto, cuando López Obrador inicie las 20 reformas que anunció en febrero. Si no, ocurrirá en noviembre, cuando se reemplace a Luis María Aguilar en la Corte. En cualquier caso, México vivió un cuarto de siglo de democracia, y regresamos al autoritarismo. El opositor desleal ha triunfado. (El Financiero)