P. Jaime Emilio González Magaña, S. I. // CIERTO OLOR A PODRIDO

Son muchos los discursos triunfalistas que pregonan que México ha dado un ejemplo inusitado de civilidad y madurez política en las pasadas elecciones. Otros no caben en sí porque afirman que todos los problemas del país no solamente están en camino de resolverse, sino que, con la continuidad, se han encontrado ya las soluciones para vivir en paz, justicia y bienestar social. ¡Dios quiera que sea verdad! Es más, hay una fascinación oficial porque el referéndum fue todo un éxito. Sin embargo, somos también muchos los que no sabemos exactamente qué ha pasado y experimentamos una especie de escepticismo, e incluso frustración ante tanta bondad, tanto amor y tanta belleza. ¿Qué es lo que realmente ha cambiado? ¿Podemos estar ciertos que los gobernantes electos tienen la poderosa varita mágica de sauco de Harry Potter para encontrar las respuestas a problemas que, o no se ha sabido cómo o no se han querido resolver con el gobierno actual?

¿Realmente se abre para nuestra patria un camino de esperanza y un futuro mejor? ¿Seguimos enfrentando el riesgo de un sexenio basado en la fascinación de una sola persona? O lo que es peor, ¿que se siga manejando el poder desde “lo oscurito”? Me gustaría creer en la sinceridad de los variopintos personajes de una supuesta izquierda ofendida o de una derecha insatisfecha que emigraron de otros partidos y encontraron su “nido” en el partido en el poder desde donde -según ellos- pueden hacer operativo su deseo de defender los derechos de los más débiles y propugnar por una verdadera renovación de los valores cívicos y sociales de México. Ciertamente, me parece increíble que algunos de estos personajes hayan descubierto los errores y los horrores de su anterior partido y hayan abandonado el barco precisamente ahora. Bastaría un somero análisis de la inmensa mayoría de los militantes del ahora partido oficial, para poner en evidencia que defendieron -mientras les convino-, los colores que ahora repudian.

Quisiera creer que el nuevo gobierno tiene la decisión para terminar la suma creciente de asesinatos y masacres del crimen organizado sin que esto signifique la amnistía generalizada a criminales y malhechores. Me gustaría saber cómo se enfrentará el problema del desabasto de medicinas, la enésima crisis de nuestra moneda, la impunidad, la corrupción desde el poder… Sería hermoso poder soñar que se tienen las agallas para afrontar con dignidad la diplomacia y los negocios con el país más poderoso, sobre todo, si tenemos en cuenta que -así como están las cosas-, no sería nada novedoso que venza las elecciones un payaso que odia a nuestro país y es conocido como de los hombres más racistas del mundo. Ante esta situación, me ha parecido oportuno recordar las palabras que, en una valiente e iluminadora carta abierta del 2 de julio de 2018, la periodista Denisse Dresser dirigió al entonces presidente electo y la publicó el periódico Reforma.

 La periodista expresaba: «No temo que México se vuelva Venezuela. Temo que México siga siendo el mismo México. Un país clientelar alimentado por un Estado dadivoso que crea recipientes en vez de participantes. Un país que mantiene el capitalismo de cuates, solo que, con otros cuates, los tuyos. Un sistema de partido hegemónico renovado con pocos contrapesos. Un andamiaje institucional corroído cuyas falencias sean suplidas por el presidencialismo resucitado. Me anima tu incorruptibilidad personal, el perfil de ciertas personas que te rodean, el espíritu de renovación que te acompaña. Me preocupa que ataques a la prensa, desdeñes al Congreso, denuestes a la Suprema Corte, descalifiques a la sociedad civil, dividas a la población entre los ‘buenos’ que te apoyan incondicionalmente y los ‘malos’ que lo son solo por cuestionarte. Y es cierto que muchas de las organizaciones y las instituciones que señalas son indefendibles. Pero habrá que remodelarlas, no saltar por encima de ellas». ¡Cuántas de estas palabras han sido una vergonzosa realidad! ¡Cuánto de una profecía que se puede volver una pesadilla!

Con dolor, experimento una sensación de estupor y confusión pues percibo un cierto olor a podrido por la forma en que todo ha concluido. ¡Yo sí temo que México se vuelva Venezuela! ¡Me aterra pensar que México siga siendo el mismo México! Es imprescindible que exijamos que se cumplan las promesas hechas y que nos responsabilicemos todos de impulsar los valores que debemos proponer y testimoniar desde la fe. La política tiene una referencia fundamental en el poder, aunque obviamente no lo es todo. El poder, a su vez, es el lugar en el que se muestra de un modo más evidente, tanto la grandeza como la maldad del hombre. Es el instrumento de la racionalidad histórica del Estado. Su alcance es enorme. Esto significa que nuestros gobernantes tienen ante sí la posibilidad de servir y de practicar la justicia o, por otro lado, de hacerse servir, de hacernos esclavos o títeres suyos y gobernar desde la mentira, la explotación y la injusticia. Una vez elegidos los gobernantes, debemos comprometernos con ellos de modo tal que no tengan oportunidad de hacer del gobierno una plataforma para ejercer el poder devastador del pecado, sino que sea un medio eficaz de servir al pueblo y luchar afectiva y efectivamente por el bien común. Recordemos que el poder descubre la verdadera raíz del pecado, que no es simplemente el placer, sino el orgullo del dominio, el deseo desmedido de poseer, la pasión de manipular y el afán de oprimir.

Domingo 23 de junio de 2024.

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JAIME EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA

RP Jaime Emilio González Magaña, sacerdote jesuita que radica en Roma.

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