A. Sahagún // Tenemos presidenta

“Aiga sido como aiga sido”, tenemos presidenta, la primera en el México independiente.

Lo del refrán popular viene a cuento por aquello de que la elección de la presidenta fue una elección de Estado, ya que el presidente AMLO la estuvo promoviendo electoralmente casi desde el comienzo de su gobierno –en su parte final con más de 32 intervenciones de sus mañaneras registradas por el INE–, porque, ya candidata,  puso a su disposición los recursos públicos necesarios para la campaña electoral, porque el propio INE le permitió adelantar indebidamente la propia precampaña.

Independientemente de lo anterior, la candidata oficial de todas formas hubiera ganado la elección, en parte por sus cualidades personales, por su capacitación académica y por su experiencia política, sobre todo la habida como gobernadora de la ciudad de México, y, también, en parte, por la improvisación y desorganización política de la oposición con su candidata Xóchitl Gálvez a la cabeza.

El hecho de la elección de CS como la primera mujer presidenta de nuestro país estuvo preparado por anteriores administraciones gubernamentales, que, poco a poco, año tras año, fueron promoviendo la igualdad de género en la posesión de cargos públicos, desde Presidencias municipales con sus regidores, desde las Gubernaturas con sus Congresos y desde el Congreso de la Unión con sus diputados y senadores.

El discurso de CS en la proclamación institucional de su triunfo fue conciliador, en cuanto a evitar que su gestión vaya a ser bipolar, en cuanto a dar confianza a los inversionistas. A pesar de ello insiste en que no regresará la guerra contra el narco sino que irá a las causas que lo provocan, o sea, que parece querer continuar la política del presidente saliente de “abrazos no balazos”, que ha sido un fracaso total contra la violencia y a favor del crimen organizado.

Aprueba la iniciativa de ley del presidente AM de una reforma disparatada del poder judicial, porque cuenta con el poder del pueblo, dice (el número de votos obtenido en su elección), poder que es regulado por nuestras leyes vigentes y no por discreción personal.   

Retrocedemos a los gobiernos autoritarios, antidemocráticos del PRI –la así llamada por Vargas Llosa, la “dictadura perfecta del PRI”—, con la diferencia de que ahora la nueva presidenta es ella sola y no un grupo la que ostenta el poder, en caso de que el INE apruebe, como CS lo desea,  la superrepresentación de los diputados de MORENA en el nuevo Congreso de la Unión, una vez instalado.   

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A. SAHAGÚN

Editorialista

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