Nunca México ha sido visto, examinado, diseccionado, evaluado, planeado, conducido, gobernado, por una mujer. De hecho, como nuestra historia lo comprueba, las riendas del país han sido haladas por manos masculinas. Fenómeno que tendrá un giro de ciento ochenta grados el primero de octubre próximo cuando Claudia Sheinbaum tenga en sus manos el poder presidencial.
Comenzará el sexenio, no de la presidente, sino de la presidenta. Ocurrirá. a querer y no, todo un cambio de paradigma. ¿Cómo? No lo podemos anticipar. Quizá, con todo y que acaba de soltar las riendas de la ciudad capital, ni ella lo pueda. Anticiparlo podría traer la suspicacia de estar acudiendo a aquel arquetipo psicológico que idealiza como algo inmutable el concepto de mujer. O de estarse recargando en el concepto del esencialismo de género que implica la creencia de que hay en las mujeres características internas inmutables: belleza, gracia, delicadeza, modestia, ternura, afabilidad, pureza, fidelidad…
En ese tenor, por ejemplo, para Goethe, la mujer, en contraste con lo masculino que es la acción, representa la contemplación por antonomasia. En Fausto, su opus magna, introdujo al final el concepto de das Ewig-Weibliche = lo eterno femenino, como un referente filosófico que idealiza a la mujer cual concepto inmutable que nada ni nadie puede alterar.
El hecho, como lo demuestra el histórico proceso de emancipación de la mujer, es que lo femenino evoluciona. Fue desde finales del siglo XVIII, cuando la Revolución Francesa, que la mujer comenzó a reivindicar sus derechos. Movimiento que al día de hoy no sólo no ha parado, sino que ha acelerado, dando como resultado el acceso masivo de las mujeres a la enseñanza superior, la conquista de profesiones y cargos públicos y, sobre todo, una feminidad que no ha dejado de insuflar aire fresco a la humanidad, ni de sorprender por aportaciones nunca imaginadas. Lo que viene a poner en tela de juicio el concepto de das Ewig-Weibliche, como una cosmovisión dentro de la que se conceptúa como imposible que una mujer pueda actuar de manera contraria a lo que ese referido esencialismo le atribuye. En ese sentido, porque encerrar a la mujer en una concepción rígida, que no evolucionista, cito completa la frase de Goethe: Das ewig Weibliche… zieht uns hinab: ‘el eterno femenino… nos tira hacia abajo’. Ojalá que como mujer y como presidenta Scheinbaum aporte al país una evolución positiva de un ente femenino en el gobierno.